La obligación de llevar mascarillas en el transporte público que llegó con la pandemia del coronavirus ya es historia en toda España aunque esta mañana, debido a la intensa lluvia caída durante buena parte de la mañana y al frío y la humedad, no fueron muchos los usuarios que han podido disfrutar de esta medida incluida en la modificación del Real Decreto de 19 de abril de 2022 que aprobó este martes el Consejo de Ministros.
Entre los pocos valientes que se han atrevido a coger el transporte público en Ibiza había algunos despistados que desconocían la noticia. Fue el caso, por ejemplo, de María, una vecina de 62 años de la ciudad de Vila que acudía a ayudar en la limpieza y el cuidado de una señora mayor en una casa de la zona de Platja d'en Bossa y que se ha enterado por Periódico de Ibiza y Formentera. «Lo veo algo muy positivo porque con las vacunas y las nuevas medidas creo que era algo que ya no era muy necesario y por eso veo bueno que se deje en algo voluntario para quien la quiera llevar como se hace en otros países».
Otros, como Raúl, Pere o Milán, jóvenes enganchados a su teléfono móvil si lo tenían claro. «Era un día muy esperado porque al final se ha convertido en una incomodidad que en días como el de hoy lo único que provocan es que vayas todo el rato con las gafas empañadas sin posibilidad de ver nada», ha explicado el primero de ellos, trabajador en la zona de Figueretes. «Al final se ha comprobado que la mascarilla no protege del todo del virus, sino que lo hacen las vacunas, y por eso creo que han acertado quitándola, aunque tal vez hayan tardado demasiado», ha confirmado el segundo, estudiante de un curso de informática. «Me parece una medida acertada porque al final es un elemento que acabará desapareciendo de nuestra vida salvo para los que lo vean voluntario como se demuestra que cada vez la lleva menos gente por la calle», ha concluído el tercero, un joven rumano de 23 años que trabaja de camarero.
Otras, como Julia, de 72 años, también han agradecido la medida mientras le ponían humor al asunto. «Es muy bueno porque al final todo depende de la conciencia de cada uno de nosotros, de nuestro interés personal por ser más o menos respetuosos, pero para mí lo mejor de todo será el no tener que volver a casa a buscarla cuando ya estaba a punto de subirme a un autobús como me ha pasado en más de una y en más de dos ocasiones».
Disparidad de opiniones
Mientras, entre los conductores de autobús, disparidad de opiniones. Los hay como Luis que agradecen la medida «porque al final te puedes contagiar en cualquier sitio y siempre es un incordio tener que trabajar con la mascarilla puesta tantas horas» y como Antonio «porque así me voy a ahorrar muchas discusiones con viajeros que se la han olvidado y que protestan cuando no les dejabas subir» y quienes, como Ricardo, que creen que tal vez se está yendo «demasiado rápido» y que por eso la seguirá llevando mientras conduce.
Por último, entre los pocos taxistas que hoy estaban por la calle, también hay quien está a favor y quien en contra aunque son más los que lo ven como una buena noticia. «Es cierto que trabajamos en un sitio muy pequeño, con poca distancia, pero al final es un incordio y creo que si ya los expertos han demostrado y explicado que no protegen nada, lo mejor es que la quiten por comodidad para todos», explicó Eva.
Y es que hay quien prefiere tirar de sentido del humor como Pep. «Es una magnífica noticia que no se tenga que llevar mascarilla porque en días de tanta lluvia como hoy al cliente se le empañan tanto las gafas que no sabe el pobre ni a donde le llevamos y porque además es muy bonito que alguien se suba el taxi y le puedas ver la sonrisa».
Solo quedan algunos casos
Tras la medida del transporte público, las mascarillas ya sólo van a ser obligatorias en hospitales, centros de salud, clínicas dentales, centros de reproducción humana asistida, centros de interrupción voluntaria del embarazo y otros centros de atención especializada. También al entrar en una farmacia y cuando se vaya a visitar a un residente de una residencia de ancianos y se esté en una zona compartida, o se sea un trabajador de este tipo de centros.