El Institut d'Estudis Eivissencs (IEE) ha celebrado esta semana sus 75 años de historia. Una institución que basa su trabajo en el lema ‘Llengua, terra i cultura' y que preside desde 2015 el dentista Marià Mayans i Marí (Ibiza, 1957).
—¿Cómo llega el Institut d'Estudis Eivissencs a los 75 años? ¿En qué estado de salud se encuentra?
—Pienso que llega en buen estado. Últimamente estamos captando bastantes nuevos socios. Próximamente pondremos en marcha una campaña de captación de socios porque hay gente que es próxima a nosotros pero que no acaban de decidirse. Los hay que están muy alejados y siempre lo estarán, pero los que están a nuestro alrededor y aún no son socios nos gustaría que lo fueran. Cuantos más seamos más fuerza tendremos. Trabajamos mucho y cuando hacemos alguna presentación, como ha sido el caso del Curs Eivissenc de Cultura, viene bastante gente.
—¿Cuántos socios tienen ahora?
—Alrededor de 700.
—¿Esto es mucho o poco? En Ibiza hay mucha más gente que comparte los valores del Institut. ¿Por qué cree que no se acaban de enganchar?
—Porque les falta un pequeño empujón. Yo, cuando volví de estudiar en 1983, me encontré con Pep Marí, que había sido mi profesor, y le dije que un día me haría socio del Institut. Me cogió en ese mismo momento y me llevó al Institut para que me hiciera socio.
—¿Cree que los jóvenes de Ibiza y Formentera no están tan preocupados por los problemas de su tierra como lo estaban los jóvenes de hace 50 años, cuando se retomó el trabajo en el Institut?
—Evidentemente. El Institut se fundó en 1949, funcionó nueve o diez años y luego se apagó, estuvo inactivo diez años completamente, hasta que por casualidad un grupo de jóvenes se enteró de que existía el Institut y lo revivieron. Eran Pep Marí, Isidor Marí… que tenían 22 o 23 años. Ahora no veo a ningún grupo de jóvenes de esta edad que pudieran hacer el gran trabajo que se hizo y revivir una entidad como el Institut. Entonces estaban mucho más implicados que ahora. No quiero decir que ahora no se impliquen en nada pero ahora tienen otras prioridades, seguramente. También hay que tener en cuenta que en los años 70 aún estaba Franco y se empezaba a vislumbrar una nueva época, lo que ilusionaba a mucha gente para tirar hacia adelante proyectos así. Hoy en día, la gente pasa un poco pero no todos, porque tenemos bastantes jóvenes que pasan por el Institut y son socios pero, en general, no vemos un grupo de jóvenes como el que había en el 70 y hacer una cosa similar.
—Repasando los nombres que había tanto en la fundación del Institut como retomó su actividad hace medio siglo, había un grupo muy heterogéneo, de todas las ideologías. ¿La gente de centro-derecha se ha podido sentir incómoda con alguna decisión que haya tomado el Institut?
—No creo. La cultura es igual para todos. Está claro que en cultura tienes que tomar decisiones en algunos temas. En 1977, cuando se hizo todo lo de ses Salines, había gente que se podía sentir incómodas. Siempre intentamos decir las cosas por su nombre y ya está. Cada uno de los que estamos en el Institut tenemos nuestra ideología, no todos somos del mismo partido, y el Institut no tiene ninguna posición política. Si viene uno de los que dice que el ibicenco no es catalán pues está claro que no tiene cabida. Y si se ofende por esto, es su problema. En la normalidad que nosotros queremos dar a la lengua, a la protección del territorio y a la cultura, no creo que nadie pueda ofenderse. Hay gente que siempre se ofenderá, pero no es nuestra intención. Tampoco lo es bajar el listón de lo que queremos ni de lo que decimos.
—Nómbreme tres personas clave en la historia del Institut d'Estudis Eivissencs.
—Con tres me quedaré corto. Una de las figuras claves del Institut fue Marià Villangómez, que estuvo en las dos fundaciones. Incluso tiene escritos en los que dice que se encontraba más a gusto con los jóvenes y las ganas de trabajar que tenían que con los antiguos, que solo estaban para figurar y para publicar sus escritos. En la refundación del Institut hubo mucha gente implicada pero Pep Marí fue el que más fuerza hizo y el primer presidente de la segunda etapa. Después de él, más que una persona, yo pondría al grupo que impidió que se urbanizara ses Salines: la Comissió de Defensa de ses Salines. Para mí, ha sido lo más importante que ha hecho el Institut. El daño hubiera sido irreversible. No se puede personalizar en una persona porque Pep Costa, Cristòfol Guerau de Arellano, Néstor Torres... Todos hicieron un gran trabajo. El Institut también trajo TV3 a Eivissa, pero esto tarde o temprano hubiera acaba sucediendo.
—Ibiza es la isla del archipiélago balear donde menos se habla catalán. ¿La defensa de la lengua catalana es una batalla que está perdida o aún tiene remedio?
—Por perdido no hay que dar nunca nada. Viniendo hacia aquí escuchaba IB3 Ràdio y decían que más de un 50 % de las personas que viven aquí no han nacido en Balears. Esto en un país que, además, tiene una lengua minorizada pues es ‘fotut'. Tenemos que seguir luchando y tirar hacia adelante donde se pueda. Está claro que en el ámbito de la Justicia el catalán es prácticamente inexistente y ahora también tenemos unos grupos políticos que también quieren que lo sea en las escuelas.
