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Empresarios de las Pitiusas

José Colomar: «El Hotel Royal Plaza es de los hoteles más rentables de Ibiza»

Cerca de todo. Colomar eligió la ubicación del Royal Plaza por su cercanía al puerto y al casco histórico de la ciudad. | Daniel Espinosa

| Eivissa |

Nacido en Sant Carles en 1932, orgulloso de sus orígenes, José Colomar confiesa que nunca hubiera imaginado todo lo que ha vivido. Tras trabajar en hoteles de toda Europa acabó volviendo a Ibiza para iniciar su carrera empresarial. Fue durante tres años el presidente de la European Hotel Managers Associatios (EHMA), la asociación europea de hoteles de lujo y ha ocupado cargos en otros organismos internacionales. Sin duda hablar con él es poder conocer un pedazo de la historia de la hotelería del viejo continente. Bromea diciendo que él creo la sociedad Ibiza y Formentera. Desde luego, en una isla dedicada principalmente al turismo, su actividad ha marcado la historia de la isla.

¿Cómo se inició usted en el negocio hotelero?
— Yo estudié en la escuela de Comercio de Palma. Allí me visitaba y me echaba una mano un amigo de mi padre, don Ernesto. Cuando terminé, él me preguntó qué quería hacer. Le explique que la gente que acababa la escuela de comercio lo habitual es que hiciera una oposición y entrara a un banco. «Eso no», me dijo, «eso es muy aburrido todo el día contando dinero». Él acababa de comprar el hotel Formentor, un hotel conocido que todavía existe y me ofreció trabajar con él. Me envió a que hablara con mi padre a pedirle consejo. A él le pareció una idea interesante, me dijo que don Ernesto nunca me aconsejaría cosas malas. Así que me fui al Formentor y me pusieron a servir al personal. Yo que tenía 21 años, venía de hacer unos estudios y ya comenzaba a ligar. Claro, lo del Formentor era una buena idea, pero ponerse a servir al personal... (ríe). Pues al cabo de 15 días, el director general, que se llamaba Emilio Portman, se me acercó y me dijo: «veo que usted habla inglés, francés y alemán. Hablaré con don Ernesto, porque tengo ideas para usted». Habló con él y le dijo que me necesitaba en recepción, que eso de atender al personal lo podía aprender en cualquier momento. Así que a recepción me fui, y desde entonces estoy en el negocio.

Entonces empezó desde bien abajo, ¿cómo llega a ser empresario hotelero?
— A principios de los 60 yo trabajaba en el hotel Fénix de Palma. Allí conocí a un matrimonio británico del que me hice muy amigo y en una ocasión me ofrecieron ir a Ibiza en su barco. Fuimos en un barquito desde Palma a Santa Eulària, que les pareció un pueblo precioso. Estuvimos dos días en el hotel Rio Mar y el segundo día este hombre me dijo que teníamos que construir un hotel en el pueblo. Yo no tenía dinero para esa inversión, pero era dueño de un terreno con mi amigo Vicent Roig. El terreno le encantó, por las vistas al mar. Y decidió que se empezaba ya y que me prestaba el 90% de mi porcentaje como socio. Yo tendría el 25%, él otro 25%, su amigo Henry Wiener tendría otro 25% y Vicent Roig el otro 25%. Y me dijo que yo sería el director y que me encargara del proyecto del hotel. Era el año 64 y comenzamos a contruir el hotel Fenicia, al que yo le puse el nombre.

¿Cómo salió ese primer negocio?
— Pues al principio no muy bien. En el año 65 sucede en Reino Unido una elección muy importante que cambió el gobierno y la composición del Parlamento. Salió como primer ministro Harold Wilson. Laborista. Este señor toma como una de sus primeras decisiones prohibir a todos los ingleses que hagan inversiones fuera de Inglaterra. Mis amigos, que ya habían invertido 25 millones de pesetas y que debían 6 o 7 millones al contratista, se lo pensaron y me dijeron que no había solución. Tenían que partir y perder toda la inversión. Me desearon suerte y me dijeron que hiciera lo que pudiese. Vicent Guasch ya había pensado vender su parte porque tenía una agencia de viajes y le gustaba más ese negocio que la hotelería. Así que yo me fui a hablar con don Ernesto. Le expliqué que mis socios estaban dispuestos a perderlo todo, por si me podía ayudar. Y me citó para el día siguiente. Fuimos a hablar con un despacho de abogados, los Feliu. El señor Feliu ya estaba al tanto de este y otros casos por este tema. Me dijo que si conseguía que los ingleses me vendieran las acciones al precio que tenían en la sociedad anónima, que era un millón de pesetas, lo podíamos solucionar. Hablé con mis amigos ingleses y accedieron a hacerlo, a pesar de que ya habían invertido 25 millones de pesetas. Así que don Ernesto se quedó en la posición de los ingleses, yo me quedé con mi 25% y se levantó el hotel Fenicia.

