La patronal de la náutica pitiusa teme que las empresas dedicadas a la venta de embarcaciones tengan un año 2022 prácticamente «en blanco», sin poder facturar debido a la falta de stock. La conocida como ‘crisis del microchip' está afectando también al sector de la náutica y las entregas de algunos barcos adquiridos ahora se retrasan a julio de 2023.
Responsables de Náutica Ereso confirman que la escasez de suministros la han notado principalmente en relación a los motores fueraborda de todas las marcas y en algún modelo determinado de barcos de recreo. En su caso, aseguran que gracias a la venta de recambios «vamos funcionando, aunque, si seguimos así, la cosa se puede complicar».
En esta empresa reconocen que «nunca habían vivido una situación similar» e incluso explican que todas sus previsiones se han esfumado puesto que tampoco los importadores han podido cumplir plazos en el suministro de material.
«Le echan la culpa de todo a un microchip, pero hay otros problemas añadidos puesto que hay carestía de materiales. La madera para hacer barcos se ha encarecido muchísimo, así como tubos de acero inoxidable e incluso telas para confeccionar toldos, que dan unos plazos de entrega brutales. Es como un dominó y este verano ya hemos empezado a sufrir las consecuencias», lamentan desde esta empresa pitiusa.
Según consideran también, el encarecimiento del transporte de contenedores desde China es otro de los factores que ha desencadenado esta situación. En estos momentos ya están reservando «y con paga y señal» determinados modelos de barcos que no serán entregados hasta el año 2023.
«Si, antes, de una marca comprábamos tantos barcos, ahora nos han dado la mitad», concluyen.
En Náutica Varadero, desde el pasado año también están sufriendo los efectos de esta falta de producción, principalmente en relación a los componentes electrónicos y motorizaciones completas.
A la espera de accesorios
Esta empresa, distribuidora de conocidas marcas en el sector de la náutica, lamenta que los astilleros italianos pueden fabricar prácticamente toda la nave, pero deben esperar hasta ocho meses para poder instalar los accesorios o los componentes electrónicos.
«Los barcos se amontonan en los astilleros a la espera de que sean terminados. Las entregas ya las dejamos para julio de 2023 y lo mismo está pasando con los repuestos», asegura José María Gálvez.
Aunque los clientes no lo entienden, ahora mismo es la única opción posible. Si esperan más, no tendrán el barco ni para 2023, advierte.
Otro problema añadido es conseguir las piezas de recambio que pueda necesitar en Ibiza una embarcación que esté de paso. Si antes eran suministradas con cierta rapidez desde almacenes situados en Bélgica, ahora los clientes pueden esperar semanas para conseguirlas.
El presidente de la Asociación Náutica de Ibiza y Formentera, Ramón Díaz, lamenta que esta falta de componentes es un problema generalizado, motivado principalmente porque China no alcanza a producir todo lo que se demanda, provocando a nivel mundial un desabastecimiento y encarecimiento de las materias primas.
Díaz, responsable también de Náutica Viamar, cree que los fabricantes de motores y embarcaciones no dan abasto y «prácticamente el 2022 lo vamos a pasar en blanco».
Por lo tanto, las previsiones son pésimas para aquellas empresas dedicadas en exclusiva a la venta de barcos, aunque «afortunadamente en Ibiza hay negocios que se dedican también al mantenimiento y tienen otros ingresos».
Aquellos que sólo se dediquen a vender embarcaciones van a vivir un año «como el sector del ocio, sin poder facturar nada», insiste el presidente de la patronal. Díaz asegura que, incluso haciendo previsiones y anticipándose a la debacle, «al final nos han pillado los retrasos».
Problemas derivados
«Muchas empresas no tienen reservas económicas para aguantar un año en blanco», lamenta el presidente. Según él, la situación se va a mantener hasta 2023, afectando a otros sectores como el de la automoción, en el que hay también retrasos «importantísimos» en la entrega de vehículos.
«Desde la Pequeña y Mediana Empresa estamos empujando mucho para que nuestros políticos colaboren en lo que puedan, pero, al darse en todos los sectores, no sé si será posible que nos ayuden económicamente», insiste.
Díaz recuerda que, por normal general, la compra de un barco no suele ser una necesidad, sino más bien un capricho y una ilusión. «Si hemos pedido diez y nos entregan cinco, bienvenidos serán. Como es algo generalizado, el que quiere un barco lo pide y no queda otra que esperar, y poco a poco, se va a normalizar ese tiempo de espera», destaca Díaz.
La nota positiva es que, al no contar con nuevas embarcaciones, prácticamente todos los barcos en stock se han vendido y este verano las empresas han hecho caja, según concluye.
Marc Torres, de Motonáutica Ibiza, ya advirtió la pasada semana sobre los problemas que iba a conllevar la falta de componentes y materias primas en su sector, provocando que no haya mucho stock «de nada» para 2022. «Es un buen momento para comprar lo poco que haya porque, si alguien espera a comienzos de año, se quedará probablemente sin poder navegar en 2022», insistió.
Torres reconoció que ya vieron «pinceladas de lo que podía pasar al principio de verano porque era extraño que algunas piezas tardaran mucho en llegar o no había motores. Lo atribuíamos a un reajuste de la actividad después de la pandemia. Lo que pasa es que va a durar más de lo previsto».