Durante las últimas semanas la Unidad de Menores de Sant Josep ha estado realizando una serie de talleres en los grupos de 2º de la ESO, unos talleres englobados dentro del protocolo a seguir ante un caso de abuso o violencia, tal como se detectó en este instituto.
David y Carlos son los miembros de la Unidad de Menores, los policía tutores del municipio de Sant Josep. Entran al instituto con su propia llave, vestidos de paisano para «evitar la imagen de represión y poder tener más proximidad con los menores», asegura Carlos. A la vez les sirve para poder «pasar más desapercibidos».
Taller en el aula
Una vez en el aula y antes de darle al play del vídeo con el que los policías conducen el taller, Carlos y David se presentan y reclaman la participación de los alumnos, en un lenguaje próximo a la vez que contundente. El audiovisual habla del acoso en distintos ámbitos. Cuando lo hace desde las redes sociales, el policía pausa el vídeo para interactuar con los alumnos: «Supongo que todos tenéis un teléfono móvil». Los policías no pueden disimular cierta sorpresa ante la reacción de uno de los alumnos que asegura que se ha «deshecho de él». «No lo quería y se lo he regalado a mi hermano», comentó. Por otra parte, una de sus compañeras, sin ser tan drástica, contesta que se ha borrado de las redes sociales: «Ahora me las he quitado para centrarme más en los estudios. En verano ya las recuperaré».
Redes sociales
Sin embargo, la mayoría de alumnos reconoce que sí tienen redes sociales, incluso más de una, «una más pública en la que entran conocidos, amigos de amigos, y otra activada para los más allegados», explica una de ellas. A medida que los policías hablan con los alumnos, no dejan de salir episodios, algunos en relación con los grupos de WhatsApp, también otros relacionados con motes, «agresiones verbales», tal como lo describieron los policías.
En esta cuestión, una alumna recriminaba a un compañero el hecho de que en su momento se quejara del mote que le pusieron y que al final acabara adoptándolo para sus redes sociales. Cuestión que el policía aprovechó para explicarles la diferencia entre «reírse de y reírse con», así como del papel del espectador que, «se ríe ante estas agresiones» y la necesidad de empatizar con la persona agredida.
Un papel, el del espectador, sobre el que volvieron a poner el foco en cuanto a las agresiones físicas.
«Si nadie mira, seguro que no hay pelea», aseguraban mientras llegaban a la conclusión de que «si no hay espectador, no habría acoso. Cuando quedan dos para pegarse a la salida de clase, a los compañeros les interesa más grabar que avisar al tutor y frenar así la pelea». Explicaron también que el acoso siempre tiene los mismos ingredientes: asimetría, intencionalidad y reiteración.
No se dejó de pasar por otros temas relacionados como el acoso sexual, con especial atención hacia las alumnas, a quienes recomendaron tener «mucho cuidado con compartir según qué archivo. Una vez que sale del teléfono es imposible volver a controlarlo».
Proteger al menor
El responsable de la Unidad de Menores explica que el fin último de su unidad es una unidad preventiva, que se dedica a «proteger al menor y evitar que caiga en la delincuencia en un futuro». Se trata de una unidad que trabaja en red con distintos organismos relacionados con menores, desde Servicios Sociales, dirección general de Menores, Consell, a escuelas e institutos.
El jefe de la unidad pone el foco en que el alto porcentaje de menores con los que les toca actuar proviene de «familias desestructuradas». También apunta a que, en el caso de los institutos, actúan como «último recurso». Pone como ejemplo una pelea que se ha organizado a la salida del instituto. En ese caso, «nos llaman desde el instituto, entonces acudimos para hacer la vigilancia, y con la misma vigilancia se acaba abortando la pelea. Si vemos que va a ser algo más grave, llamamos a una patrulla uniformada y su sola presencia suele acabar disuadiendo la pelea tanto si es de alumnos como si es de padres, que también se dan casos».
Uno de los problemas que desde la Unidad de Menores ven que está aumentando últimamente gira en torno a la custodia de los hijos de padres separados o en vías de separación. Casos en los que la unidad debe asegurarse de que el menor está custodiado ante conflictos entre los padres y evitar a toda costa que los menores se queden solos.
Sin duda, el problema más desgarrador al que apuntan desde esta unidad es el de la autolisis entre los menores. Un problema que aseguran que se ha acentuado desde la llegada de la pandemia y para el que se han estado preparando. En este sentido, la respuesta de la Unidad de Menores es inmediata, pero apuntan a que «el problema viene a la hora de hacerles un seguimiento adecuado, con las listas de espera que hay. Son problemas que debe tratarse cuanto antes y las listas de espera son muy largas para la urgencia que requieren estos casos. Además, como no hay planta de menores, hay que mandarlos a Mallorca».
El problema de la autolisis en menores, en ocasiones puede estar relacionado con casos de acoso o bullying. En este caso apuntan a que «muchas veces el menor no dispone de las herramientas correctas para afrontar estas situaciones y opta por quedarse en casa y poner pretextos para no ir a clase. Pero se queda en la habitación con el teléfono o la tablet, desde donde sigue sufriendo el acoso de compañeros a través de las redes, y en muchos casos la falta de herramientas de los menores les lleva a tomar decisiones drásticas, tomándose un bote de pastillas o cualquier cosa. Es un problema muy gordo».
El apunte
Consumo de alcohol y drogas a los 12 años
El alcohol y las drogas son otro tema que tratan desde la unidad, con distintos talleres de prevención y concienciación. Sin embargo, muestran especial preocupación a la edad cada vez más temprana a la que se inician los menores en el consumo, no sólo de alcohol, sino también de otras dorgas como la mariuhana o el hachís. «Antes empezaban con 14 o 15 años y ahora vemos a chicos que con 12 ya están empezando a fumar marihuana», lamenta y alerta el policía tutor. Una precocidad que el agente relaciona con la precocidad cada vez mayor con la que los menores tienen acceso a los terminales digitales y el poco control parental de los contenidos que consultan desde allí: «Ahora, el regalo estrella de la comunión es el teléfono móvil con 11 años, y desde allí comienzan a consumir desde pornografía a publicidad positiva en cuanto a las drogas».