La carpa municipal del Passeig de ses Fonts acogió ayer el Mercado de segunda mano de Sant Antoni. El evento, que empezó a las 10.00 horas y terminó a las 18.00, sirvió para concienciar a los vecinos de que los objetos pueden tener una segunda vida y pueden ser reutilizados por otras personas.
«Con este mercadillo, podemos darle una segunda oportunidad solidaria y sostenible a nuestras pertenencias», destacó, detrás de su puesto, Sara Tudor. Esta vecina de Sant Antoni, que contó ayer con la colaboración de sus dos hijas, señaló que su objetivo era volver a casa con las manos vacías. «Queremos venderlo todo. Queremos que otras personas puedan disfrutar de estos juguetes», puntualizó Sara Tudor. Justo en el puesto de al lado estana Montserrat Hernández, que, junto a tres estudiantes del CEIP Sant Antoni, intentaba vender los enseres colocados encima de la mesa por una «buena causa». «Todo lo recaudado irá destinado al viaje de fin de curso de los alumnos de 6º de Primaria del centro», señaló esta vecina de la localidad.
Pese a que todavía el destino no lo tienen claro, dudaban entre Valencia o Barcelona. Los tres niños eran conscientes de la importancia de este mercadillo de segunda mano. «Hay ropa que se me ha quedado pequeña. Antes de tirarla es mejor que alguien la pueda aprovechar», afirmó con inocencia uno de los pequeños. En total, 20 expositores se dieron cita en el mercado.
Mientras tanto, la carpa municipal empezó a colmarse de vecinos progresivamente. Entre ellos, las hermanas Linero, que, desde el primer momento, le echaron el ojo a un vestido de fiesta para las Navidades. «Intentamos ir a todos los mercadillos que podemos. Incluso, a veces, nosotras también vendemos nuestros enseres. Es esencial concienciar sobre la reutilización de los objetos», apuntó Ángeles Linero mientras observaba una de las prendas colgadas en el perchero.
Cerca de este tenderete se hallaba el vendedor Vicente Marqués Leiva. Sin duda, este vecino dispuso del puesto más clásico y tradicional de todos los que se habilitaron ayer: decenas de estampillas y colecciones de monedas antiguas repartidas a lo largo de la mesa.
«Las llevo coleccionando toda la vida, pero ya soy mayor y mis hijos no comparten esta inquietud», explicó este vecino de Sant Antoni. Enfrente, la gran diversidad de artículos y objetos hizo que varios compradores se pararan en el puesto de Soraya Jensen. Esta mujer, mientras sostenía a su pequeña hija Manuela en brazos, mostraba las tallas de ropa y los diferentes modelos que tenía sobre la mesa.