El Mercat de Santa Eulària es un centro comercial privado que abrió sus puertas en diciembre de 1985. Tras 36 años de historia ha visto cómo la actividad en su interior se ha visto amenazada por distintas crisis y cambios de tendencias y costumbres entre sus clientes.
Por supuesto que el zarpazo económico que ha supuesto la pandemia ha sido demoledor, pero la dura competencia que suponen las grandes superficies, junto al cierre del parking que había junto al mercado también suponen un duro reto para el mercado tradicional de la Villa del Río.
Fatal y sin ayudas
Santos Moriana regenta la carnicería que lleva su nombre desde hace tres años. Apenas dos meses después llegó la pandemia. Con una palabra define la situación por la que pasa su negocio: «Fatal». Por si esa única palabra no fuera suficientemente rotunda amplía la explicación: «Estamos fatal y encima no llegan las ayudas».
Y es que Santos asegura que está trabajando hasta un 60% menos de lo que trabajaba antes de la llegada de la pandemia. Junto a la queja de que las ayudas no acaban de llegar, acaba citando al refranero español: «A perro flaco todo son pulgas».
Achaca la bajada de trabajo en su puesto al cambio de perfil en la clientela, «Los de aquí cómo no han trabajado este año y no tienen dinero, ya no vienen. Supongo que es por eso que he notado una merma tan grande de gente de aquí, muchos de ellos incluso se habrán ido de la isla». Asegura que ahora recibe a un nuevo perfil de cliente, «ahora vienen más clientes extranjeros que españoles».
Se agarra a este verano para ver si el negocio remonta al nivel de 2019, año en el que empezó en su puesto, y decidir definitivamente si continúa o no en este puesto, «estoy esperando al verano a ver si me salva».
Poco a poco
Pepa Guitam está tras el mostrador de la pescadería Juanita, que su marido regenta desde hace 18 años. Coincide con Santos en percibir que el poder adquisitivo de su clientela habitual se ha visto afectada por los efectos de la crisis, «los de aquí no tienen dinero o se han ido de Ibiza», observa.
Cifra la bajada del volumen de su negocio respecto a los años prepandémicos en un 50%. «Poco a poco» y «muy despacio» son las expresiones que más usa para describir la mejora del rendimiento de su negocio. «
Han abierto muchos restaurantes, pero trabajan poco», lamenta la pescadera.
«Sí que está empezando a venir gente de fuera: madrileños, alemanes o franceses», reconoce Guitam, que explica que trabaja más cara al público que para restaurantes, y que, también «poco a poco», «ya están viniendo cocineros de casas particulares, que el año pasado vinieron mucho».
No muestra mucho optimismo, «nosotros trabajamos con gente de aquí, que entre ERTE y poco trabajo no tienen mucho dinero y se van a las grandes superficies», e insiste en este tipo de establecimientos, «los jóvenes tienen menos tiempo que las personas mayores y van a las grandes superficies a hacer toda la compra. Esto se está cargando al mercado de toda la vida, no podemos competir con eso».
Rara e incierta
Noelia García lleva unos diez años tras el mostrador de Tanit Fruits. Califica esta temporada de «rara e incierta: hay momentos que hay gente y momentos que no, días que hay movimiento y días que está todo más parado, muy raro todo», explica García.
No se atreve a cifrar la bajada de actividad en el puesto en el que trabaja pero sí afirma que se está trabajando menos y lo achaca a que «los restaurantes han abierto pero todavía van muy flojos», sin embargo sí que muestra más optimismo que algunos de sus compañeros del mercado, «ya empiezan a venir los chefs, hay más turistas, gente con segunda vivienda, parece que poco a poco va mejorando».
Como todo el mundo
Emilio Martínez es carnicero hace más de 25 años en su puesto de Santa Eulália, la Carnicería Pepita y Aurelio. «Habiendo lo que hay, está bién» opina entre resignación y optimismo sobre la situación actual de su carnicería. «Si hubiera más turismo trabajaríamos más, pero con lo que hay ahora está bien».
Reconoce que «han bajado las ventas, como todo el mundo», pero tiene muy claro que su negocio va a resistir. Entre sus clientes no solo están los locales que compran a pie de mostrador y que cuenta que siguen viniendo como antes, también hay toda una serie de chefs, catering y empresas que gastan su producto.
De mucho a nada
En la panadería Gatzara se encuentra desde «hace 13 o 14 años» Catalina Marí. Su análisis de la situación respecto a años anteriores es claro: «De hacer mucho a no hacer nada», aunque matiza este «nada»: «Bueno, nada entre comillas, estamos trabajando la mitad de lo que trabajábamos».
Pone el foco en que es la única de las tres panaderías que resiste en el Mercado de Santa Eulària, aunque reconoce que el cierre de las otras dos fue mucho antes de la llegada de la pandemia. «Nos cerraron el parking de aquí al lado y fue un goteo de cierres. La gente dejó de venir automáticamente».
Hay otro factor al que Marí, igual que sus compañeros, achaca la bajada de actividad en los mercados tardicionales: «Las grandes superficies han hecho más daño que la pandemia. No entiendo cómo a la gente le gustan estas superficies».