¿Que le lleva a dejar ese hotel?
— Un buen día Franco muere, en el año 75. Pues en el 76 se produjeron huelgas de hoteles en toda la Costa del Sol, la Costa de Levante y en Mallorca. En ese momento mis socios, que eran gente sabia, valoraron que había que vender. Yo no quería, porque el negocio iba bien. Pero ellos eran todos abogados y notarios y decidieron que era buen momento para vender. Ellos habían pensado en 200 millones y yo les dije que subieran 50 millones más, que el hotel lo valía y que siempre estábamos a tiempo de bajar de precio. Los turoperadores hacían buenos dividendos con nosotros en un momento en el que había pocos hoteles de nuestra categoría, cuatro estrellas, en Ibiza.

¿Lo consiguieron vender a ese precio?
Nos costó, pero no mucho. Al tiempo vienieron de una empresa de viajes que tenía muchas inversiones en Palma y empezaba a invertir en hoteles. Le enseñé el hotel al representante, pero le enseñé lo peor, porque yo no tenía ganas de venderlo. Me había comprometido a venderlo por un precio y si me lo ofrecían lo vendía, pero escondía lo que a mi me gustaba más. Después de pasear el hotel le pregunté si conocía el precio. El hombre me dijo que lo sabía todo y que estaban dispuestos a pagarlo. Y ahí acabó mi historia con el Fenicia. Seguí unos meses más como director hasta finales del año 78.

¿Le costó después de esto poner en marcha el Royal Plaza?
— Pues cuando le dije a mi mujer y a mis amigos que ahora quería hacer un hotel en Vila, todos me dijeron que estaba loco. En Ibiza me decían que solo había turismo de borrachera, sol y playa. Pero Ibiza crecía cada día más y creaba mucho comercio. Y en Ibiza no había un hotel que diese buen servicio a los clientes que vienen a comprar y vender. Comencé a hablar con Vicent Juan Guasch y a él la idea tampoco le gustaba. Pero en Ibiza no había un hotel de ciudad. Solo estaban el hotel Los Molinos y el Corso, que estaban a las afueras. Guasch estuvo de acuerdo y le dije que el terreno tenía que estar cerca del puerto y por la zona de Ses Feixes. En Ses Feixes no se podía construir. Así que fui buscando mientras trabajaba en los hoteles de Guasch. Total, que de casualidad me enteré que había un proyecto de un hotel de cuatro estrellas al lado de la plaza de toros de la familia Roca, mallorquines, que tenían el hotel Acor de Sant Antoni. El señor Roca había muerto en un accidente y como los hijos no se ponían de acuerdo decidieron vender. Se lo vendieron a un tal señor Rosers al que yo le compraba material de fontanería para el Fenicia. Yo me enteré de cuánto había pagado por la estructura, que ya estaba tabicada y llevaba un año sin avances y se lo compré. Formamos una sociedad en la que Vicent Guasch tenía la mayoría, el 51%, yo me quedé con el 25% y los otros socios se repartieron el resto. El nombre de la sociedad era Vyra.SA. Cuentan que era el acrónimo de Vicente y Sus Respetables Amigos. No es cierto, pero es una buena historia. Cuando íbamos a constituir la sociedad le pregunté a mi amigo Pepín Feliu si tenía alguna sociedad que le pudiéramos comprar que ya estuviera registrada. Tenía una sociedad yacente a la que nosotros dimos un capital y de ahí nació el hotel Royal Plaza.

Conocer este negocio desde su base, ¿le hace ser más exigente o más comprensivo con sus empleados?
— Más comprensivo sin duda. El empleado es nuestro principal activo.

¿Qué le pide a sus empleados?
— Que sean leales a la casa, que respeten la casa, que quieran a la casa que es su vida. Son como sus propietarios. Yo empleo una frase de un amigo mío que considero fundamental en este negocio: «todo lo que pasa de malo y de bueno en un hotel, es culpa del director». La frase es de un español que dirigió el hotel The Savoy y el grupo Savoy de Londres, un andaluz hijo de pastor. El decía que el personal debía ser consciente de que los directores somo responsables del hotel, que les queremos y hay que crear una empatía con los empleados. Eso implica una responsabilidad también.

