La contaminación por residuos plásticos es uno de los principales problemas medioambientales de nuestro tiempo. Una media de 8 millones de toneladas de plástico son vertidas cada año a los océanos, esto equivale a vaciar un camión de basura lleno de plásticos cada minuto. Un panorama desolador que, sin embargo, intentar cambiar aportando su granito de arena desde la empresa Plústic Lab.
Se trata de un pequeño proyecto puesto en marcha en diciembre de 2021 en el pueblo de Jesús y con el que los italianos Giada Forneris y Gianpaolo Passaretti se han propuesto dar una nueva vida a todo tipo de los plásticos transformándolos en obras de arte, decoración e, incluso, instrumentos que se pueden usar en la cocina.
Poco a poco han ido creciendo, consiguiendo varios premios por su trabajo a nivel nacional y ya llevan tiempo colaborando con empresas, restaurantes y hoteles de la isla. Además, han conseguido concienciar a los vecinos de que ellos son sus mejores proveedores. «Yo venía de haber trabajado con Plastic Free en Ibiza y Gianpaolo trabajaba como arquitecto de interiores y tras conocernos en un avión los dos tuvimos claro desde el primer momento que teníamos que hacer algo para dar una nueva vida a los plásticos que están pensados y creados para durar cientos de años y poco a poco lo hemos conseguido», aseguró ayer a Periódico de Ibiza y Formentera con una gran sonrisa Giada Forneris.
«Los tapones son nuestro oro»
Para ellos, prácticamente todos los plásticos son bienvenidos, con la única excepción de los que están incluidos dentro del grupo 1 y que se encuentran con más frecuencia en botellas de agua, zumos, bebidas y textiles.
En cambio son muy bienvenidos los del 2 que hacen referencia a envases de detergente, champús, lácteos, tuberías, maceteros o bolsas de tiendas y supermercados y los del grupo 5, del polipropileno que se encuentra en los envases de yogurt, de alimentos para llevar, medicamentos vajillas desechables, bombillas y tapones de bebidas. Precisamente, según Forneris, «estos últimos son nuestro particular oro porque con ello conseguimos hacer muchísimas cosas que la mayoría de la gente ni se creería».
Además, para conseguir su objetivo, en Plústic Lab cuentan con modernas máquinas como una impresora de tres dimensiones de fabricación digital o una cortadora y una fresadora láser y con un equipo que, tras separar los plásticos, triturarlos y desmenuzarlos a conciencia, los acaba convirtiendo en todo tipo de piezas, desde joyas, pendiente, collares o anillos hasta posavasos, pasando por maceteros, relojes, lámparas, bandejas para el pan y hasta baldosas para el su elo.
Y como no hay mejor manera que predicar con el ejemplo en su pequeño estudio se puede ver una amplia selección de sus creaciones. «Casi todo lo que puede encontrarse el visitante que llega al estudio lo hemos hecho nosotros aquí mismo partiendo de plásticos que nos han ido trayendo los vecinos, los comercios, los restaurantes o los hoteles porque lo que más nos gusta es que vengan a plantearnos una idea y un proyecto para que nosotros podamos darle luego forma como una alternativa que pueda ayudar a ir cambiando poco a poco el planeta sin más límite que el de nuestra propia imaginación»