El ascenso a Dalt Vila por la calle de la Escalera de Piedra sorprende por lo impoluto del lugar. Superados los escalones de esta histórica vía, se llega a la confluencia con la calle de Sa Penya. A un lado y al otro, la luz, las cuidadas plantas y el suelo casi brillante llaman la atención. Es, en parte, el resultado del trabajo que realiza a diario Vicente Fernández. «Mi padre empezó a hacer esto hace 40 años y yo llevo unos 10», cuenta mientras, manguera en mano, revisa que no se le haya quedado ningún papel o colilla por algún rincón.
Fernández vive en esta calle desde que nació. Hoy son sus hijos los que juegan en un entorno declarado por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad en diciembre de 1999. Y es él quien se hace cargo de la limpieza de un espacio que «debería limpiar el Ayuntamiento». Hasta hace algún tiempo, contaba con la colaboración de otros vecinos. «Ahora lo hago yo solo y a veces me ayuda Pepita, que está más arriba», relata, «pero mucha de la gente que vivía aquí se ha ido. Otros han fallecido y quedan personas muy mayores que ya apenas pueden moverse. Ha llegado gente nueva al barrio, sí, pero por temas de sus horarios de trabajo no pueden ayudarme, así que lo hago yo cada día».
Pepita es Pepita Ferrer, propietaria del sorprendente aparthotel Na Vila. Un edificio cargado de historia y cuya fachada plagada de campanillas lilas denota un exquisito cuidado. «Yo ayudo muchos días a Vicente», explica, «pero, por mi trabajo, no puedo dedicarle mucho tiempo y es él realmente quien se pega la paliza. Y no es justo porque esto lo tiene que hacer el Ayuntamiento de Eivissa».
Vicente Fernández dedica a diario «entre dos y tres horas» a limpiar. «Lo que más recojo son servilletas, palos de helados, colillas, bolsas de patatas… piensa que por aquí pasan muchísimos turistas cada día y, aunque muchos son respetuosos, hay otros que tiran todo al suelo», explica. La falta de papeleras en el barrio no ayuda: «Por aquí solo hay una y ya te puedes imaginar lo que pasa. Esto hay días que está asqueroso y no es justo. Nosotros vivimos aquí de toda la vida y tenemos el mismo derecho que otros vecinos a que vengan a limpiar nuestras calles. ¿Por qué en Sa Penya sí se limpia a diario con agua y desinfectante y aquí no se hace? Porque el Ayuntamiento sabe que lo hago yo y ya le va bien. Pero así no funcionan las cosas. Esto tiene que hacerlo el Ayuntamiento que para eso tiene a una empresa contratada».
Una vez que recoge los desperdicios y barre para retirar el mayor polvo posible, Fernández saca la manguera y limpia con ella «hasta donde llega». Lo hace con su propia agua. «Antes mi padre conectaba la manguera a una salida de agua que había en la calle», recuerda, «pero ahora no está así que lo tengo que hacer con mi propia agua».
Fernández denuncia que el Ayuntamiento solo destina «un barrendero» a esta zona, incluyendo Dalt Vila y es Soto. «Yo he pedido al encargado de la empresa que lleva la limpieza que solucione esta situación», explica, «pero lo que me ha dicho es que él no puede hacer nada y que donde manda patrón, no manda marinero». De ahí que considere que «una denuncia ante el Ayuntamiento no va a servir de nada».
Para este vecino es «surrealista» que tenga que ser un particular quien se ocupe de la limpieza de estas calles del Patrimonio de la Humanidad. Pero sus quejas van más allá. Asegura que la Policía Local apenas pasa por allí y que esto tiene un coste: «Yo he echado de aquí a dos okupas y también a unos que venían a vender drogas. Hago de barrendero, hago de policía… Los vecinos me dan las gracias pero esto no es normal. ¿De verdad le cuesta tanto al Ayuntamiento enviar aquí a más barrenderos y policías?». La pregunta, Vicente, ahí queda.