Son las 08.15 de la mañana. Marcelo Sastre, el fotógrafo y yo, llegamos hasta la puerta de la casa de Emma Torres en Sant Antoni. Subimos al segundo piso, llamamos a la puerta y a los pocos segundos oímos unos pasos acelerados. Enseguida se abre la puerta y nos encontramos con la sonrisa y la mirada alegre de Aira.
A sus cuatro años, cumplidos el 4 de junio, viste un precioso vestido blanco y aunque al principio nos mira con cara inteligente intentando analizar quienes somos enseguida nos conquista a los dos. Le pedimos que nos enseñe el libro que está leyendo y rápidamente se pasan las dudas y descubrimos las ganas que tiene de volver a su colegio, el Guillem de Montgrí.
Su madre, Emma, también radiante con un vestido estampado, nos atiende con la misma sonrisa que su hija.
«Aira está encantada, con muchas ganas de volver a clase porque ya empezó el año pasado en el colegio y ha hecho muy buenos amigos a los que hace mucho tiempo que no ve y porque, a pesar de tener Síndrome de Down, allí se trabaja muy bien la inclusión y es muy querida dentro de la clase», nos explica mientras su pequeña posa, casi como una profesional, ante el objetivo de la cámara de Marcelo.
Pasamos apenas un cuarto de hora en la vivienda, pero es más que suficiente para comprobar que Aira tiene muy bien interiorizado lo que tiene que hacer para prevenir el coronavirus. Se lava las manos en el baño y, a pesar de que tiene cuatro años y no es obligatoria la mascarilla, al ver que cómo la llevamos se coloca con soltura la suya, preciosa, con un unicornio pintado. «Aunque sabemos que no es obligatorio por su edad intentamos que cumpla con todas las normas porque, aunque es muy pequeña, tiene que intentar normalizar en la medida de lo posible la situación tan complicada y ser consciente, a pesar de su edad, que hay que protegerse para evitar contagios».
Incluso nos da tiempo para que sigamos bromeando, juguemos con las manos, nos enseñe su soltura poniéndose los zapatos, le regalemos una hoja dedicada y pueda meter en su mochila rosa con estampados todo lo necesario para este primer día de clase. «Es pequeña porque ella aún no es muy fuerte pero luego, cuando tenemos que meter las cosas dentro, siempre nos quedamos sin espacio», bromea Emma mientras la pequeña Aira echa una mano sin dejar de mirar de reojo a Marcelo.
En torno a las 08,45 horas salimos al pasillo del segundo piso y madre e hija lo hacen caminando de la mano. Les dejamos que anden hasta el ascensor, pero Aira mira constantemente hacia atrás, vigilando que no nos quedemos atrás. Hemos hecho muy buenas migas y eso se nota al montar en el ascensor y al salir juntos de la mano, sorteando los escalones del portal y saludando con una gran sonrisa a los vecinos con los que nos cruzamos.
La llegada al colegio
Un cuarto de hora después, a eso de las 09.00 horas, Emma y Aira llegan andando a la puerta del Colegio Guillem de Montgrí. Nosotros les esperamos y les acompañamos hasta la puerta. Este año, para evitar aglomeraciones, el centro ha decidido habilitar dos entradas y el acceso será escalonado. Hay que ser puntual porque la hora de acceso es a las 09.10 horas y ya están esperando numerosos padres.
Todos con la mascarilla puesta y en la medida de lo posible, manteniendo la distancia de seguridad. Muchos se giran para saludar a la pequeña Aira, sobre todo muy buenos amigos como Elena Lucía, Archie y Olivia, y los padres intercambian comentarios y sonrisas pero ninguno, siguiendo las indicaciones de Sanidad, se abraza y se da un beso, aunque se note que ganas no les faltan.
Más fotos, los amigos posan juntos y ellos sí se tocan y se abrazan. Cuesta explicarles lo de la distancia de seguridad porque son menores de seis años y se tienen ganas. Mientras sonríen a la cámara de fotos llega el aviso de que hay que entrar. Se monta revuelo y se rompe la distancia de seguridad porque a muchos padres les cuesta despedirse de sus hijos y se hacen un pequeño lío con eso de no poder entrar. Mientras, ellos les miran y sonríen sin dar importancia a la escena, demostrando que, en ocasiones, están más educados que nosotros. Los pequeños se colocan en fila ordenadamente, Aira justo delante de su inseparable Archie, y entran en el centro de la mano de su profe. En cinco minutos concluye todo. La vuelta al colegio más especial de Aira y sus amigos concluye con alegría, ilusión y nervios. Y de momento sin incidentes.