A las nueve de la mañana llegaban los primeros alumnos del nuevo colegio de Sant Josep, el CEIP Ses Planes. Ayer era el turno de los más ‘peques', que llegaban con distintas ilusiones, agarrados de las manos nerviosas de sus madres y padres. Ayer solo estuvieron media hora, para una primera toma de contacto, y estaban convocados cada hora un grupo. A su vez, hay media hora entre grupos, que sirve para limpiar y desinfectar las aulas, al mismo tiempo que el personal docente gestiona como puede el orden del momento en el que los pequeños vuelven corriendo a los brazos de mamás y papás.
Tras dejar a sus hijos en manos del profesorado, algunos con más ilusión y otros con la típica resistencia a dejar a sus mamás, los progenitores no dejaron pasar la oportunidad de inmortalizar ese momento tras las vallas y teléfono en mano ya que no puede entrar al centro nadie ajeno a él.
Laura Carrascosa, directora del flamante colegio, afronta este extraño curso con alegría pese a las circunstancias. «Por dos razones: primero por volver a la actividad escolar que tanto hemos echado de menos. Hemos echado de menos a los alumnos y a la vida en las aulas y recuperarlo es motivo de alegría. La segunda razón es por tener la oportunidad de inaugurar este nuevo centro, en el que todo el claustro ha estado implicado, tanto en el traslado, como en la organización de los espacios. En el claustro estamos contentos como niños ante un regalo de los reyes magos», precisó Carrascosa.
Como todos los centros, también han tenido que adaptarse a las medidas de sanidad. Se han desdoblado grupos, con la suerte de tener espacio suficiente para montar más aulas y así poder bajar las ratios. Los grupos que entraron ayer, 44 alumnos, estaban distribuidos en dos clases, se ha añadido una clase más, por lo que la ratio se reduce a 15. Aparte de las medidas higiénicas de lavarse las manos, distancia social y ventilación también se hacen grupos estables de convivencia, donde un solo docente se encarga de un grupo de alumnos. Al patio se saldrá por turnos y en espacios diferenciados, igual para ir al baño. Por parte de las familias, deberán tomar la temperatura y ser rigurosos con la puntualidad.
En primera persona
Adara es la hija de Azahara. No se sabe quién está más emocionada, si hija o madre. Azahara recuerda lo duros que han sido estos seis últimos meses, pero confía en las medidas del colegio y espera que el curso se pueda desarrollar lo más normal posible. La pasada noche, Adara apenas había dormido de la emoción. Ainara no lo tenía tan claro, no ha ido al ‘cole de verano' e Isabel, su madre, lleva una semana preparándola. Aunque tiene las dudas razonables ante la situación, sí que ve el nuevo colegio con buenos ojos «se ve grande, son pocos en clase, a ver qué pasa…», comentaba ayer. Luna, por su parte, lo llevaba bien; echaba de menos el cole hasta que «le ha hecho la jugada» a María, su madre y «le ha montado el numerito» a la hora de entrar sola a clase. Lola entró ayer directamente tras despedirse de su madre, Carolina, que estaba convencida de que las medidas son las adecuadas. Arya lleva meses pegada a sus padres y quería quedarse en casa. «Ha entrado muy tímida, pero bien», explicaba Isa, su madre, que también es docente y pone en valor cada granito de arena que ponen tanto familias, docentes, alumnos y personal no docente para que el curso pueda seguir adelante.