La directora de la Oficina de la Dona de Ibiza, Tonyi Ferrer, abordó en el programa Bona Nit Pitiüses Entrevistes de la TEF diversos aspectos de un problema tan grave como es la violencia de género. Este servicio del Consell d´Eivissa ha recibido recientemente el reconocimiento ‘Meninas 2023' de la Dirección Insular de la Administración del Estado.
—Hoy en día existen oficinas de la mujer en prácticamente todas las instituciones, pero hablamos de un servicio pionero en Ibiza que nació hace más de 20 años.
—Hace 26 años ya.
—La sociedad de aquel tiempo no hablaba de violencia de género o de machismo. Todo esto no se contemplaba.
—Efectivamente, no se contemplaba y, de hecho, los inicios fueron difíciles. Llegué a la Oficina de la Dona a comienzos de 2002 y mis compañeras ya llevaban allí algún tiempo, desde 1997. Hasta 2004, cuando se creó la Ley de violencia de género, nadie reconocía esta situación abiertamente en ningún lugar e incluso, a pesar de dicha ley, no fue algo aceptado socialmente de manera muy abierta. Fue un gran trabajo de todos los que nos dedicábamos a temas de la mujer porque la introducimos, casi con cuña, en todas las instituciones para que entendieran la importancia que envolvía toda esta problemática.
—En aquella época, en Ibiza, ¿existían muchos problemas para la mujer?
—Sí, claro que sí. Venimos de una cultura que ya sólo con mirar nuestras normas específicas sobre herencias es una evidencia. Además, nos teníamos que topar con una sociedad en la que la violencia hacia la mujer, no sólo estaba permitida, sino que en algunas situaciones estaba hasta recomendada, y una mujer que iba a pedir ayuda a un cuerpo de seguridad casi siempre se encontraba recomendaciones como tranquilizarse y volver a casa porque todo se iba a arreglar. Era la solución que se solía dar y generalmente debía ser algo muy grave para que se actuara. La ley que existía además para poder actuar era una que podía cubrir cualquier tipo de delito violento, tanto si te había pegado tu vecino o algún desconocido por la calle.
- A partir de la aprobación de la ley y de su implementación social real, se pudieron facilitar las cosas en una oficina como la que dirige.¿Exactamente, qué hacen allí?
—Intentamos dar una atención integral a la mujer. Cuando llega porque ha denunciado o porque nos la manda la Policía o el médico que ha detectado la situación, tratamos de informar a esta persona sobre todos sus derechos a nivel legal y social y cómo la podemos ayudar, bien sea con tratamiento psicológico o con un centro de acogida, si necesita protección. También, con ayudas económicas diversas o mandándola a otros servicios que la puedan asistir, si es necesario. Las asesoramos con todo el tema jurídico, que suele ser lo que más les asusta porque es lo más desconocido para todos y siempre cuesta más entrar en un juzgado y saber a qué se enfrentará. Les explicamos qué pasará con la persona a la que han denunciado y ello siempre da cierta seguridad y sensación de control. Es tener más tablas para enfrentarte a lo que va a a pasar.
—El Juez Decano en Ibiza hablaba recientemente de la falta de recursos en relación a la violencia de género.
—Sí, aunque es verdad que hay mucha colaboración entre todos. Realmente, somos un circuito establecido antes de la ley y trabajamos de manera unida, con lo que contamos con facilidades para ofrecer los recursos de los que disponemos. Es verdad que en servicios sociales, generalmente, siempre necesitamos más cosas. Ahora mismo nos encontramos con la realidad imposible de esta isla con el tema de la vivienda. Es algo que afecta a todos, pero cuando alguien debe salir de su casa para proteger a sus hijos y porque allí vive su agresor y la casa es propiedad de la pareja y no se puede quedar, sí o sí se necesita un domicilio y la situación es muy complicada. Ahora, nos encontramos con esta realidad y es una problemática grave.
—¿Cómo afrontan este tipo de problemáticas?
—Ahora mismo, lo que nos está pasando es que muchas mujeres, si tienen niños, necesitan una autorización judicial para irse de la isla y las que pueden es lo que hacen. Aquellas que no pueden, deben compartir y generalmente es la salida que encontramos con todos los problemas que ello también supone porque una persona con un piso en alquiler, no suele querer que entren mujeres con niños pequeños. No es lo que un propietario prefiere a la hora de alquilar.
—Y este grave problema de la vivienda, ¿puede solventarse de otra manera?
—Sí, tenemos ahora mismo un punto puente, un paso intermedio entre el centro de acogida, donde se necesita una atención 24 horas con unas medidas de protección bastante potentes, y esta vivienda cuando la mujer ya no necesita tanta protección, pero sufre dificultades para encontrar un lugar y les puedes brindar este piso puente entre seis meses y un año. Estamos intentando llevar adelante este proyecto, que justo íbamos a impulsar antes de la pandemia. Durante el Covid, como las mujeres en acogida no podían compartir habitación, este piso que ya teníamos organizado se convirtió en un centro provisional y después los números nos han comido, porque no ha habido forma de reducir cifras desde entonces. Son necesarios más pisos así.
