Iván Ros (Ibiza, 1975) es un hombre de verbo fácil. Hijo del mítico barbero de Figueretes, Gelat, su familia gestionó el bar del cine Cartago hasta su cierre en 2006.
—¿Quién es Iván Ros?
—Una persona que se ha criado en el bar del cine Cartago. Alguien que no ha trabajado nunca para los demás.
—¿Por qué razón se crió en el bar del cine?
—Mi familia ya llevaba el bar del antiguo cine Central. Era un bar muy pequeño en el que ni siquiera se podían girar, pero eso yo no lo conocí. Cuando nací ya estaban en el cine Cartago, allí estuvimos durante 25 años, y por que tuvimos que dejarlo cuando lo vendieron a los actuales propietarios. Ahora es el salón del reino del evangelio de no sé qué cuántos. Es una pena, el Cartago era uno de los cines más guapos de Europa, con sus 1.200 butacas, sus mármoles, sus escaleras que subían cuatro plantas: parecía que subías a la Luna.
—Estas escaleras inacabables, ¿cree que fue uno de los factores que hizo inviable este cine por la inaccesibilidad para personas con movilidad reducidas?
—No sé qué decirte. Había una puerta trasera en la Vía Romana. Si se hubiera querido podrían haber puesto un ascensor o cualquier cosa.
—¿Cómo fue su infancia en el cine?
—Yo era pequeño y veía las películas en el patio de butacas. Habré visto Los diez mandamientos diez veces, Lo que el viento se llevó otras diez veces, La historia interminable: 50.000 veces. Mis padres venían a trabajar al bar del cine, entonces los pequeños (mi hermano, mi prima, mi primo y yo) íbamos a la segunda fila
—¿Quienes trabajaban en el bar?
—En la barra del bar estaban mi padre y mi madre, mi tío y mi tía, y mi abuelo y mi abuela. Toda la familia tras la barra. Toda la familia en 11 metros de barra.
—Hábleme de ellos.
—Mi abuelo era Pepe de Can Vinyets (por que trabajaba allí), mi abuela era Antonia y estaban sus hijas: mi tía Mercedes con su marido Vicente y mi madre, Lourdes, con mi padre, que le llamaban Gelat, el barbero de Figueretes.
—Su padre, Gelat, es una persona más que reconocida en Ibiza.
—Sí, además de ser el barbero de Figueretes y trabajar en el bar del cine hacía unas paellas estupendas para más de mil personas. Había llegado a salir en algún libro de cocina y todo. Siempre decía que la paella ibicenca era heredera de la de Alicante, que nos enseñaron la receta los marineros de allí que recalaban en el puerto de Ibiza.
—¿No se dedicaban al bar del cine en exclusiva?
—No, lo del bar del cine era un extra. Todos tenían sus trabajos. Mi tío era representante, mi padre barbero y mi abuelo trabajó siempre en Can Vinyets, además también era fotógrafo (tenemos una colección impresionante de negativos de 10x10 de los años 50).
—El niño que se crió en el cine, ahora resulta que se dedica al cine, ¿no es así?
—Así es. Nunca se me hubiera ocurrido.
—¿Cómo ocurrió eso?
—Pues mira, era 2015 y me encontré un cartel en el que buscaban actores que hablaran ibicenco. Era para la película de Javi Riera Idò Matal's. Entré, hice la prueba en un momento y me dieron el papel.
—¿Le gustó?
—Claro. A partir de ahí me apunté a clases de interpretación con Nadia Banegas para darle caña. Me di cuenta de que me había estado preparando para esto media vida sin saberlo.
—¿Qué significa eso?
—Pues que ya había aprendido a hablar en público, había hecho clases de baile. También estuve en lo scouts toda la vida y los sábados hacíamos teatro. Además soy representante y el hecho de ser vendedor y tratar con gente te enseña una actitud que es muy útil a la hora de ser actor. Además también te ayuda a venderte en un cásting (ríe).
—No hace tanto desde 2015, ¿Cuántos papeles ha hecho desde entonces?
—Unos cuantos ya: en Idò matal's de Javi Riera, he trabajado en las dos últimas. Mi primer papel en un largo fue en Los europeos, con Juan Diego Botto y Raúl Arévalo. Hice cortos a porrillo, publicidad (de KFC), e incluso he hecho un papel en La que se avecina (capítulo 166), dónde hago de guardia del cementerio de la Almudena. También he hecho la película Fracasados, que todavía no se ha estrenado.
—Con tantos trabajos, ¿ha tenido que rechazar algún papel?
—Pues resulta que sí. Tuve que rechazar un papel que me ofreció nada menos que David Marqués junto a Antonio Resines. Justo coincidía con el primer día del rodaje de Es Gegant d'es Vedrà, de Héctor Escandell, y no pudimos cambiarlo.
—Una carrera en el cine que se asienta...
—Sí, además ya puedo optar a ser académico del cine. Ya cumplo con los requisitos en cuanto a número de trabajos como protagonista o de reparto.