Ibiza tiene un nuevo refugio para aquellos que no tienen hogar. El albergue que el Consell d'Eivissa ha instalado en el polideportivo de sa Blanca Dona para ayudar en estos tiempos de la crisis de la COVID-19 y que está gestionado por la Cruz Roja ya lleva tres noches en funcionamiento. El primer día fueron 14 las personas que disfrutaron de sus servicios, mientras que el segundo pernoctaron ya 32, de las cuales tres son mujeres.
Tanto en el Consell como en la Cruz Roja están más que satisfechos con este servicio de refuerzo. «Las cifras demuestran que era algo necesario», aseguró el director insular de Bienestar Social, Santi Marí. Marí señaló, además, que la previsión es que el número de usuarios «vaya creciendo» con el paso de los días y no descartó que se dé un importante pico una vez que los hoteles, hostales y pensiones se vean obligados a cerrar por el Real Decreto. En este sentido, recordó que el albergue tiene plazas para 50 personas, aunque se puede ampliar a unas 70.
En cuanto al funcionamiento de este albergue temporal, la Cruz Roja cuenta con 10 personas que se van turnando para facilitar los diferentes servicios. También hay en todo momento dos vigilantes que velan por el buen funcionamiento del lugar. Los usuarios, además de contar con camas para pasar la noche, tienen a su disposición duchas y aseos, así como lavadoras para mantener limpia su ropa. En cuanto a la alimentación, se sirve desayuno, comida y cena a través de un servicio de catering.
Convivencia
Mary Castaño, coordinadora de Cruz Roja en Ibiza, se mostró feliz por poder ayudar a estas personas y valoró que la convivencia está siendo «muy buena». «Conocemos a los usuarios y ellos nos conocen a nosotros. Están respetando las normas y no está habiendo problemas», señaló.
Sí reconoció que hubo un caso aislado por el que tuvieron que requerir la presencia de la Policía para tranquilizar a una de las personas. En este sentido, Marí explicó las particularidades de algunos de los usuarios que tienen dependencias.
Una de las principales medidas de este albergue es que todo el que entra no debe salir. Si alguien lo hace, no podrá regresar. «El objetivo es exponer a los usuarios lo menos posible al virus, por lo que, si deciden salir, no pueden volver a entrar. Aquí tienen la zona ajardinada para poder pasear», explicó Castaño.
Otra de las medidas que se está tomando para la prevención es el control de la fiebre. Antes de la hora de la ducha, todos los usuarios y los trabajadores se ponen el termómetro. También se la toman a todo el mundo que quiere entrar.
En este sentido, la instalación cuenta con una habitación aislada para enviar allí a cualquier persona que presente síntomas.