María Cotrina es auxiliar de Enfermería en la UCI de Can Misses. Tiene 29 años, es una persona sana, deportista, sin patologías previas y lo está pasando muy mal por culpa del coronavirus. Su pareja, también sanitario de Can Misses, dio positivo en covid el 7 de enero.
«Mi primera PCR salió negativa e hice los 10 días de aislamiento preventivo. Al noveno día de aislamiento me empecé a encontrar mal; sentí un fuerte dolor en el pecho. Ese día por la noche empecé con fiebre muy alta, una presión muy grande en el pecho y un cansancio extremo; me dolían las articulaciones muchísimo. Me repitieron la PCR y el día 21 de este mes me confirmaron el positivo. Soy deportista y jamás había sentido un cansancio así. He estado ocho días duchándome sentada porque no aguantaba de pie del cansancio y del dolor que tenía en las articulaciones», explica María, quien afirma, con voz fatigada y temblorosa, que «he pasado la peor semana de mi vida; lo estoy pasando muy mal». Aún no está recuperada, pero va mejorando lentamente. «Por la noche es lo peor; me sube la fiebre a más de 38 grados y del dolor y del malestar no puedes dormir. Los primeros días dormía sentada porque tumbada tenía la sensación de que me iba a ahogar. Me hicieron una placa y no tenía neumonía».
Sus síntomas empezaron por un dolor muy fuerte en el pecho, sentir pinchazos al respirar, un cansancio extremo, dolor fuerte de articulaciones, muchos mocos y diarrea.
Esta joven quiere transmitir un mensaje muy directo y claro a la ciudadanía de las Pitiusas: «Que no se lo tomen a broma porque no lo es. Soy una persona joven, sana, sin problemas de base, que siempre me salen las analíticas bien y ahora tengo problemas de todo; estoy tomando sueros isotónicos por la diarrera para no deshidratarme. El coronavirus nos puede afectar a cualquiera, no tienes que ser mayor ni tener patologías previas para que te afecte», precisa.
Otro de los mensajes que le gustaría que la gente entendiera es la importancia de mantener los círculos cerrados, es decir, hacer grupos burbuja y juntarse siempre con las mismas personas. «Los rastreadores, en mi caso, no tuvieron que aislar a nadie de mi círculo porque mi círculo estaba cerrado. No es lo mismo que yo dé positivo y tengan que aislar a 15 personas que el hecho de que yo dé positivo y no tengan que aislar a nadie. Es muy importante que hagamos grupos burbuja y tenemos que entender que es un virus muy contagioso; con un positivo se pueden aislar a 15 personas y, de esas 15, pueden salir siete positivos que acaben ingresados graves en el hospital», precisa.
La mente, según explica, juega un papel fundamental: «He intentado estar activa dentro de lo que cabe y del cansancio extremo que tengo» y reconoce que lo está pasando mal. «Todavía no sé qué día me podré reincorporar al trabajo, pero sí tengo claro que volveré con miedo porque esta vez lo he contado, pero no sé si me podré volver a contagiar o no porque hay personas que pasan el virus pero no desarrollan anticuerpos».
Profesionales agotados
Además de la gravedad de la situación en cuanto a contagios que está viviendo Ibiza, María quiere dejar claro que los profesionales sanitarios están agotados, que falta personal y que están llegando al límite: «Si no se cuida al personal sanitario, el personal sanitario no aguantaremos mucho más. Estamos haciendo turnos de 12 horas con un día libre entre turno y turno. Quiero que la gente entienda que los profesionales sanitarios estamos dando el mil por mil en esta pandemia. Estamos desbordados y no sabemos cuánto más podremos aguantar esta situación. Pedimos al Gobierno que evite la fuga de personal sanitario, que establezcan una indemnización por residencia porque los sanitarios no nos vamos, nos echan». En este sentido, se ha creado una plataforma de profesionales sanitarios en Ibiza (Plataforma USEIRI) para exigir una mejora de las condiciones laborales, según relata, y se están preparando acciones reivindicativas.
María lleva desde el pasado mes de marzo trabajando exclusivamente en zona covid en Can Misses y ha visto situaciones complicadas: «Es muy duro ver cómo entra alguien hablando y sale, por desgracia, en una caja. También es muy duro ver a un paciente que está tres meses contigo y que no consigue superar el virus y ver cómo hay quien sí que lo supera, pero le quedan secuelas. También hay momentos emotivos, como la primera conversación de una madre con sus hijos por videollamada después de dos meses sin verla ni hablar con ella, porque si todo fueran momentos duros el calvario emocional no habría quien lo aguantase», concluye.