—Hablaba del origen de los residentes en nuestras islas. Con el ‘boom' turístico de los años 60 llegó mucha gente procedente de otros puntos de España. También llegaron muchos extranjeros con el ‘boom' de la construcción de hace 25 años. ¿Por qué no hemos sabido integrar a estas personas en la cultura ibicenca? ¿Son los ibicencos que ponen barreras o es culpa de todos?
—De todo un poco. No puedes pretender que si hay diez personas integrar a veinte de golpe, no es fácil. Por lo menos hay que intentar que los que somos no nos desintegremos. Los ibicencos también somos especiales: yo vivo en Santa Gertrudis hace 40 años y aún no soy del pueblo, me consideran ‘vilero'. También tenemos unos hábitos lingüísticos muy negativos y cuando vemos que alguien no tiene cara de ibicenco le hablamos en castellano. Si no cambias de lengua te llevas más sorpresas positivas que negativas.
—¿Ha fallado la inmersión lingüística en las aulas? En Cataluña parece que ha funcionado mejor.
—A veces parece que vemos la hierba más verde en casa del vecino. Ha fallado porque no ha existido una inmersión real. Muchos docentes, que en teoría tendrían que dar las clases de catalán, no lo acaban de cumplir. Si falla es que fallamos nosotros.
—¿Qué piensa de la eliminación del catalán como requisito en la sanidad?
—Cuando uno quiere eliminar un asunto siempre encuentra excusas. La falta de médicos es generalizada, no solo aquí, por una planificación deficiente del Estado. Si alguien quiere sacarse el catalán, lo aprenderá. Un médico, que ha sabido sacarse una carrera, en tres años entenderá el catalán si quiere. Vuestro diario mismo saca cosas que tela... No creo que el catalán fuera una causa primordial para que faltaran médicos. Las causas son muchas, como los alquileres. La eliminación va en la ideología de los que ahora gobiernan.
—La protección del medioambiente también ha sido uno de los objetivos del Institut. Sin embargo, los especuladores parece que no descansan nunca.
—El dinero siempre busca multiplicarse. Pero esto pasa por todo. Ahora he estado en Vietnam y hay unas playas con unos rascacielos que parece Benidorm. Ibiza es un buen lugar para que el dinero crezca pero somos tan tontos que dejamos hacer y si un día se van con el dinero a otra parte y nos dejarán toda la porquería aquí. Las leyes tendrían que ser más restrictivas y que controlaran la inversión que se hace aquí. Muchos vienen aquí a montar su negocio pero se llevan los beneficios y nos dejan los problemas de falta de agua y de tráfico, por ejemplo.
—Ahora hemos puesto en peligro la supervivencia de las lagartijas.
—En peligro no, las serpientes han ganado, están prácticamente en toda la isla. Hace años que se conoce el problema y las instituciones se han pasado la pelota las unas a las otras. Nos llevará problemas. La gente se alegra porque ahora ya no hay tantos ratones. A ver qué comerán las serpientes cuando hayan acabado con ellos... El problema ha sido la ineficiencia de la Administración, que no ha visto la importancia que tiene.
—¿Qué opinión tiene el Institut sobre la situación del Club Náutico Ibiza?
—El Club Náutico lo fundaron ibicencos hace casi cien años para la gente de aquí. Siempre ha sido del pueblo de Eivissa. La empresa que lo quiere lo hace por el dinero, no para que los niños aprendan a navegar. Es una pena que asociaciones tan arraigadas aquí y con tantos socios, y venga una empresa de fuera con el único objetivo de hacer dinero. Espero que al final se quede como está.
—¿Continuará el Institut con sus becas de investigación?
—Sí, las dos primeras ya las hemos publicado, que son las de la toponimia, y tenemos cuatro en marcha. Económicamente no nos sobra nada y tuvimos una época en la que estuvimos ‘fotuts', pero mientras tengamos dinero habrá becas porque son temas que interesa saber pero a nadie aún ha pensado en hacerlos. Por suerte, todas las que hemos sacado ha habido gente interesada en investigar.
—¿Está contento con las ayudas que reciben de las instituciones?
—Las ayudas siempre podrían ser mayores, pero no nos quejamos. La estructura que he intentado promover es que los socios cubran los gastos habituales del Institut, como el Curs Eivissenc de Cultura, la Nit de Sant Joan o la persona que trabaja ahí. Si aparte tenemos ayuda de las instituciones, podemos hacer más cosas. El Institut es una institución sin ánimo de lucro, ninguno de los que estamos cobramos nada a excepción de la secretaria. No tenemos quejas de las instituciones, nos portamos bien con ellos y ellos con nosotros. Y si un día tenemos que discutir lo haremos, no tendremos reparos.
—Un éxito reciente del Institut ha sido el concurso de la Cançó de Sant Joan, que da visibilidad a grupos que cantan en catalán. Debe estar orgulloso.
—Fue una idea que tuvimos la comisión ejecutiva durante la pandemia, en 2020, porque no podíamos celebrar la Nit de Sant Joan como cada año. Es un éxito porque hay grupos que antes no habían cantado en catalán y con este concurso se animaron.
—¿Qué balance hace desde que es presidente del Institut?
—Yo estoy contento de cómo van las cosas. He intentado cambiar cosas del funcionamiento interno para que los actos que hacemos cada año estén garantizados por si algún día fallan las instituciones. Esto lo estamos consiguiendo. También he querido hacer una comisión ejecutiva más heterogénea, porque antes eran casi todos docentes y ahora hay hasta dos dentistas. Intentamos ser un buen equipo y cuando hay que hacer algo lo hace el que mejor sabe hacerla.