Lluís Oliva (Palma, 1989) es el nuevo presidente de la demarcación pitiusa del Colegio Oficial de Arquitectos de Baleares. En este primer mes al frente de la entidad profesional, Oliva ha empezado a tomar el pulso de la Administración en Ibiza y Formentera. Y todo con un objetivo fundamental: conseguir que la normativa que afecta a la construcción de viviendas sea menos complicada y que los tiempos puedan agilizarse. Tiene claro que, frente a la crisis de vivienda, hay que estudiar alternativas como el crecimiento en altura. Y denuncia que, al igual que otros sectores económicos, la falta de pisos está perjudicando también a estos profesionales a la hora de contratar personal.
—Lleva ya un mes al frente de la demarcación pitiusa del Colegio Oficial de Arquitectos de Baleares. ¿Qué tal ha sido el aterrizaje?
—Bien. Me lo habían pintado peor, la verdad. Ha sido un mes para conocer un poco el funcionamiento de la demarcación y para presentación ante las administraciones. Se trata de que nos pongan cara y que vean nuestra mano tendida para ayudar, facilitar en la medida de lo posible su trabajo y que haya una mayor comprensión de las normativas, tanto para colegiados y clientes.
—¿Qué le gustaría hacer en estos cuatro años?
—Mi intención es continuar lo que se estaba haciendo antes en lo referente a ayudar a la Administración y trabajar de una forma cercana y en paralelo con ella para facilitarle la vida también a los colegiados. En este caso los problemas son siempre los mismos: la complejidad de la normativa y los tiempos. Los arquitectos tenemos que aplicar la normativa y lo que querríamos es que fuera sencilla y lógica y que las administraciones no pongan trabas de más.
—Los tiempos son muy llamativos. El presidente del Consell de Formentera, Óscar Portas, decía esta semana que hay permisos de obra por los que se han esperado hasta 14 años. ¿Cómo afecta esto a los arquitectos?
—No sabes cuándo vendrá el trabajo. Tú ofertas un proyecto ahora, haces una parte y toca esperar a que la Administración te dé la licencia. Eso es un poco desesperante porque sabes que está ahí pero no sabes cuándo lo harás. Precisamente hoy (por el jueves) hemos estado con Óscar Portas y nos ha comentado que están intentando agilizar. Lo de 14 años debe ser una excepción que habría que ver con detalle. Ahora, tres o cuatro años sí que esperas. En Ibiza, ayuntamientos como el de Sant Antoni están trabajando muchísimo e intentando acortar muchos plazos. Hay otros ayuntamientos que les cuesta un poco más pero hay que intentar ir a plazos más razonables. Esto fastidia sobre todo en cuanto a que no sabes cuándo vas a poder desarrollar tu actividad. El promotor sabe la inversión que podrá hacer ahora pero no cuándo tendrá un retorno. Y, además, las cosas en cuatro años no son las mismas.
—¿Qué otros problemas afrontan los arquitectos?
—En el tema administrativo nos afecta también una normativa que a veces se solapa en distintos niveles: Govern, consells, ayuntamientos, cada uno con su normativa. Acaba siendo un galimatías. Si no está bien estructurado, complica el trabajo. Ha de haber una simplificación y eso no significa dar carta blanca para que se haga lo que se quiera. Tiene que haber una simplificación lógica y que todos esos estratos estén coordinados porque a veces da la sensación de que no se hablan entre ellos. Le pongo un ejemplo. No todos los proyectos deberían pasar por Recursos Hídricos (Govern) porque sí. Ha de tener un sentido porque, si no, acabas haciendo cuellos de botella y por mucho que el ayuntamiento tenga la voluntad de hacerlo rápido, si depende de otra administración y ahí se crea un atasco, esa buena voluntad queda en nada.
—¿Hasta que punto esta situación agrava la crisis de la vivienda?
