Desirée Guillén Fopiani (Cádiz, 1984) es la psicóloga clínica responsable del Programa de Atención y Prevención del Suicidio en Ibiza y Formentera. Este programa preventivo y ambulatorio que empezó este año nace para tratar y realizar un seguimiento específico a personas que hayan intentado quitarse la vida o presenten riesgo de llevar a cabo un acto suicida.
—Cada 40 segundos una persona se suicida en el mundo. En 2019 en España se suicidaron 3.671 personas, más de 10 al día. El suicidio es la segunda causa de defunción en el grupo de 15 a 29 años. ¿Cree que la gente es consciente de esto?
—Para nada. Yo creo que ni la gente de a pie, ni muchos profesionales. Es algo que hasta que no te pones a mirar bien y a fondo, no te das cuenta de la gravedad del tema y lo alarmante que es. Es verdad que son datos muy dramáticos y que hacen evidente que el suicidio debe ser un tema prioritario.
—¿En qué consiste el nuevo programa y hasta qué punto era necesario que se implantase aquí?
—El Programa de Atención y Prevención del Suicidio es un programa asistencial y preventivo de la conducta suicida. El objetivo es intervenir con personas que tengan ideas autolíticas y tengan riesgo de suicidio o personas que hayan experimentando un intento de suicidio previo. Es un programa a nivel ambulatorio que se realiza desde Consultas Externas y está dirigido a personas con diagnóstico de Salud Mental o personas que por sus circunstancias personales presenten este riesgo en un momento dado. Es un programa que complementa y apoya la actividad asistencial que se da desde Salud Mental. Lo que ofrece el servicio es mejorar la asistencia psicológica y lo que hacemos es dar una mayor frecuencia de consultas ambulatorias, un mayor seguimiento durante el periodo de crisis de la persona. Se suma al tratamiento que lleva, si ya lo llevaba; o en el caso de no tener seguimiento en Salud Mental, se le ofrece este programa si así lo requiere.
—¿Cuál es la situación actual en Pitiusas? ¿Cuántos pacientes tiene el programa?
—En número de pacientes no tengo el dato, pero estamos funcionando con bastante demanda. La situación actual refleja que es un problema importante sobre el que se puede y se debe actuar, no sólo a nivel de Pitiusas o Baleares, sino también a nivel España o Europa, estamos ante un problema mundial. Los datos dicen que es una tendencia que va al alza, cada vez hay más muertes por suicidio. Aquí en concreto, en las Pitiusas en 2018 se produjeron nueve suicidios y la media es de unos 14 al año. Esta semana, además, el Instituto Nacional de Estadística (INE) publicó los datos de 2019 y vuelve a subir de nuevo el número. En Baleares hubo 97 muertes por suicidio en 2019 por los 72 que hubo en 2018. De Ibiza todavía no hay datos oficiales, pero la impresión a nivel clínico es que está habiendo más demanda.
—Las cifras oficiales llegan hasta 2019. ¿Se ha agravado el número de casos con la COVID-19?
—Yo creo que la sensación que tenemos a nivel clínico y a nivel asistencial es esa, que hay más demanda por tentativas autolíticas y más demanda, en general, en Salud Mental.
—Precisamente, la semana pasada en este periódico, Oriol Lafau, coordinador autonómico de Salud Mental, mostró su preocupación por el aumento de la ideación suicida.
—Sí, sí. Es algo de que, como te decía, todavía no disponemos datos oficiales, esto se verá dentro de un tiempo, pero la sensación de la atención clínica es que hay más tentativas, más ideas autolíticas. Toda esta situación de covid ha agravado todo mucho. Hay muchos más factores de riesgo en juego: desempleo, desahucios, pérdidas familiares...
—¿Cómo se forma un profesional en el manejo de la conducta suicida?
—Yo como psicóloga clínica tengo cuatro años de especialidad que ya te dan las competencias para poder intervenir con este tipo de pacientes. Luego, hay formación más específica tipo máster, cursos, algunos online que hacen que sea más fácil formarse. Desde la Fundación Española para la Prevención del Suicidio te ofrecen guías. Lo importante es estar siempre actualizado. No solo hay formación a nivel de especialista, también la hay para médicos, enfermería o profesionales de otros sectores como profesores o periodistas, por ejemplo. Desde el Observatorio del Suicidio, se ofrecen cursos de este tipo.
—Cuáles son las principales causas que pueden inducir al suicidio y el perfil de las personas que están experimentando estos problemas.
—El suicidio es un problema multicausal. Es muy complejo. No va a haber una causa única que determine un suicidio. Tenemos factores de riesgo que nos pueden indicar que hay una mayor probabilidad de suicidio o mayor riesgo, como los que mencionaba antes. La pérdida de un empleo, una pérdida familiar, una separación reciente, el haber cometido una tentativa autolítica previa, el consumo, tener un diagnóstico. La desesperanza, por ejemplo, es un factor muy importante: cuando una persona ve el muy futuro negro o cree que no tiene más opciones... Son muchas causas y factores de riesgo que nos pueden indicar que una persona puede estar en riesgo, es algo complejo.
—Por lo que dice, no es necesario que haya un trastorno psiquiátrico detrás de una conducta suicida. Una persona digamos sana puede tener este tipo de ideas ante una situación adversa en su vida.
