Los protagonistas del documental Lliçons de vida, dirigido por Javier Riera e Israel Rodríguez, y que se estrena mañana de forma gratuita a las 21.30 horas en el Cine Regio de Sant Antoni, no son personas normales. Están muy cerca de ser héroes en su vida cotidiana. No en vano, a sus 26 años Max convive con un corazón trasplantado y Antonio se recupera satisfactoriamente de las secuelas que le dejó un infarto cerebral con 33 años. Junto a ellos encontramos a Paco, un sordociego que hace una vida relativamente normal, al veterano Herma y su problema de cataratas y a Carla, que se convirtió en madre a los 18 años. Y a todos ellos les une un nexo en común, el haber recuperado la ilusión por volver a estudiar en el CEPA Sant Antoni.
Según explicaron ayer sus directores a Periódico de Ibiza y Formentera, Lliçons de vida ha contado con la ayuda de los ayuntamientos de Sant Antoni y Sant Josep y la Fundación Abel Matutes y es que, como su propio nombre indica, «una lección de vida y un canto a la perseverancia y a las ganas de vivir la vida».
La idea surgió de Israel Rodríguez, periodista y profesor del CEPA Sant Antoni. Allí conoció a uno de los personajes del documental y un día hablando con su amigo Javier Riera pensaron que podría ser un buen punto de partida para realizar un documental. Se pusieron a ello, buscaron otros voluntarios en situaciones similares, guionizaron y prepararon la estructura, grabaron las entrevistas y tras un año y medio de trabajo compaginándolo con otros proyectos personales y profesionales, el resultado es una cinta de cuarenta minutos de duración que no dejará indiferente a nadie.
El documental «está elaborado desde la perspectiva de la docencia» centrándose fundamentalmente en las historias de Max, Antoni, Paco, Carla y Herma. Todos ellos cuentan ante la cámara su situación personal, rememoran su pasado, y reflexionan sobre las circunstancias y los motivos que les han llevado a retomar sus estudios. Todo ello combinado con entrevistas a la jefa de estudios y profesores del CEPA Sant Antoni que, según Riera, «nos acabaron confesando que son ellos los que realmente han aprendido de este grupo de alumnos tan maravilloso».