Los hoteleros que abren todo el año hablan de voluntad de servicio y de cuidar a su plantilla, pero que no tienen beneficios. ¿Es rentable abrir en invierno?
— Es rentable el hotel. En invierno perdemos dinero. Pero eso yo ya lo sabía. Yo tenía la idea de la idea de mantener el hotel abierto todo el año. En el Fenicia aprendí que un hotel que abre junto a la playa no puede abrir todo el año, no tiene sentido, pero un hotel de ciudad, para dar servicio a la ciudad, sí que tiene una excusa para abrir. Vila se merece tener un hotel que respete a los viajeros, a los hombres de negocios o a los políticos, que aquí vienen todos sean del color que sean. Esa era la idea que yo tenía al hacer un hotel. En invierno hemos perdido siempre, pero hoy nuestros contables nos dicen que el hotel Royal Plaza es de los hoteles más rentables de Ibiza.

Teniendo en cuenta esto que me cuenta, ¿cree que se están haciendo avances en la desestacionalización del turismo?
— Sí, yo veo más gente. Hoy mismo (por el 12 de marzo) estamos casi llenos. Estas cosas de la desestacionalización, cuando se oyen, algo de verdad tienen. En esta isla compramos y ofrecemos servicios. Porque esta isla no produce nada. Ni higos, que se decía. Todo viene de fuera y hay que dar alojamiento a la gente que viene a hacer negocio. Aquí en invierno bajamos el precio y en verano lo subimos, pero no hacemos promociones. Desde hace 34 años tenemos precios para tres temporadas: invierno, que es más de medio año, junio y septiembre como temporada media y julio-agosto temporada alta. Y el hotel es rentable. A lo mejor en invierno perdemos bastantes miles de euros, pero luego hacemos una venta anual de millones.

El hotel Royal Plaza fue durante muchos años el hotel urbano de mayor categoría de Ibiza, ahora se están haciendo otros dos hoteles de cinco estrellas y recientemente el hotel Montesol pasó también a ser un cinco estrellas, ¿le preocupa tanta competencia?
— Desde luego nos harán la competencia, pero no me preocupa. Tenemos una clientela muy fiel que viene desde hace 20 e incluso 30 años. Son muchos. Aunque que quieran probar otros hoteles, lo que hace un hotel es el servicio. La decoración gusta o no gusta, mientras que una buena cocina, alguien que sepa servir la mesa o atender al huesped es lo que hace un buen hotel. El 60% del valor de un hotel es esto. Y yo confío en el servicio que ofrecemos.

¿Qué perspectivas ve usted para el sector turístico en Ibiza? ¿Se están haciendo bien las cosas?
— Yo no sé si se hacen suficientes cosas bien. Desde luego lo que veo es que cada vez somos más conscientes que hemos hecho cosas mal. Todos lo que son profesionales se dan cuenta. También nos lo dice la gente de fuera. Te comentan que les gustaba Ibiza cuando hace 40 años había 4 hoteles. Ahora es todo música y un ambiente que a veces molesta. Que les gusta a los jóvenes que viene de fiesta. Pero hay mucha gente que viene a Ibiza a descansar, a disfrutar de las playas y de la música también, pero no a invadir.

¿Qué más habría que hacer?
— A mi me gustaría que la gente se diera cuenta e hiciera caso a estos turistas que te decía. Los precios por ejemplo, en Eivissa tenemos unos precios exagerados. Un café en Londres en un hotel de lujo te cuesta una libra y media, aquí te piden 2 o 3 euros. Nosotros cobramos 1,55 euros desde hace 20 años. Tenemos que ser conscientes de que tenemos una joya, pero la tenemos que cuidar. En una reunión en Taipei, un congreso internacional hace 5 o 6 años, había unas 1.500 personas de todo el mundo. Estábamos en la inauguración en un teatro, vino el ministro de Turismo, el alcalde de Taipei... en fin, personalidades de allí. Nos presentaron a todos y cuando llegaron a mí me anunciaron: “Pepe Colomar, de Ibiza, España”. Y las autoridades me miraron sorprendidas, «¿usted es de Ibiza?» El ministro se quedó con la boca abierta y luego vino a hablar conmigo. Esto es Ibiza. El prestigio que tiene esta isla fuera de nuestras fronteras es algo de lo que no somos conscientes.

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