Este martes se presenta en el auditorio de Cas Serres, en Ibiza, una nueva edición del programa terapéutico y social Un mar de posibilidades que organiza Pedro Cárceles con el Club Náutico de Ibiza. Por decimosexto año la iniciativa facilitará el acceso al mar, las practicas náuticas y los cuidados terapéuticos a más de 300 personas con necesidades especiales y/o en riesgo de exclusión.
Sin embargo nada sería posible sin los voluntarios que todos los años hacen que este sueño sea posible. Son de distintas edades, desde Amir que tiene 19 años hasta Alfredo Cardona de 72, y son de muy distintas procedencias, pero a todos les une lo mismo: Están enganchados al voluntariado de Un mar de posibilidades. «Sólo conozco dos cosas que produzcan una explosión, una es el líquido inflamable y otra la chispa del voluntariado que hacemos de mayo a octubre todos los años», aseguró ayer Pedro Cárceles a Periódico de Ibiza y Formentera.
Él es el mejor ejemplo. Es empezar a explicar su proyecto y se le ilumina la mirada y se le pone una sonrisa enorme en la cara. «En Ibiza tenemos algo increíble, que es este maravilloso mar, y si eso lo fusionamos con el espíritu humano y la bondad que es capaz de transmitir el ser humano, tenemos una mezcla perfecta que supone un éxito seguro». De hecho, Cárceles asegura que al final todos aprenden, tanto el que ayuda como el que recibe. «Se produce algo mágico porque la persona que tiene discapacidad, es mayor o ha sido golpeada por la vida, ha tenido que aprender a vivir de otra manera y eso se acaba transmitiendo al voluntario».
Ejemplos en primera persona
De todo eso saben mucho algunos voluntarios que año tras año repiten. La mayoría que ha probado se ha enganchado tanto que no duda en seguir ayudando.
El que lleva más tiempo es Gonzalo Jiménez, quien a sus 70 años se ha convertido en un clásico. «Yo tengo un hijo de discapacidad y mi relación con el programa viene desde el principio, cuando Pedro Cárceles lo fundó hace 16 años y los primeros chicos de Apfem empezaban a venir. Al principio yo traía y recogía a mi hijo y cuando hace 5 años me jubilé no dudé ni un segundo en hacerme voluntario y ha sido una de las mejores decisiones de mi vida porque ellos me han dado muchísimas más cosas que lo que yo les puedo aportar», resumió.
Y si Gonzalo es el que lleva Óscar Díaz de Alba comenzó el año pasado. Viendo que su mujer trabajaba en centros con niños especiales, decidió probar y apuntarse. «Me animé y en tan solo un año me ha enganchado porque más allá de que trabajes en el mar estás en contacto con gente tan especial que emociona». Mientras, Fernando Roig es, a sus 59 años, el voluntario al que todos se rifan para que les de clases en kayak. Tras jubilares de un banco se sumó al equipo y tampoco lo cambia por nada. «No hay nada mejor en el mundo que ver la cara de los niños cuando entran en el mar o hacen las actividades y las de sus familiares viendo como ellos disfrutan». Por último, el más veterano del grupo es Alfredo Cardona. A sus 72 años está en plena forma «porque al final todo está dentro de nuestra cabeza». Este «joven» voluntario explica que para él «lo más bonito es volver a casa cada día con la satisfacción de haber cumplido con la ilusión de toda la gente que participa».