Hoy hemos visto por fin la luz. Ha sido de golpe y de color azul. Lo hemos hecho al sumergirnos de cabeza en las aguas frescas de ese mar tan nuestro que nos estaba prohibido y donde hemos braceado libres, gritado de felicidad y sonreído a las nubes, mientras nos recordaban que aunque lo peor ha pasado no debemos bajar la guardia.
Los medios y el café tibio nos despertaban avanzándonos que en lugares como Ibiza y Formentera el estado de alarma podría apagarse antes.
Así que he marcado en mi calendario cerebral el 7 de junio como el fin de esta bitácora en la que llevamos 68 días conversando juntos en letras. Antes, quiero releerme los primeros capítulos que les dibujé para no olvidarme de nada. No pienso desaprender las lecciones de esta distopía que nos ha encerrado en casa para enseñarnos a ver el mundo con otros ojos y a los héroes de verdad sin capas. La nueva normalidad que nos espera debe vestirse a partir de ahora de valores y moralejas. La familia, los amigos, los instantes felices y los pucheros templando el alma son el mejor mantra para evocar cada día y recordar que hubo unos meses en los que unos nos morimos de miedo y otros de coronavirus, y que las mejores vacaciones son este martes por la mañana nadando en Cala Comte.
Los nuestros nos necesitan. Los de ayer, que siguen siendo los de hoy, mientras reabren negocios que son sus vidas y en los que para protegernos tendrán que ganar menos con los mismos mimbres. Así que vamos a volver a sonreír en sus peluquerías, bares y tiendas aunque sea con la cartera más apretada y la mano contenida. Para salir de esta nueva crisis, la económica que viene cosida a la sanitaria, nos necesitamos todos, unidos y con las manos y con la boca bien limpias, para que nadie nos contagie enfermedades físicas ni mentales.
Vengan conmigo, relean sus temores y sus lágrimas de estas semanas. No se olviden de ellos, de los que ya nos han salvado cuando han podido y quienes se han derrumbado ante miles de vidas consumidas sin consuelo. No se merecen volver al infierno, al matadero, y ahora es nuestro turno. Seámosles fieles al menos. Síganme, sean de los que sí que han crecido, de quienes escogen cambiar el mundo, hacerlo más bonito, ya que nos lo han roto, y más honesto. Hagámosle un corte de mangas a los de arriba y enseñémosles realmente qué queremos. Cambiemos las reglas del juego y saquemos del tablero a quienes no merecen los colores de sus fichas. Salgamos de las cavernas y miremos hacia el sol porque allí fuera, tirados en la arena de esa playa fina que nos acuna, está el mapa del tesoro.
Yo hoy escojo mandar sobre mi tiempo, respetar a los nobles y ser su fiel escudera. Yo hoy elijo releer cada día las lecciones de este examen para no olvidarlas nunca. Yo no sé ustedes, pero a mí volver al pasado ya no me interesa, escojo este mundo nuevo.