El nombre de Alan Cantos está íntimamente relacionado al Tíbet y a China. Madrileño, graduado en Física, oceanógrafo de profesión y residente en Ibiza desde hace décadas es el actual presidente del Comité de Apoyo al Tíbet (CAT) y junto al abogado José Elías Esteve ha conseguido denunciar por primera vez en la historia el genocidio, los crímenes contra la humanidad, la tortura, el terrorismo de estado y los crímenes de guerra que se producen en Tíbet identificando a los responsables del gobierno chino. Sin embargo, tras 20 años de trabajo el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha rechazado estudiar el archivo de la causa.
—¿Cómo queda ahora el Tíbet?
—Sus víctimas están desamparadas porque nos han cerrado el camino de manera ilegítima. Después de muchos años de investigaciones, de declaraciones de expertos de todo el mundo en la Audiencia Nacional y tras conseguir el procesamiento de, entre otros, los expresidentes Hu Jintao y Jiang Zemin y el exprimer ministro Li Peng, el gobierno chino ha logrado paralizar todo.
—¿Cómo ha podido ser posible?
—Por sus amenazas al gobierno español y por la última reforma de la Justicia Universal que llevó a cabo Mariano Rajoy. Una reforma que no solo ha tumbado el caso de las víctimas del Tíbet sino también los abusos que ha llevado a cabo Estados Unidos o que se han producido en Ruanda. Sentimos una gran tristeza porque es una vergüenza y un síntoma malísimo para nuestra democracia y sociedad.
—¿Tan largos son los tentáculos del gobierno chino?
—Sin duda. Actúa de una forma sencilla y a la vez sutil y oscura porque su poder económico amenaza de manera flagrante a las democracias europeas. Y esto quedó aún más claro en España. Cuando conseguimos las imputaciones de los altos cargos chinos mandaron una delegación al parlamento español y aunque no hay transcripciones oficiales porque no dejaron rastro sabemos a ciencia cierta que amenazaron a España si seguía el caso adelante. Catalogaron al Comité de Apoyo al Tíbet como una ONG separatista y desprestigiaron a los jueces españoles. Incluso, cuando el juez Pedraz quiso viajar a China para tomar declaración a los investigados amenazaron con repatriarle en el mismo momento en que pusiera un pie en el país.
—¿Y cómo se sienten ahora?
—En una sensación tremenda de desamparo jurídico completo al final de la carrera, justo cuando la Interpol había decretado órdenes de busca y captura. Ahora, al cerrarse el caso, ya no tienen que dar explicaciones por los crímenes horribles que han llevado a cabo durante dos épocas distintas.
—¿Y las víctimas?
—Se puede imaginar. De hecho, tres de nuestros testigos legendarios que pasaron más de 30 años en la cárcel por defender el regreso del Dalai Lama o que el Tíbet nunca será chino – Palden Gyatso, Takna Jiche Sangpo y la mujer Ama Adhe –, han fallecido sin ver el final de este proceso. Aunque hemos hecho todo lo que hemos podido, no podemos evitar tener la sensación de que les hemos fallado.
—¿Por qué empezaron con la investigación?
—El precursor de todo fue el joven y súper valiente abogado y profesor de Derecho Internacional en la Universidad de Valencia, José Elías Esteve Moltó. Su tesis magna cum laude versaba sobre el derecho internacional en el Tíbet y su libro El Tíbet: La frustración de un Estado. El Genocidio de un pueblo se ha convertido en el gran referente del estatus jurídico del Tíbet a nivel internacional. Tras estudiar todo, se sintió en la obligación moral de denunciarlo y finalmente consiguió poner en valor por primera vez en la historia el genocidio que ha llevado a cabo China en este país.
—Ahora, ¿cuál es la situación?
—Se sigue produciendo un genocidio que yo llamo a cámara lenta después del salvaje que se llevó a cabo en la primera fase de la invasión del Ejército de Liberación chino por el Este, en torno a 1949. Su excusa fue liberar al pueblo tibetano del poder feudal y del poder teocrático del Dalai Lama y al final están aniquilando su cultura.
—¿Es lo que muchos llaman la invasión silenciosa?
—Sí. Por ejemplo se está echando a los nómadas que mantienen vivo el ecosistema del altiplano y están arrinconando a muchos ciudadanos tibetanos igual que se hizo con los indios nativos americanos. Incluso peor, porque lo hacen en recintos vallados con pequeños apartamentos aislados, sin posibilidad de recursos, engañándoles con precios muy baratos y donde hay alcohol y prostitución.
—Todo esto que cuenta, no acaba de ser muy conocido. ¿Por qué?
—Creo que es una mezcla de ignorancia y miedo a las consecuencias al poder de China. Es como darte contra una pared como sucede también con casos de Estados Unidos por ejemplo. Y es una gran desgracia porque estamos hablando de un genocidio que ha afectado ya a más de 1,2 millones de tibetanos.
—Da la sensación de que solo se oye hablar cuando sale Richard Gere o el Dalai Lama...
—Es cierto pero creo que es fundamental la visibilidad que le da el budismo. Es difícil evaluar por qué algo tiene fama y por qué no pero es necesario que se de mayor visibilidad a las cerca de 150 personas que se han inmolado para reivindicar la situación. Algo que, desgraciadamente, no encuentra mucho altavoz en los medios de comunicación.
—Cuando se lo cuenta a los partidos políticos españoles, ¿qué le dicen?
—Es complicado porque el genocidio del Tíbet saca lo peor de la izquierda y la derecha. Saca sus vergüenzas lo cual es una aberración, porque un genocidio no entiende de significaciones políticas. Por un lado hay parte de las izquierda, que yo a veces llamo maoístas nostálgicos, que considera sin haber leído ningún libro ni haberse documentado que realmente no es para tanto lo que está haciendo China, defendiendo además que actuara contra el poder feudal y teocrático. Mientras, en el Partido Popular solo reaccionan cuando les hablamos de esterilizaciones y abortos forzadas o infanticidios para frenar la natalidad y evitar que haya más tibetanos. Sobre el resto miran para otro lado porque China tiene el 20% de la deuda exterior española o ellos tienen demasiados intereses comerciales
—¿Cuáles son ahora las mayores reivindicaciones del Tíbet?
—Volver a ser un país independiente como ya lo fueron. En el libro y las investigación de Esteve Moltó se habla de que tuvieron relaciones con las Naciones Unidas, pasaporte, sellos... fueron un país antes de que llegara China. Algo que, por cierto nunca han tenido algunos territorios que desde hace tiempo proclaman su independencia en función de un sentimiento nacionalista. Además, quieren el regreso del Dalai Lama y que no se siga con esa política de ataque al tibetano que ya ha conseguido que en muchas escuelas del país esté prohibido.
—Y ya la última, ¿por qué es tan importante este pequeño país para China?
—Porque no tiene fuerza militar y sí muchas cosas aprovechables. Ya han conseguido deforestar toda la parte baja del país y en el altiplano los chinos han colocado la base de misiles más alta del mundo. Además hace frontera con Pakistán y con India y eso estratégicamente es muy importante y en su territorio nacen seis de los ríos más importantes de Asía llegando a nutrir a 12 países.