—Lo agrava porque se alargan demasiado los plazos. Lo estamos viendo ahora en Ca n’Escandell. Hay unos restos arqueológicos que se están tratando y, hasta que eso no se trate y Patrimonio lo valide, no se podrá hacer nada. Por favor, que no se malinterprete porque no estoy diciendo que hay que pasar por encima de eso. Pero, al final, si la Administración no tiene la agilidad, todo se acaba ralentizando mucho. No se desarrollan los proyectos en los tiempos en los que deberían desarrollarse. Sant Antoni, por ejemplo, está dando ya licencias en urbano en unos tres o seis meses. Eso no tiene nada que ver con tiempos de otros municipios, que pueden ser de más de dos años. Si esto se agiliza, se ponen los recursos necesarios para ello o se ve de qué forma la normativa se puede interpretar correctamente, la cosa cambia. Por otro lado, hay municipios que están trabajando con planes muy antiguos, de los años 80, que en ningún momento previa el boom urbanístico que está viviendo Ibiza desde los años 2000. La isla es un motor económico muy potente, atrae mucho trabajo y ha crecido muy rápido. Pero no ha habido un planeamiento urbanístico que haya sabido adaptarse a las necesidades del día a día.
—¿Qué soluciones ponen sobre la mesa los arquitectos para el problema de la vivienda?
—Hay iniciativas como el cambio de uso de locales en plantas bajas, la posibilidad de crecer alguna altura más… todo eso está bien pero son pequeños parches. La posibilidad de replantear realmente el urbanismo en las ciudades y pueblos que tenemos en las islas debería ser importante. Tal vez crecer en alturas optimizaría mucho más los recursos sin tener que consumir más terreno. Por lo tanto, habría que plantear un planeamiento urbanístico que mire más el crecimiento en altura en el conjunto urbano. Pero eso también significa, por ejemplo, calles más anchas para que eso no sea una penuria para los que viven en plantas bajas por el tema de las luces.
—Pero aquí eso siempre se ha rechazado.
—Lo entiendo y lo respeto. Pero hay que ser realistas y a veces hay que tomar decisiones que igual no son del agrado de todos. Tenemos un terreno limitado porque somos una isla. No queremos destrozar la parte rural de la isla. Y queremos concentrarnos en los núcleos urbanos. Si queremos dar cabida al crecimiento de población que estamos sufriendo, o crecemos por arriba o hacia los lados. Si hacia los lados no queremos para evitar construir en rústico, la única solución es hacia arriba. A ver, esto no es meter de repente un edificio de 20 plantas en Vara de Rey. Hay que ver cómo y dónde. En Can Misses, por ejemplo, las calles son más anchas y puedes meter más alturas. Esto es una solución a largo plazo porque dudo mucho de que la gente quiera dejar de venir a Ibiza. Y los que están aquí van a seguir aquí y harán sus familias, crecerán. Hay que planteárselo a largo plazo.
—¿Cómo afecta la crisis de la vivienda a los arquitectos?
—Nos afecta sobre todo en la falta de arquitectos que quieran venir aquí a trabajar. Como en cualquier otro sector de la isla, falta mano de obra o hay dificultades para encontrarla por el tema de la vivienda. Es verdad que somos un sector pequeño y se nota un poco menos pero hay muchos despachos buscando gente para poder desarrollar su actividad profesional de forma normal.
—Este miércoles han presentado el balance de actividad de este año. ¿Qué ha sido lo más significativo?
—Con el decreto de legalización de viviendas, la posibilidad de legalizar está surtiendo efecto y está teniendo una buena recepción por parte de la ciudadanía. El sector nota la crisis global en cuanto a que el crecimiento no es disparado, ni mucho menos. Está claro que no estamos en números de 2007, cuando estábamos en el pico de la burbuja inmobiliaria. Pero se nota una tendencia al alza, con relativa constancia, incluso.
—¿El crecimiento de las viviendas unifamiliares es más constante?
—Están creciendo un poco menos en general. Pero vienen muy empujadas por las legalizaciones. Además, si la situación económica global es de cierta inseguridad, la inversión privada, que esa la predominante en unifamiliares, se lo piensa un poco más. Si añadimos los plazos dilatados en licencias y una normativa cambiante, todo suma y afecta.
