Priscila Monteiro Kosaka (Brasil, 1980) es química e investigadora del CSIC. Lleva cinco años desarrollando un proyecto de detección precoz del cáncer de mama gracias a la financiación de la Asociación Elena Torres Contra el Cáncer y, recientemente y ha ganado la prestigiosa Beca Fero para ampliar su investigación al cáncer de pulmón. Enamorada de su trabajo, en los últimos meses esta química brasileña está trabajando además en el desarrollo de un sensor para detectar el SARS-CoV-2, codo con codo con su estudiante Sergio García. De alguna manera que solo alguien de su nivel podría entender, ha sacado unos minutos de su preciado (nunca mejor dicho) tiempo para charlar con Periódico de Ibiza y Formentera en el Día Internacional contra el Cáncer de Mama.
—Usted dirige el proyecto de detección precoz de cáncer de mama y de pulmón mediante biomarcadores desde hace cinco años. ¿Nos podría explicar, a los profanos en ciencias, en qué consiste esta línea de investigación?
—La detección precoz del cáncer es algo que desde siempre se ha querido lograr ya que el cáncer se detecta cuando hay síntomas y la mejor manera de evitar tantas muertes es la detección temprana y de una manera no invasiva. No nos podemos estar haciendo TACS o mamografías todos los años, bueno, las mujeres a partir de cierta edad sí, pero en el caso del pulmón, por ejemplo, no se pueden hacer placas con la frecuencia que sería necesaria. La mejor manera sería hacer un screening, un barrido de la población todos los años a través de un análisis de sangre. De esta manera se podría detectar la enfermedad con un test simple no invasivo, buscando biomarcadores marcadores en sangre. Las células, cuando se transforman en malignas, sufren cambios en su composición, vamos a llamarlo así, entonces producen una serie de proteínas que no se encuentran en una célula sana. Todas las células están conectadas a través de las arterias, las venas, los capilares… por lo que este material acaba en el torrente sanguíneo. De ahí que se busquen marcadores específicos de estas proteínas en la sangre. El problema es que para poder detectarlo precozmente, cuando el tumor tiene milímetros y se puede tratar más fácilmente, estas células segregan una cantidad muy pequeña de esta proteína en la sangre. Por eso es necesario encontrar una tecnología con la sensibilidad suficiente para poder detectar esta proteína tan rara y poco abundante en la sangre.
—Entonces, ¿con la misma técnica se podrían detectar otros tipos de Cáncer?
—Así es. Nuestro objetivo es que sea una tecnología universal. Empezó con el cáncer de mama, que es un cáncer muy estudiado y es un buen punto por donde empezar. Son marcadores diferentes para los distintos tipos de cáncer, por lo que hay que desarrollar un sensor nuevo por cada tipo de marcador, pero la base de la tecnología es la misma.
— Esta investigación le valió la Beca Fero. ¿Qué papel ha jugado la Asociación Elena Torres en el desarrollo del proyecto?
—Mi relación con la asociación Elena Torres empieza en 2015; fue gracias a su apoyo que empecé mi línea de investigación. Se me terminaba una beca justo cuando estaba consiguiendo buenos resultados, y por medio del programa ComFuturo del CSIC, mi proyecto fue escogido para ser becado para el desarrollo de tecnologías contra el cáncer por la Asociación Elena Torres. Empecé con el cáncer de mama, desarrollando los sensores y recientemente he terminado los test con muestras reales. Lo que estamos haciendo ahora es el desarrollo de software para intentar buscar una señal que nos pueda indicar qué proteína es la correspondiente al cáncer de mama y diferenciar qué tipo de cáncer de mama es, ya que hay varios tipos: hormonal, triple negativo… Por lo que no solo podremos detectar el cáncer sino que también podremos ayudar a diagnosticar de qué tipo es y así poder encontrar el mejor tratamiento.
—¿En qué punto se encuentra la investigación?
—Acabamos de hacer las primeras pruebas con muestras reales; éste es un paso crucial, ya que hay nanotecnologías que han llegado a límites de detección muy bajos en muestras controladas en laboratorio, pero que han fallado justo en ese paso. Esta primera fase que estamos terminando es para demostrar que la tecnología puede llegar a la población en el futuro porque funciona con muestras reales. También nos toca desarrollar un software para tratamiento de datos y así poder analizarlos. Con el análisis de estos resultados, que estamos finalizando, podremos ver la respuesta que nos da el sensor: si podemos discriminar distintos tipos de cáncer, si podemos detectar una proteína específica…etc. Todo esto con un volumen muy pequeño de muestras ya que no hemos podido conseguir grandes volúmenes. Cuando conseguía un ‘mucha' muestra eran como dos mililitros y eso no es nada. Era como hacer magia.