—¿En qué situación está una mujer atrapada en una relación tóxica y que es incapaz de salir adelante?
—Cuesta mucho entender, si no estás en este mundo, que las situaciones de violencia son puntuales. Su relación no será de violencia las 24 horas y, cuando conocen a su pareja, ésta no es agresiva porque sino se irían. Se va creando una relación de confianza y estima y el problema después se va complicando. Es algo lento y las mujeres se ven inmersas en situaciones diferentes. Cada problema es un mundo y, cuando pensamos en la oficina que ya lo hemos visto todo, nos llega la sorpresa. Parece que ahora todos están muy concienciados, pero está sucediendo algo que nos sorprende y mucha gente nos dice que no quiere hablar de este tema, aunque salga siempre en las noticias.
—Hay datos muy preocupantes relacionados con la juventud. ¿Estamos dando pasos atrás?
—Los estamos dando. Creo que hay diferentes factores. De primeras, diría que estamos sexualizando a las niñas desde pequeñas y quieren ser mujeres y juegan a ello. Las estamos enseñando a ser mujeres sexualizadas desde muy pequeñas, maquillándolas o preguntándoles quién es su novio. Así, las relaciones de pareja empiezan cada vez antes y, cuando antes se inician, antes llegan los problemas. También tenemos el tema del acceso a la pornografía desde edades muy tempranas y vemos que los primeros contactos, según algunos estudios, se producen en niños de ocho o nueve años. No entienden muchas cosas del cuerpo humano y ya ven pornografía, que es violencia. Aquí hay un grupo que hacía talleres muy interesantes en los institutos y proponía a los niños hacer una sesión de porno sin violencia. Los niños no sabían qué hacer, porque si quitas la violencia a esas prácticas, no queda nada.
—Y la pornografía es tremendamente machista.
—Mucho, y es tremendamente violenta y violenta hacia la mujer. No tiene nada que ver con el erotismo, que es otra cosa. Además, nos encontramos con toda una generación de padres que niegan la mayor. Cuando hacemos estudios, vemos que el consumo de pornografía con 12 años es algo presente. Es un tema de conversación entre ellos.
—¿Y qué se puede hacer?
—Creo que la dirección que ha tomado Francia en este aspecto es muy interesante como es controlar muy bien el acceso al porno. Sabemos que es una industria que va por delante y que, cuando hemos encontrado la forma de actuar contra ellos, ya nos han ganado camino. Es difícil, pero deben hacerse cosas y no podemos quedarnos de brazos cruzados, haciendo como si no pasara nada porque es muy grave. Lo estamos viendo con noticias a diario. Las agresiones sexuales en grupo entre menores han crecido como la espuma y es algo que no es normal y que antes no se producía.
—En la oficina precisamente están tratando diversos casos.
—Sí, hay violaciones grupales en Ibiza. Son cosas que pasan en nuestra casa y, aunque da la sensación de que es algo que sucede entre extranjeros, y queda mal decirlo, no es verdad, nos pasa a las mujeres ibicencas, a las mujeres trabajadoras de Ibiza, tanto a adultas como a jóvenes y no sucede a quienes no conocemos. Los cuatro casos que ahora mismo estamos tratando afectan a jóvenes que viven aquí.
—¿Qué pasa por la mente de un agresor cuando sucede una agresión terrible de estas características?
—Las agresiones hacia la mujer suceden porque ellos pueden. Los hombres sienten que tienen el poder de poder elegir cuándo una mujer debe tener una relación porque, históricamente, siempre ha sido así. No es algo de ahora y los hombres siempre es algo que decidían. Como ahora no se puede decidir de una manera, se hace de otra. No siempre sucede en ambientes festivos. De hecho, las agresiones que tenemos se dan fuera de ambientes festivos y entre conocidos, generalmente.
—No sé si es más terrible aún cuando se habla de hijos.
—Es más terrible porque son muy conscientes de aquello que a nosotros nos gustaría que no supieran. Cuando se acoge por primera vez a una mujer y le preguntas por lo que saben sus hijos, suelen responder que ellos no saben nada. Cuando profundizas en la relación, ves que es imposible que no sean conscientes. En ocasiones, no lo han visto, pero lo han escuchado o han visto a su madre con lesiones y ellos preguntan. Nos encontramos también con una realidad porque los niños que no tratamos por diferentes motivos pueden repetir estos comportamientos. Ya son 26 años de oficina y nos pasa que tenemos hijos de víctimas como agresores o hijas de víctimas como usuarias actuales.
—Desgraciadamente, son comportamientos que se normalizan.
