Calles peatonales limpias y con una estética unificada, con restaurantes y bares de tapas «como en el norte», con tiendas de artesanía y de ropa típica ibicenca, «con bares de copas también, ¿por qué no? Pero con otro tipo de ambiente».
Así desearían que fuese el West End prácticamente todos los vecinos de Sant Antoni, incluso aquellos que durante décadas han vivido y exprimido al máximo ese otro modelo que ahora ya no gusta ni a sus propios creadores. «El West se ha degradado y ha dado ya sus últimos coletazos feos», asegura Paquita Cardona, una de las propietarias con más locales en esta zona. «Ahora hay gente joven que quiere de verdad transformar el pueblo en serio», apunta. Uno de ellos es José Alarcón. «Estamos en un momento clave. Tenemos muchos clientes de Sant Antoni que nos han pedido que les ayudemos a gestionar sus locales y, por otro lado, tenemos inversores que nos están preguntando por Sant Antoni. Es un momento en el hay gente que quiere algo y gente que busca algo y estamos intentando conectarles». Alarcón es director de Ses Pedretes Inversiones, empresa que se dedica, entre otras cosas, a atraer inversores a zonas interesantes y con proyección. Y ahora mismo el West cumple esas dos premisas. Ha hecho falta una pandemia mundial y el cierre absoluto de toda esta zona para que muchos empresarios se dieran cuenta de que el West ya no puede seguir siendo el West. Seguramente, lo sabían desde hacía muchos años, pero la inercia de abrir cada temporada con el mismo modelo era demasiado cómoda.
«Ha sido un año desastroso y nos ha planteado la oportunidad de ver las cosas con perspectiva», explica Joan Pantaleoni, otro de los históricos del West. «Es muy difícil reunir a empresarios de distintos sectores en un verano normal; todo el mundo trabaja y una vez pasado el verano las cosas se dejan de lado. Es cierto que dicen que de las crisis salen oportunidades, a ver si conseguimos crear una oportunidad de esta gran crisis». Pantaleoni se muestra escéptico, sin embargo. Tiene claro, él y otros muchos como él, que el West ha tocado fondo y, si bien es cierto que admite que por primera vez se está produciendo un debate sereno y serio sobre un cambio de modelo, también asume que es muy difícil empezar. «Cambiar una zona donde hay 60 locales, hasta conseguir que el cambio empiece a ser atractivo para la mayoría… quiero verlo. Pero lo que está claro es que hay que dar un paso adelante y empezar a cambiar esto porque el West tal y como está no es bueno ni para Sant Antoni, ni para la isla, no es bueno para nadie». Y deja clara una cosa, el cambio «lo tenemos que hacer los empresarios de aquí, porque los empresarios del West tenemos ahora mismo una gran oportunidad que no podemos dejar escapar».
Inversión pública y privada
Pantaleoni, además, pide a las administraciones que se vuelquen en este cambio. Él, que ha sido concejal de Gobernación en el 2003, explica con conocimiento de causa, que no siempre las administraciones van al ritmo de la ciudadanía. Pide que la tramitación de las nuevas licencias se haga con celeridad, que haya exenciones en el pago de tasas municipales para todo aquel que se decida a cambiar el modelo, rebajas fiscales, etcétera. Y no parece que vaya a tener problemas en este sentido porque si realmente los empresarios quieren modificar por completo su modelo de negocio, no van a encontrar a una administración enfrente sino al lado. Así se posiciona el alcalde Marcos Serra que no puede estar más a favor de un cambio radical para este barrio. «La concejalía de Hacienda lleva tiempo trabajando en propuestas para poder ofrecer a los propietarios medidas económicas. Si quieren cambiar un bar de copas por un restaurante o una tienda de ropa hacerles rebajas fiscales que no tengan que pagar la tasa de la obra pública o el IBI, subvenciones... estamos en ello», explica Serra. Además, anuncia que están trabajando en los pliegos para licitar el embellecimiento de todo el casco urbano: «Si hay que hacer algún cambio en el planeamiento del urbanismo de esta zona se hará y esperamos que la obra pública se pueda adjudicar el invierno que viene». La idea que tiene Serra para esta zona es muy similar a la del resto de entrevistados «ya lo presentamos en un video en campaña, remodelación estética, soterramiento de líneas eléctricas, unificar fachadas, quitar cartelería, bares donde la gente pueda estar en la calle tomándose un zurito, con tranquilidad… queremos que cambie el modelo turístico dando un salto de calidad y para esto la inversión pública y privada tienen que ir de la mano».
Gran área comercial con franquicias
Pero, sin duda, la propuesta más «rompedora» es la que presenta José Alarcón. Al contrario que Pantaleoni, él está convencido de que el cambio tiene que venir de la mano de inversores de «fuera». Él y «la gente que tiene detrás» lo ven como una gran área comercial, de restauración, de comercios y de franquicias. «Lo que tenemos aquí no lo hay en ninguna otra parte de la isla: una zona peatonal conectada con el paseo marítimo, con un Club Náutico, con la puesta de sol y la mejor bahía de Baleares. Si a eso le unimos tiendas restaurantes, copas, podría ser una zona turística de referencia a nivel europeo», sentencia Alarcón, que asegura que ya ha tenido contactos con algunas de las franquicias nacionales más importantes y «podrían venir fácilmente». Y añade que «estamos en un momento crucial» e insinúa que algunas cadenas hoteleras internacionales también tendrían ahora el foco en esta zona de San Antoni para atraer un turismo «medio alto». Y lo explica con energía y optimismo. «Se hará, no en un corto plazo, pero se hará», apunta.
No tan optimista se muestra Fina Tristán, vecina del West desde hace 70 años. «No me creo que lo vayan a hacer», afirma. «Esto antes era una calle normal, aquí había higueras, con casas payesas, había una carnicería, una zapatería, era precioso», apunta con melancolía. Fina es una de esas vecinas que nunca se ha planteado vivir en otro sitio a pesar de los cambios y la degradación que ha experimentado su barrio y de la que ha sido testigo. «He visto de todo, de todo, cómo mataban aquí en la puerta de mi casa a una persona y el grito que dio no se me olvidará nunca. Y luego están las peleas, las carreras, los golpes, hasta a una mujer maltratarla aquí… de todo».
Asegura que el cambio se tendría que haber hecho antes y no ahora, aprovechando todo «lo que ha pasado» [en relación a la pandemia]. Y concluye con un deseo: «Yo ya tengo muchos años, pero ¡ojalá que lo hagan! [la reconversión del West] y así yo me iría muy tranquila a la otra parte».