Todavía se puede ver algún obrero cambiando alguna baldosa, poniendo el bloque de un bordillo o rellenando de grava el lugar que ocupan las palmeras. Al paseo de ses Figueretes o de las Pitiusas, todavía le falta el remate. El Ayuntamiento explica que, efectivamente, la obra se ha recepcionado, pero aún quedan cosas por ultimar.
Se decidió posponer hasta pasada la temporada turística la reposición y revisión de las piezas que se tenían que cambiar. La empresa está realizando este trabajo tras detener las obras en el mes de junio para no afectar el normal transcurrir de la temporada y evitar ruidos a los establecimientos de la zona.
Se recepcionaron las obras con una serie de cuestiones que se tenían que acometer, relacionadas con cambio de baldosas, instalación de barandillas, mejora de la señalética, etcétera.
Entre los negocios de la zona y los vecinos existe división de opiniones sobre al resultado. En general es buena, pero hay ciertos aspectos que consideran que se podrían haber hecho mejor.
Paseantes y trabajadores
Toni, paseante habitual de ses Figueretes y vecino de Vila, no tiene buenas palabras para el paseo. «Para mí está muy mal hecho. Se ha gastado demasiado dinero para un paseo que dará mucho trabajo mantener». Considera que es un paseo «duro, con poca personalidad y que apenas tiene vegetación».
Echa de menos más sombras y critica la situación de las palmeras, «que parecen muy viejas». Tampoco le gustan las baldosas, que dice que «son demasiado porosas, están hechas con arena de silicio que va bien para hacer vidrio, pero no para hacer baldosas», dice este vecino que en tiempos pretéritos se dedicó a la construcción.
Mientras habla se dirige a uno de los pocos bancos bajo la sombra de la zona. Pero no llega a tiempo. Otros dos paseantes se le adelantan y tiene que buscar otro sitio en el que sentarse.
En el restaurante Oli Beach se muestran muy contentos con la reforma, que le ha dado un aspecto completamente distinto al paseo, pero hay detalles que creen que se pudieron hacer mejor. Su encargado, Miguel González, dice que «habiendo hecho un paseo nuevo se podrían haber estudiado más algunos temas».
Para empezar que no se hayan separado las pluviales y las fecales, al menos en apariencia. «Cuando llovía antes se nos levantaba aquí la alcantarilla y ahora se les levanta a los del negocio de al lado». Otro aspecto que echa en falta son más duchas, cambiadores para minusválidos y baños como hay en Talamanca.
También hay aspectos que en un principio le parecieron bien y ahora no está seguro de que fueran un acierto, como la pasarela de madera.
«Es la zona en la que creo que anidaron las ratas (el pasado verano). La gente mete debajo la basura de los botellones. Es una zona que necesitará limpieza, porque todo va debajo de la tarima».Se trata de una problemática en la que se mezcla la dificultad para limpiar esa zona con el incivismo de la gente.
El chef del restaurante América, Michel le Cricchio, destaca que hay mucha más luz, está mucho más abierto al mar y se ha eliminado la barandilla que limitaba el acceso a la playa. Entre los aspectos que no entiende está el carril bici, delimitado por una vía para personas invidentes que, de utilizarla, podría provocar algún accidente. Tampoco le convencen las baldosas. En su zona de terraza tienen algunos trozos que no consiguen limpiar «ni con la Kärcher».
El camarero de un local junto a la plaza Julián Verdera agradece que haya aumentado la seguridad en la zona, ya que «antes había más robos». Lo que dice que «genera inseguridad» son las palmeras. Cuenta que cuando se rompió la copa de una de ellas por culpa del viento tuvo que poner la pizarra del menú del bar «para que la gente no pasara por debajo» hasta que llegaron los bomberos.