—Sí. Todos nos movemos en nuestro círculo de confort y, a veces, es el menos confortable, pero es aquel en el que uno sabe vivir.
—¿En todos sus años de trabajo en la oficina, ¿han mejorado las cosas?
—Sí. Vemos que hay mujeres que reaccionan cada vez antes y, para mí, es una mejora muy importante porque antes atendíamos a víctimas que acudían a nosotros después de muchos años sufriendo violencia de género. Ahora, vienen tras un año o año y medio de relación o a los seis meses y eso es bueno porque significa que algo estamos aprendiendo y que algo está funcionando en relación a los recursos y a la información que se pone al alcance de la gente.
—¿Qué puede hacer el entorno de una víctima si se observa que algo no va bien?
—Lo más importante es hablar con ella e intentar entender en qué momento se encuentra. También, hacerle ver que estaremos a su lado y, algo que es muy difícil, es no cansarnos. Pasa mucho que las víctimas cuentan cosas a sus amigos o la familia y todos quieren, de manera inmediata, que abandonen a sus agresores y no es tan fácil. Hay que tomar la decisión y muchas veces existen miedos que no confesarán. La familia o amigos acaban perdiendo la paciencia y dejando sola a esta mujer, lo cual es uno de los objetivos del agresor, dejarlas solas y sin red social. Cuanto menos red social tienes, es más difícil salir. Lo ideal es decir a la víctima que siempre vas a estar y que, si pasa algo grave, aunque hayamos discutido, yo estaré allí.
—¿Trabajan con los agresores? ¿Se puede trabajar con ellos?
—Nosotros no lo hacemos directamente. Cuando abrimos, se creó un proyecto y se trabajó con algunos agresores, que debían acudir de forma voluntaria. Lo que les motivaba era que ellas habían ingresado en nuestro centro y era un intento de que volvieran con ellos. Cuando empezó la ley, tuvimos que diferenciar porque ahora se cumple una condena y se tramita desde Instituciones Penitenciarias. Cuando es necesario y se puede, nos coordinamos con la entidad. Debo decir que siempre sirve. Una de las cosas que hemos podido detectar a raíz de algunos estudios es que ellos rebajan la violencia. Así, se baja drásticamente el peligro de que pueda matar a una mujer. Posiblemente, a nivel psicológico no dejará de ser un agresor. Es un tratamiento largo el que realiza Instituciones Penitenciarias, unos 11 meses, y funciona bien, aunque siempre digo a las mujeres que las relaciones, muchas veces, tienen un mecanismo de funcionamiento. Es probable que si un agresor sigue el tratamiento, si encuentra una nueva pareja, pueda funcionar de otra forma, pero si vuelve con alguien con quien durante mucho tiempo ha tenido una actitud violenta, es muy difícil cambiarlo.
—El problema seguramente es que la sociedad está muy enferma.
—Está enferma y es un tema cultural, social. Venimos de lo que venimos y, cuando miras reportajes de no hace tanto tiempo, unos 25 o 30 años, ves cosas sorprendentes. Socialmente son cosas que se aceptaban y que ahora han cambiado, aunque es un camino y las sociedades no cambian de un día para otro.
—¿Qué piensa de la Ley del sí es sí?
—Que es necesaria, que tenía que nacer sí o sí, puesto que estábamos en un momento en que pasaban muchas cosas que debían ser entendidas como una agresión sexual. No podían verse como un abuso o como algo menos importante a la hora de catalogarlo judicialmente. Si me pregunta por el tema de las condenas, habrá que ver cuántos agresores más están ingresando por condenas que, con la otra ley, nunca hubieran ido a prisión. Lo que ha propuesto la ley es un cambio a la hora de entender lo que es la violencia sexual muy potente y creo que era un cambio necesario. Es verdad que ha patinado con las condenas. Es una evidencia.
—Si hablamos de la selección española femenina de fútbol, ¿cómo vivieron todo lo sucedido?
—Se justificaron comportamientos que deben verse como agresiones sexuales. No me imagino que, porque he hecho un informe maravilloso, venga mi jefe a darme un beso. A ninguna, en nuestra vida normal, nos gustaría que nos pasara. Entonces, no debemos pensar que en aquel contexto sí. Cuando vemos estos comportamientos y los justificamos, es porque la sociedad está enferma. Es muy importante destacar que las jugadoras no pudieron celebrar del todo esa victoria maravillosa por culpa de aquel hombre, no por las quejas o denuncias posteriores. Hubo una persona con unos comportamientos que ensuciaron ese torneo.
—Se habló después del corporativismo de las jugadoras, algo que también se criticó mucho.
—Ellas son un ejemplo. Cualquier persona en el foco mediático es un ejemplo, sobre todo, para las más jóvenes porque, de alguna forma, nos afecta a todos. Ver como un equipo realmente se convierte en un equipo, ¿qué se puede criticar?. ¿No entra esto en los valores que promueve el fútbol?