—¿Qué importancia tiene la arquitectura para lo sociedad?
—No quiero tirarme flores pero una buena arquitectura se nota y se siente. Poder diseñar, proyectar viviendas, no hablo solo de villas de lujo, de calidad, con correctas ventilaciones, con correctos saneamientos, hace que quien viva en esa vivienda esté en mejores condiciones que el que esté en una planta baja sin luz. Una buena arquitectura se siente y se vive. Hay que ponerlo en valor. A veces parece que nos dedicamos solo a hacer cuatro líneas o aparece el arquitecto estrella y te hace una cosa estrambótica… pero la realidad se ve más en la calle. Una buena arquitectura es calidad de vida para quienes habitan esas viviendas.
—En los últimos años parece que en el tema de la vivienda protegida se ha instaurado algo más de libertad a la hora de diseñar estos edificios. La arquitectura civil ha sido muy impersonal durante mucho tiempo y ahora parece que se fomenta lo contrario.
—Sí, lleva bastante tiempo siendo así. Antes era prácticamente copia y pega. Todos los bloques eran iguales. Hablo de los años 60 y 70. Era más una producción rápida y fácil que una producción cuidada. El Ibavi ahora, por ejemplo, acepta materiales renovables, reciclables, como la posidonia. Una arquitectura de VPO atractiva va a garantizar que quien la habite esté en mejores condiciones que el que pueda vivir en una VPO más hecha para cubrir el expediente y salir del paso.
—Ahora se tienen en cuenta nuevos factores como el de la eficiencia energética. ¿Cómo lo enfocan los arquitectos?
—Poder hacer un uso razonable de los recursos de los que disponemos en las islas, no solo en materiales sino en energéticos, tiene mucho sentido. Hacer edificios que dependen constantemente de máquinas de aire acondicionado no es lo más eficiente ni lo más recomendable. Más cuando hablamos de un territorio reducido y unos recursos limitados. Una mejor eficiencia energética, una mejor concienciación sobre el uso de las energías y la forma de proyectar los edificios es algo importante. Si las normativas lo tuvieran más en cuenta y apostaran más por eso, marcaría la diferencia.
—Pero los políticos siempre dicen que apuestan por eso: sostenibilidad, eficiencia energética, integración en el paisaje… ¿Lo hacen?
—Está la voluntad y luego está la realidad. Puede que tengan la voluntad de apostar por eso pero luego nos topamos con la realidad del día a día de querer aplicar y llevar a cabo eso. Para el promotor es más caro. Hay dificultades porque no hay el mantenimiento adecuado después. Hay muchos factores en juego que lo complican. Existe la voluntad de apostar por ello, eso es cierto. Pero luego está el recelo a querer apostar por ello.
—Arquitectónicamente, ¿qué es lo que más le llama la atención de Ibiza y Formentera? ¿Y en qué deberíamos mejorar?
—Creo que tanto el paisaje como el clima son factores que dan juego a una arquitectura de mucha calidad. Te permiten aprovechar al máximo las condiciones de la isla. Por ejemplo, los vientos para refrescar viviendas. Un clima suave que en invierno te permite disfrutar de exteriores. En cuanto a lo que podemos mejorar, es lo que hablábamos al principio en cuanto a la normativa. Hay planes que se hicieron hace ya 30 o 40 años y que respondían a las necesidades de ese momento. Tal vez entonces no se supo prever el crecimiento que tendrían las islas y se han quedado atrás en cuanto a las necesidades. Ha habido un crecimiento muy rápido y la normativa no ha sabido adaptarse. Algunos municipios están revisando ahora sus planes generales y eso está bien. No podemos arreglar los problemas de hoy en día con la normativa d hace 40 años, que no tiene nada que ver con cómo vivimos ahora las ciudades.
AlderaanSi decrece el número de turistas, decreceran también los residentes, menos turistas necesitarán menos servicios...todo va relacionado