Corría el año 1925 cuando el Club Náutico Ibiza comenzaba a tomar forma con la constitución de su primera junta directiva. Nacía así una entidad que, más allá de lo relacionado con el mar, ha sido durante casi un siglo un punto de referencia para la vida social y cultural de la ciudad. Muchos son los que tienen recuerdos estrechamente vinculados a un espacio que ha sido escenario de banquetes de boda, bailes, cafés por la mañana, fiestas navideñas e historias del día a día. Para muchas generaciones de ibicencos, el Club Náutico es un referente que no están dispuestos a perder como tal.
Aniano Costa Mariné, propietario de las barcas de Talamanca, recuerda que su abuelo, Benjamín Costa, formó parte del club desde sus inicios. «Dio dinero para poder tener allí las barcas», explica, «mi familia siempre ha tenido relación con el Club Náutico». Su padre, Arcadio Costa, también fue «socio toda la vida». Y, de su mano, Aniano conoció desde pequeño una entidad que hoy considera que es, además de un referente, «un punto de relax para la gente que ama el mar»: «A mí me gustaba ir con mi padre cuando estaba allí con los amigos organizando los días de pesca. También he ido a fiestas, pero lo que más me ha gustado siempre es ir a tomar un café porque está la gente de toda la vida. Cuando era joven, me sentaba con los mayores y aprendía de sus historias».
Mantiene aún un amarre en este club. Sin embargo, ha tenido que sacar las barcas de Talamanca porque, con la obligación de instalar pantalanes flotantes, estas corrían peligro. Considera que esta obligación impuesta por la Autoridad Portuària ha sido «un desastre»: «A las dos semanas de inaugurar estos pantalanes, llegó el levante y ya hubo un destrozo importante. Siempre hubo un muelle de hormigón. Lo que hay que entender es que el levante forma una ola dentro del puerto y que, por muchos muertos que haya, ese viento hace cabecear el barco». Costa prefiere no pronunciarse sobre el futuro del club, pero sí tiene claro que el papel social de esta entidad es insustituible en un momento en el que considera que es necesario dejar claro que «Ibiza es mucho más que el follón». «El Club Náutico ha tenido éxitos importantes en lo deportivo», advierte, «la Escuela de Vela tiene un papel muy destacado. No todo en Ibiza son discotecas y el club es una muestra de ello. Además, la gran mayoría de los socios tienen embarcaciones pequeñas, son personas a las que les gusta coger el llaüt, dar una vuelta y luego ir al club a tomarse un café».
Centro social
Ese papel de centro social de Vila es también el que destaca Joan Marí Ferrer Botja, presidente del Casino des Moll y vinculado al Club Náutico desde su infancia. «Cada club social de Vila», explica, «tenía y tiene su público. El Casino des Moll quizá era más popular, tenía una base social más amplia, y el Ebusus era para los profesionales liberales. En el Náutico estaban los que les gustaba el mar». El club, además, ha sido la entidad a través de la cual «se ha canalizado la relación de la ciudad con el mar, sobre todo con la llegada de los snipes». Para Marí Ferrer, el Náutico sigue siendo hoy «ese lugar en el que sabes que encontrarás a algún conocido o a algún familiar cuando vayas».
Niega Marí Ferrer que sea un lugar elitista y afirma que, por el contrario, es un espacio «en el que puedes tener a un lado a unos comiendo una paella de langosta y, al otro, a otra gente haciendo un menú del día». «Es un referente de nuestra sociedad», añade, «y yo creo que para una sociedad es importante tener referentes como este. Hablamos de una entidad de casi 100 años. En otro lugar lo hubieran declarado ya Bien de Interés Cultural. Hablamos de un club que tiene vida propia. Desde un punto de vista holístico, todo es mayor que la suma de las partes. Y el Club Náutico no son solo sus socios de ahora, sino todos lo que lo vivieron antes».
Mil socios
«Un centro social donde se juntaban vecinos, navegantes, comerciantes. Llegaría a tener más de 1.000 socios, sobre todo porque en aquella época organizaban bailes. Como no podía entrar nadie que no fuera socio, la gente se apuntaba solo para ir a bailar». Así recordaba el pasado mes de agosto Joan Planells, Nito Miquelitus, cómo era en los años 60 el Club Náutico en una entrevista con Periódico de Ibiza y Formentera. Miquelitus fue el primer instructor de optimist del club, un tipo de embarcación que «marcó un antes y un después» tanto para la entidad como para la vela en Ibiza: «La gran revolución fue en el 69, cuando llegaron los optimist. Fue a raíz de una visita de Juan Antonio Samaranch, presidente del Comité Olímpico. Oe hizo de anfitrión Ferrer Guasch, que era el presidente del Club Náutico y le regaló un ánfora antigua de esas que se sacaban del fondo con las redes. A cambio, él nos mandó un paquete de cuatro optimist. Es lo mejor que pasó nunca en el Club Náutico. No teníamos ni idea de que existiera esa embarcación». Y todo ello a pesar de que en los años 40 el club había vivido una época dorada con los snipes y con embarcaciones míticas como el Ereso.
Un siglo
Con la historia de un siglo a cuestas, el Club Náutico afronta hoy la incertidumbre ante el futuro. Sus socios y gestores, pendientes de la decisión que tome la Autoridad Portuària de Baleares, temen perder la concesión y que con ella desaparezca el enlace entre la sociedad de Ibiza y el mar. En septiembre de 2022, publicaron un manifiesto en defensa del club en el que denunciaban la «mercantilización» de un espacio que forma parte de la vida de los vileros. El puerto en sí, recordaban, «se ha ido privatizando y hoy únicamente queda para los ibicencos el Club Náutico de Ibiza». Una entidad que se presenta como «la última trinchera» de aquellos que estiman «los valores tradicionales ibicencos».
En 1932, cuando se inauguró su sede, un medio de la isla escribió que «por sus condiciones únicas» el Club Náutico estaba llamado a ser «la más importante sociedad» de Ibiza. Y así lo constataban en 2000, con motivo de la celebración de su 75 aniversario, los entonces presidentes del Govern y del Consell, los socialistas Francesc Antich y Pilar Costa. En el libro editado por el club con motivo de este aniversario, el primero señalaba la importancia de esta entidad por lo que representaba para el «asociacionismo» en Baleares. La segunda recordaba que el club había logrado ampliar su ámbito de actividades más allá de la náutica, convirtiéndose en un lugar «adecuado para fomentar las relaciones humanas». «El Club Náutico», añadía Costa, «continuará jugando en el futuro un papel como dinamizador social y de enriquecimiento del tejido social» de la isla.
En el mismo libro, Antoni Prats Calbet exponía la clave del éxito del Club Náutico: «Ha sét sempre una societat on no han existit diferències socials; tothom s'ha considerat igual que els altres, hem vist cada dia reunions en què una persona important cultural o econòmicament, per exemple, mantenia una relació cordial, entranyable i un tracte al mateix nivell amb qualsevol altra persona, per petita que fos la seua cultura o el seu poder econòmic. Ha sét un lloc on s'ha trobat còmodament tot l'espectre social eivissenc i això ha sét el motiu pel que es mantengués viva la societat fins als nostres die». 24 años después, será la Autoridad Portuària de Baleares la que decida si el Club Náutico seguirá siendo de Ibiza.