—Sí, claro. De hecho, el programa está dirigido a personas que tengan un diagnóstico en Salud Mental y personas que no lo tienen. Al final, lo que nos encontramos detrás de un intento autolítico es una persona. Eso es lo primero, independientemente del diagnóstico. Una persona que está sufriendo. Y lo que hay que hacer es entender cuál es ese sufrimiento. Hay que ver qué le está pasando a esta persona.
—¿Cómo se puede detectar un posible caso?
—Hay que volver a los factores de riesgo. Hay señales de alarma que nos alertan de que la persona puede que no esté bien. Tristeza, desesperanza… las personas la mayoría de las veces lo dicen: que no quieren vivir, que para estar así, mejor estar muerto. Hay personas que pueden dejar de hacer cosas que antes hacían, aislarse o dejar una parte de su vida. Cambios en su día a día como no dormir bien, estar con más ansiedad, dejar de comer, etc. Algunas pueden dejar una nota de despedida o hacer trámites como el testamento. Son señales que nos pueden alertar de que una persona está pensando en esto. Sobre todo si nos los dice. Esa es la principal alarma.
—¿Cuál es el tratamiento a seguir?
—Es una pregunta larga. Podemos estar una hora hablando solo sobre el tratamiento, pero intentaré resumir lo más importante. A nivel clínico, lo más importante es la escucha, que la persona se sienta escuchada y pueda hablar de lo que le pasa. Sólo el hecho de poder hablarlo y que alguien entienda qué les está pasando, ya les alivia. Hay personas que no hablan de esto por vergüenza, porque piensan que no se les va entender, que van a incomodar, a preocupar, que están locos, algunos se asustan de lo que están pensando. Hay que ofrecerles ese contexto de seguridad para que puedan hablar y se expresen con total naturalidad sin ser juzgados. Además, de ponerle palabras, darle forma a ese malestar que sienten. Ese es el primer paso, nombrarlo para darle solución. Luego, otra cosa importante es no desfallecer como profesional. Tienes que estar muy disponible, demostrar que estás ahí, acompañando. Tienes que darle esa pequeña esperanza. Cuando una persona está muy triste, el deseo de vida está apagado y, poco a poco, tienes que ir despertándolo, ir generando esa esperanza para que sigan hacia adelante e ir buscando poquito a poco otras soluciones. La persona que decide morir no es que quiera morir, es que no quiere seguir sufriendo. Por tanto hay que ir aliviando ese sufrimiento y buscando otras soluciones para el malestar conservando la vida.
—¿Qué puede hacer la familia y el entorno para ayudar?
—La familia es muy importante. Cuando una persona está muy baja, una familia va a ser el sostén. Va a contener este proceso de crisis. El trabajo con la familia es muy importante. Que el paciente se sienta atendido, escuchado, que mantengan la calma. La familia funciona como contención, es todo un equipo. También aprender cuáles son esas señales de alarma que hablábamos y saber escucharlas.
—Muchas veces parece que el suicidio es un tema tabú. ¿Debe ser así o se debe tratar con naturalidad?
—Ese es uno de los principales problemas. Parece que hablando se va a incitar a hacerlo más, pero claro, claro que hay que hablarlo. Yo me he encontrado a personas, familiares o amigos que me preguntan que si pueden hablarlo con la persona afectada. Claro que hay que hablarlo. Para poder solucionar hay que hablar. Hay que poner palabras, hay que definirlo y expresar lo que está pasando para ponerle solución. No solo hay que hablarlo a nivel de paciente a profesional o de persona afectada a familia, también hay que hablarlo a nivel de sociedad, a nivel comunitario. Si no hablamos del suicidio, de los datos tan elevados que hay, no le damos visibilidad y no podemos encontrar solución. No podemos crear un plan de prevención. Yo creo que una de los primeras cosas es hacer ver que esto es un problema y, a partir de ahí, empezar a poner soluciones.
—En los últimos años se han visto casos de jóvenes que se han quitado la vida tras situaciones de acoso escolar. Dentro de esta rama de la psicología, ¿son los jóvenes lo que más preocupa?
—Los jóvenes claro que preocupan. Atiendo tanto adultos como a población infantojuvenil y todos te preocupan, pero es verdad que la infancia y la adolescencia te toca un punto protector que te llega mucho. Es preocupante y por eso son necesarios este tipo de programas específicos y la prevención. Es necesario que haya protocolos y maneras de intervenir a nivel escolar, que haya una buena coordinación entre centros escolares, sanitarios y sociales. Todos debemos contribuir al freno de este tipo de problemas.
—Desde hace tiempo se reclama un Plan Nacional de Prevención del Suicidio. ¿En qué punto estamos?
—Es un punto clave. A pesar de que la estrategia de Salud Mental del Sistema Nacional de Salud incluye como uno de los objetivos la prevención del suicidio y está considerado como uno de los problemas más graves, es verdad que a nivel nacional no existe un plan de prevención. En España hay muy pocos programas preventivos. Es ahora, en los últimos años, cuando se empieza a promover estos programas específicos a nivel de comunidad autónoma. La sensación es que las comunidades cada vez están poniendo más en marcha estos programas y se está dando mayor visibilidad, pero todavía queda mucho camino por hacer.