Adriana Segovia (Formentera, 1995) es una chica muy conocida en Formentera. Su carácter afable y simpático y el trabajo con su madre en la peluquería familiar hacen que sea muy popular y apreciada entre sus vecinos. El pasado mes de noviembre dio un paso para el que llevaba preparándose dos años: nada menos que salvar una vida. Su donación de médula ósea a través de células madre se marchó para EEUU. Gracias a una base de datos mundial y ante la necesidad de un paciente con leucemia, se localizó a Adriana por su compatibilidad y rápidamente se puso todo el operativo en marcha.
— ¿En qué momento decide hacerse donante de médula?
— Todo empezó porque con 18 años decidí empezar a donar sangre y en una de las ocasiones me propusieron hacerme donante de médula ósea. Lo primero que pensé fue que debía de ser algo peligroso y que debían de abrirme. Es mucho más sencillo que todo eso y a partir de ahí empecé a informarme más. Mi bisabuelo murió de leucemia, yo era muy pequeña, pero mi familia siempre lo ha explicado con mucha pena. Eso me concienció y hace dos años me decidí a ofrecer mi médula para quien la pudiera necesitar.
— Dice que el proceso es muy sencillo…
— En mi caso, se hizo por aféresis que es un tipo de donación en la que se extraen, por separado las células madre de la sangre en un filtraje, es como una especie de diálisis. Cinco días antes de la extracción tenía que pincharme en casa unas dosis para estimular el crecimiento de las células madre que generalmente están en el interior de los huesos y de ese modo pasan a la sangre.
— Su donación es muy probable que acabe salvando una vida…
— (Se le ilumina el rostro) Sí es algo súper bonito.
— ¿Que siente en el momento de que toma conciencia de ello?
— Para empezar una enorme responsabilidad, especialmente ahora con el coronavirus y después muy feliz, me contaron que para las personas con leucemia es muy difícil encontrar a un donante compatible al 100% y en muchos casos después de años de espera tienen que optar por otros métodos menos efectivos. Me hace muchísima ilusión poder aportarle algo tan vital a alguien con quien a partir de ahora seremos gemelos de médula ósea.
— ¿El receptor/a es anónimo/a?
— Sí, el trasplante es totalmente anónimo, desde el principio me dijeron que los datos personales quedan en secreto y luego me contaron que la petición venía de EEUU, lo que me hizo más ilusión todavía, poder ayudar a alguien que está tan lejos. Ha sido una experiencia preciosa, estoy muy contenta. Tuve la oportunidad de conocer a la persona que vino desde EEUU a recoger mis células y le acompañé hasta el taxi en Son Espases y me prometió que le daría un fuerte abrazo en mi nombre. Me han asegurado que en unos meses se pondrán en contacto conmigo para explicarme el resultado del tratamiento.
— Cuando hace pública tu donación se produce una reacción espectacular en las redes sociales. ¿Qué inputs has recibido?
— A mí me hubiese bastado con concienciar a un par de amigos de que esto es algo que hay que hacer para ayudar y al final ha tenido una repercusión que ni me imaginaba y estoy feliz. Todo empezó cuando hice un vídeo cuando acabé la donación, explicando la sencillez del proceso y se empezó a compartir, después lo subieron a la página de la Fundación Josep Carreras y se hizo viral. Me han enviado muchos mensajes de gente diciendo cosas muy bonitas.
Uno de esos mensajes me llegó al corazón, se trata de un padre desesperado, con un hijo de cuatro años, que desde los dos sufre leucemia. Desde entonces están buscando a un donante compatible y todavía no lo han encontrado. Él es un 50% compatible con el hijo y este ha rechazado el trasplante. Este caso demuestra que es muy importante que haya mucha gente que se dé alta como donante para que hayan más opciones entre las que elegir.
En otro caso, un señor me contó que él era donante y en un momento pasó a ser receptor. Está claro que nos puede tocar a cualquiera y ese es otro motivo más por el que convertirse en donante. A todos nos gustaría tener a alguien que nos pueda salvar la vida.
— España lidera año tras año las donaciones de órganos a nivel mundial, lo que demuestra una gran concienciación. Sin embargo por lo que nos está contando, la donación de médula ósea sigue siendo una gran desconocida…
— Es cierto, yo misma desconocía la sencillez del tratamiento. En mi caso, muchas personas me paran por la calle para preguntarme cómo ha sido y si me ha dolido. Sigue habiendo mucho desconocimiento y quizá se debería hacer más difusión. Incluso en el caso del otro método, el de la punción del hueso, el dolor se controla con anestesia general y es bastante sencillo, a cambio de poder salvar una vida. Por eso es muy importante que los que nos leen tomen conciencia de que su médula puede tener un enfermo compatible en la otra parte del mundo, como me ha pasado a mí y que en sus manos puedan tener la posibilidad de salvar una vida.
Quién me iba a decir a mí que podría salvarle la vida a alguien, estando en Formentera, una isla que en invierno está prácticamente desértica y me ha tocado a mí. Cualquier persona de entre 18 y 40 años puede ser donante, animo a los lectores a que se informen y den el paso. En mi caso me siento realizada para el resto de mi vida, es una experiencia formidable.
— Qué pena no poder conocer al receptor/a, ¿no?
— Sí, la verdad. Tiene que ser así, las donaciones son anónimas y hay que respetarlo, por muchos motivos. La Asociación me ha permitido hacerles entrega de una carta para el receptor/a y en ella le deseo mucha suerte y le cuento lo importante que es esto para mí y le doy las gracias por permitirme darle vida.