Luzdivina Sánchez lleva tres años atendiendo siempre con una gran sonrisa a todos los clientes que se acercan a repostar gasolina o a comprar algún producto que les hace falta en una de las gasolineras Repsol que están situadas en la Avenida de Sant Joan de Labritja, a la salida de Ibiza, justo enfrente de Fita Ibicentro.
Esa sonrisa y esa amabilidad, marca de la casa en esta mujer que cumplirá 56 años durante el mes de abril, sigue permanente a pesar de lo que estamos viviendo con el aumento del coronavirus y el estado de alarma decretado por el Gobierno de España. Lo único diferente en ella es que atiende detrás de una gran mampara transparente y que los clientes tenemos que pagar con tarjeta en un datáfono colocado en una mesa a unos metros de ella. «Esta mampara la vi en una farmacia y me pareció que sería buena idea que la tuviéramos como precaución en la gasolinera; pedí permiso para que nos la instalaran y lo hicieron, pero si te digo la verdad se hace muy extraño trabajar así, tan distante de la gente», aseguró Luzdivina a Periódico de Ibiza y Formentera el pasado miércoles por la noche.
A pesar de su sonrisa, también asegura que pasa miedo con el coronavirus. «No se si será por todo lo que dicen los medios de comunicación o por todo lo que leemos en los teléfonos móviles o internet, pero lo cierto es que si tengo algo de miedo por coger el virus y llevármelo a casa, donde está mi pareja es que diabético y población de riesgo».
Cada día más tranquilos
Además, asegura que ya ha aprendido a tranquilizarse en su puesto de trabajo. «Intento que todo sea lo más normal posible, atender como siempre he hecho a la gente que viene a echar gasolina, pero no me ha sido nada fácil porque, sinceramente, durante los primeros días de la epidemia, sin que lo quisiéramos, veíamos a cada cliente como un coronavirus con patas».
Por último, Luzdivina también explica que el volumen de negocio en esta gasolinera ha bajado muchísimo desde que se decretó el estado de alarma. «Como no se puede salir con el coche y no hay casi trabajos abiertos muy pocas personas cogen el coche y consumen gasolina y más aún por la noche, cuando puedo pasarme horas sin atender a ningún cliente», concluye.