Eliseo Gonzalez es veterinario y responsable de la Asociación de defensa sanitaria (ADS) de ovejas y cabras en Ibiza. No da abasto para atender a los ganaderos que han sufrido ataques de perros en sus rebaños. El último de ellos sucedió la madrugada del pasado miércoles en la finca de Can Aubarca, en Santa Gertrudis. El veterinario, visiblemente molesto enumera más y más casos parecidos: «hace dos días otro, y hace cuatro otro más, y hace ocho? cada semana hay tres o cuatro. Hay veces que ya ni me llaman, este año es una cosa exagerada», se queja.
Bartolo Tur, de Cas Sord, es el responsable de la finca de Can Aubarca. Dónde la madrugada del pasado miércoles dos perros atacaron a su rebaño de 60 ovejas. El ataque dejó a más de 50 ovejas heridas, de las que ya murió una durante la noche siguiente y, según el veterinario y el mismo ganadero, «seguro que morirán algunas más: algunas están muy mal heridas».
La mañana del jueves Bartolo y su hijo David todavía estaban buscando a uno de los corderos que se escondió tras el ataque. En el interior de uno de los corrales guarda las ovejas más perjudicadas, pero cuando entra a curarlas se encuentra con el cadáver de uno de los corderos. Resignado, se ocupa de las supervivientes echándoles spray contra las moscas que colaboran en la infección de las heridas y prepara las jeringuillas para intentar curar a sus animales. Le faltan manos para señalar los ejemplares heridos «mira, esa va coja. A esa de allí le abrieron el cuello. A esa le destrozaron la cara...».
La sobrina de Bartolo, que vive en la finca, asegura haber visto a los dos perros huir la mañana del miércoles. Los describe como «no muy grandes, uno marrón y otro marrón con manchas», pero la descripción de los animales no sirvió para que la Policía Local lograra dar con ellos y con sus dueños.
En este sentido Alejandra Llobet tuvo más suerte. Si es que puede llamarse suerte a que los perros que atacaron a su modesto rebaño de cinco ovejas quedaran atrapados en el cercado. Alejandra pudo atrapar a los responsables de la muerte de Blanquita, de Nuvecita y de Mami, que estaba embarazada. A Rita y a Negrita las dejaron heridas y aterrorizadas, como a Oli, la cabra de la familia. Y es que Alejandra se dedica a la ganadería desde hace menos de un año, el pasado noviembre se hizo con su pequeño rebaño de cinco ovejas, una cabra, también adquirió dos cerdos: Sobraçada y Morcilla. Y reconoce que este ataque le ha hecho llegar a plantearse la continuidad en este mundo. Pero no se rinde y tiene previsto vallar la zona para proteger a sus animales.
Los dos «asesinos», tal como los describe Llobet, se quedaron atrapados y al llegar «incluso estraban contentos. Meneaban el rabo como si nada con sus cuerpos manchados de sangre».
El hecho de haber podido cazar a los animales, que tenían chip, ha permitido que Alejandra poder localizar a su propietario, que ya cuenta con una denuncia por estos hechos en los juzgados.
Además está dispuesta a llegar hasta dónde haga falta para que se haga justicia, ya que tal como proclama «la vida de una oveja vale lo mismo que la vida de un perro».
Pero tanto Alejandra como Bartolo son solo dos ejemplos. Si enumeramos los ataques de perros, sólo durante las últimas dos semanas deberemos nombrar a Toni Tur Costa, de Can Lluçià en Santa Gertrudis, que sufrió un ataque el pasado27 de abril en el que murieron dos ovejas y tres quedaron mal heridas.
Otro caso sangrante es el de Dani Costa, de Es Trui de Can Jaume, entre Sata Agnes y Sant Mateu, que cuenta como en el pasado mes de abril perdió a nueve ejemplares en una sola tarde a manos de los perros, y que durante ocho días seguídos estuvieron matando a un cordero al día.
Asegura que va por temporadas, «a lo mejor no pasa nada en un par de años, como derrepente hay ataques cada dos por tres».
Pero no todos los perjudicados quieren hablar, o por lo menos prefieren hacerlo bajo el anonimato, ya que, verdaderamente cansados de perder a sus animales, han decidido optar por la Llei pagesa: ojo por ojo. De esta manera uno de los ganaderos asegura que ha tenido que ajusticiar a más de un atacante de su finca, pese a declararse amante de los perros.
Una opción tan desacertada como ilegal, pero que surge de la frustración y rabia de ver como sus animales mueren atacados sin que se pueda hacer ningún tipo de justicia.