El Mercat Vell de Vila había sido históricamente uno de los centros neurálgicos de la ciudad. Como cualquier mercado de cualquier ciudad, pero los cambios de costumbres, y también los cambios en el barrio de La Marina, han convertido a este antiguo mercado en un espacio más dirigido al turismo que a la clientela local.
Bocatas
Tamara Lizarte es la responsable del veterano puesto de bocatas. Lo heredó de su abuela, Angelita, y lleva allí desde hace más de cuatro décadas. Tamara reconoce que poco a poco está viendo cómo aumenta el número de clientes y la vida en el barrio de La Marina, pero asegura que «todavía no ha llegado al punto de otros años». No considera que la pandemia sea la razón por la que este barrio no acaba de remontar el vuelo: «El Covid ha afectado, pero no tanto. Cuesta entrar a la zona, y quieras o no esto también afecta». Cuenta que entre su clientela «hay gente del bario, pero también muchos extranjeros en verano».
Fruta y verdura
Marilina Marí regenta un puesto de fruta y verdura. Admite que sí, que empieza a notarse cierto movimiento en la zona, pero matiza que «tampoco acaba de arrancar este año». Lleva en este puesto alrededor de 15 años y, parca en palabras, explica que sus clientes son «algunos ibicencos y otros extranjeros». Ríe al ser preguntada por su visión ante el inicio de la temporada de este verano: «Hay gente, sí. Pero no te creas que compran», lamenta con una carcajada irónica. Admite tamibién que «antes entraba mucha gente con el coche y se llevaba cosas, pero ahora no viene nadie. Si viven lejos y no pueden entrar, nada de nada».
En la misma línea, más generosa con el verbo, se encuentra la vecina y colega de Marilina, Pepita Ramis. Regenta su puesto de fruta y verdura en el Mercat desde hace más de treinta años, y ya correteaba por este puesto cuando era niña. Representa a la tercera generación tras este mostrador. Echa de menos a la clientela local. Tiene muy claras las razones por las que los clientes ibicencos no optan por este espacio para hacer sus compras: «A los de aquí les cuesta entrar; además, no tenemos carne, no tenemos panadería, tampoco hay pescado ni charcutería, y para comprar cuatro frutas la gente no se esfuerza para entrar hasta aquí». Sí reconoce que conserva a clientes que vienen expresamente para hacerse con sus productos gracias a la calidad que ofrece: nosotros compramos el material día a día; cada mañana viene el payés y nos deja la fruta y la verdura».
Considera que el Mercat Vell «está perdiendo la esencia de antes. A esto apenas se le puede llamar mercado: se está convirtiendo en un atractivo turístico, es una pena pero es así». En verano abre todo el día para tratar de compensar la poca actividad del invierno.
Sobre el futuro, en principio no muestra mucho optimismo: «Lo veo muy difícil porque no nos dan ninguna salida: no hay aparcamientos, y menos mal que desde la pandemia no han vuelto a cerrar las barreras (que impiden el acceso a la Marina), porque cuando cierran, apaga y vámonos”, asegura antes de recomponerse para exclamar: «¡Resistiremos, somos fuertes!».
Tés, sal y especias
Tras el mostrador del puesto de té, sal y especias está Alejandra Ribas desde hace siete años, «pero en el puesto llevamos (la familia) unos 12 años». El producto estrella es la sal Azibi que ellos mismos producen y que venden en este puesto, así como en su otra tienda, de manera exclusiva. Sobre el funcionamiento de esta temporada, su descripción es tan neutra como «ni bien ni mal; es verdad que estos días con más sol y calor la gente no sale tanto por aquí, al meos durante el día». Sobre el tipo de clientela que se para ante su puesto, observa que «lo que más hay son alemanes y holandeses, este año apenas se ven españoles o italianos. Clientela ibicenca apenas tenemos en el Mercat Vell». De esta manera coincide con su vecina de puesto, Pepita Ramis, que asegura que «esto es 100% para el turismo, poca gente ibicenca pasa por aquí para comprar. Yo solo tengo un cliente de por aquí».
Flores
En la floristería del maercado, una atareada Rosa Marí, que lleva 15 años al frente del puesto, se disculpa por no poder atender a las preguntas de Periódico de Ibiza y Formentera: «Tengo que hacer un centro y un montón de cosas y no puedo entretenerme».
Bisutería
A unos metros de la floristería, Mirna Albiaque atiende un puesto de bisutería desde hace dos años. Habla del año pasado como «desastroso», asegura que abrieron el puesto en abril, pero que en agosto tuvieron que cerrar. Sin embargo, considera que este año ya está «en el mismo promedio que un año normal». También coincide en el carácter 100% turístico de la zona, «absolutamente todos nuestros clientes son turistas», por lo que reclama ofrecer una mejor imagen de la zona «cuidándola y limpiándola mejor».