—¿Es complicado encontrar muestras?
—Fue difícil encontrar muestras porque lo que buscaba eran muestras muy específicas. Necesitaba muestras de pacientes con un cáncer de mama en los estados iniciales, sin metástasis y muy localizados, ya que estos son los tipos de tumores que estamos interesados en poder detectar haciendo un screening en la población general.
—¿Cuándo llegarán los resultados a la sociedad?
—Estos resultados, del cáncer de mama, esperamos tenerlos para finales de año, luego tengo que preparar un artículo para su publicación. Pero antes hay que someterse a una serie de preguntas de los expertos que hay que responder y, si todo está bien, después se publica en una revista especializada, pero puede tardar meses.
—¿Cree que la urgencia a la hora de desarrollar una vacuna contra la COVID-19 agilizará los protocolosy se puedan beneficiar otros proyectos? ¿Podría ser eso peligroso?
—Ahora hay mucha prisa sí, la verdad, y la carga de trabajo ha aumentado. Ahora también estamos en un proyecto del CSIC para desarrollar un sensor para la detección del Covid. Pero agilizar los protocolos puede ser peligroso porque hay que estar muy seguros. Por eso hay que pasar por una evaluación externa de expertos en el campo y que la gente sepa que ha sido evaluada en una publicación prestigiosa.
—Me dice que, aparte de sus investigaciones en cáncer de mama y de pulmón, también está trabajando con la Covid. La aparición de la pandemia, ¿supone también un lastre para otros proyectos de investigación?
—Un lastre de energía sí porque el número de personas que trabajan en esta línea sigue igual y hemos aumentado la carga de trabajo. Lo que hacemos para no retrasar ninguna de las líneas de trabajo es trabajar el doble.
—¿Como vivió una investigadora del CSIC la cuarentena? ¿Pudo seguir con sus investigaciones?
—Tuvimos que apagarlo todo y hasta finales de abril no pudimos conseguir los permisos para poder volver con Sergio García (mi estudiante) a arrancar de nuevo el laboratorio. Nunca en mi vida había tenido que apagar los equipos. El trabajo en laboratorio es siempre contínuo, unos se van de vacaciones pero otros se quedan trabajando y nunca se paran. En este caso tuvimos que apagarlo todo; hubo que congelar material, otro material como los cultivos que teníamos en el incubador se tuvieron que descartar y a la vuelta tuvimos que invertir semanas en descongelar células y retomar cultivos.
—Y con toda esta situación, ¿se siente optimista?
—Una tiene que ser optimista, [ríe] si no, no avanzas. Yo espero de verdad que con todo lo que estamos pasando, las personas en general y sobre todo los gobernantes se den cuenta de la importancia de la investigación.
—Entonces, ¿considera que se necesita más financiación pública para la investigación?
—Sí. Pública y privada para transformar el producto y sacarlo al mercado es fundamental la colaboración público-privada. Llega un punto en el que la investigación debe llegar a la sociedad y es necesaria esta ‘interfaz' para desarrollar las investigaciones y, por ejemplo, fabricar una máquina que mañana pueda estar en un hospital. De hecho, hay una buena colaboración con la empresa privada a la hora de venderles patentes, aunque a veces nos da más trabajo ya que la empresa que se queda la patente necesita apoyo en el sentido de que habrá dudas y cosas en las que necesitarán nuestra ayuda para poder seguir adelante. Aunque no es nuestra obligación al ser nosotros quienes lo hemos desarrollado nadie más que nosotros tenemos la ilusión de que todo vaya bien, por eso siempre estamos abiertos a resolver cualquier duda. Si no, las cosas no avanzan y se acaban congelando.
—¿Llegará el cáncer a ser una enfermedad crónica con cura o, al menos, con tratamientos menos agresivos con las personas enfermas?
—Yo creo que sí. Hace unos años la gente moría y no sabíamos ni que había muerto de cáncer, hoy lo podemos detectar. Al poder detectarlo podemos entender mejor la enfermedad y, a partir de aquí, saber cómo se genera y cómo tratarla. Y pienso que con investigaciones como la nuestra con los biomarcadores o sobre cómo funcionan los fármacos vamos a entenderla cada vez más. Yo espero que tal vez nuestra generación, o si no la próxima, por fin pierdan el temor al cáncer que tenemos hoy. La investigación funciona así: trabajamos hoy para que las próximas generaciones puedan disfrutar de nuestros avances. Ahora todo va tan rápido que ojalá yo también pueda disfrutarlo ya que he trabajado tanto y así poder decir algún día ‘¡esto lo hice yo!' [su simpatía se desborda en una optimista carcajada].