Las cofradías de la ciudad de Ibiza demostraron ayer por la noche que se puede combatir el desánimo que produce la suspensión de la procesión del Santo Entierro si se pone emoción, fervor y ganas. En este caso una ración doble o triple de todas ellas es lo que se pudo ver a partir de las 20.00 horas en la Catedral de Ibiza después de apenas dos horas antes se anunciara oficialmente que la procesión no se iba a celebrar. Algo que agradeció publicamente el obispo de Ibiza y Formentera, Vicente Juan Segura. «Las cofradías de la ciudad de Ibiza sois muy buenas y hacéis cosas muy buenas por todos los ciudadanos como habéis demostrado hoy. Y es que después de que se suspendiera la procesión, en lugar de marcharos a casa a descansar y olvidaros de todo, habéis decidido hacer este acto tan bonito que ha permitido ser algo más felices a muchas personas».
Este acto «tan bonito» al que se refirió Vicente Juan Segura, fue el encuentro de bandas que se improvisó a la carrera en la Catedral de Ibiza. Después de que todos los presidentes de las cofradías de la ciudad de Ibiza – Nuestra Señora de los Dolores, Nuestra Señora de la Piedad, Santísimo Cristo del Cementerio, Santo Cristo Yacente, Nuestro Padre Jesús Cautivo, Nuestro Padre Jesús del Gran Poder y Santo Cristo de la Agonía – decidieran por unanimidad que era un peligro procesionar en una noche tan complicada, desafiando al viento, al empedrado resbaladizo de Dalt Vila y a la posibilidad de que empezara a llover con fuerza, todas se unieron para regalar a los presentes un emocionante encuentro que pasará por méritos propios a la historia de la Semana Santa ibicenca.
Una tras otra, las distintas agrupaciones musicales de las cofradías hicieron sonar sus marchas procesionales para rendir homenaje a sus imágenes ante un entregado público que abarrotaba la Catedral. Incluso, la del Cristo Yacente hizo doblete, mostrando un tremendo respeto al prestarse para tocar para la imagen de la Dolorosa, perteneciente a la Cofradía Nuestra Señora de los Dolores. La única que no recibió música fue Nuestra Señora de la Piedad, siendo sustituida por un Ave María que se rezó entre una gran solemnidad y que terminó con una tremenda ovación cuando terminó de bailar y moverse.
La primera en hacer sonar su música fueron los miembros de la Agrupación Musical Nuestro Padre Jesús Cautivo. Una treintena de ellos elevaron el nivel de emoción del númeroso público que grababa todo con sus teléfonos móviles con una marcha que cuadró a la perfección con los movimientos de su imagen y su paso del Misterio, recién terminado de construir, situada al fondo a la izquierda del altar.
Tras un rezo, inmediatamente después tomaron el testigo los músicos de la agrupación de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder. Su pieza, de gran tamaño y construída en el año 2003 por el escultor sevillano Jesús Méndez Lastrucci bailó, se movió con gran agilidad al ritmo de la música y se atrevió con un par de reverencias. Algo que levantó la admiración de los presentes. Además, entre los valientes y habilidosos cofrades iba por primera vez una mujer como costalera.
La tercera fue el Santo Cristo de la Agonía. Con ellos, subió varios niveles la emoción y solemnidad ya que para verla aparecer por un rincón de la Catedral hubo que mover la imagen de Nuestro Padre Jesús Cautivo. Algo que se hizo con gran celeridad, ritmo y agilidad provocando que los cofrades de ambas formaciones se llevaran una sonora ovación.
Tras el turno de los de la Piedad llegó el final de este pequeño acto que apenas se prolongó durante una hora. En este final jugaron un papel fundamental los miembros de la Agrupación Musical del Santo Cristo Yacente. Primero se prestaron a tocar una marcha para los cofrades de Nuestra Señora de los Dolores, la primera en la historia en desfilar en la procesión del Viernes Santo, y que que bailó a la perfección a pesar del gran peso que tiene esta imagen, una de las pioneras de la Semana Santa. Finalmente, los del Yacente se unieron a su cofradía mientras su espectaular imagen, tallada en 1944 por los escultores Román y Salvador de Valencia, se mostraba orgullosa dentro de urna. Fue el broche perfecto para una noche que pasará a la historia de la Semana Santa ibicenca.