Sorprende que a media mañana las calles principales de Sant Antoni luzcan con poca afluencia de gente. Las terrazas, que en otros veranos rebosaban de turistas y locales, ahora permanecen casi vacías, y no son pocas las tiendas que han cerrado sus puertas antes de lo habitual. La imagen que predomina no es la de una temporada alta a pleno rendimiento, sino más bien la de un verano que no termina de arrancar o que se está apagando antes de tiempo.
Comercios y restaurantes coinciden en describir este verano como «atípico», «raro» e «impredecible». La sensación es que, a pesar de que los meses de abril y mayo fueron inesperadamente buenos, la situación ha cambiado drásticamente con la llegada del verano propiamente dicho.
Más gastos
Los negocios del sector de la restauración apuntan que, aunque todavía llegan turistas tanto nacionales como internacionales, estos visitan los locales con más cautela. En La Cantina Portmany, por ejemplo, reconocen que el restaurante está bastante vacío durante la mayor parte del día, y que sólo entre las 20.00 y las 21.30 horas aumenta la afluencia. Esta falta de movimiento en las horas previas a la cena refleja un cambio de hábito en los visitantes, quienes ahora comparan precios y cartas entre varios establecimientos antes de decidir dónde sentarse, algo que antes no era tan común.
Este comportamiento, junto con el aumento de los costes hoteleros —con habitaciones que llegan a costar 270 euros por noche— está haciendo que muchos turistas reduzcan sus días de estancia, incluso a sólo dos o tres, lo que limita el gasto en restauración y compras. Como consecuencia, se nota menos movimiento en las calles y menos compras impulsivas, especialmente en tiendas de souvenirs, donde los vendedores aseguran que las ventas han caído.
Además, las restricciones en equipaje aéreo también afectan al comercio. Como en la zapatería El Parral, donde explican que muchos turistas no compran por la dificultad de llevarse ciertos productos en su mochila o equipaje de mano, lo que frena el consumo. Y a eso se suma que «no hay gente ni por la mañana ni por la tarde, y muchas tiendas cierran temprano, cuando otros años muchas tiendas estaban abiertas hasta las once de la noche».
La situación también la confirma Juli Stores, una tienda de souvenirs estratégica en una esquina concurrida. Su encargada señala que el perfil de cliente este año es principalmente «italianos e ingleses con presupuestos limitados» y que, aunque intentan mantener precios bajos, la afluencia y el gasto son menores que en años anteriores. En Ibiza Fashion Secret, la dependienta añade que «al principio de temporada vendíamos mucho, pero ahora llevo apenas 15 euros en lo que va de mañana».
Otra tendencia curiosa es que algunos jóvenes optan por no reservar hotel y prefieren usar consignas de maletas para guardar sus pertenencias, destinando más presupuesto a ocio nocturno en lugar de alojamiento o restauración.
Asociación de Comerciantes
La Asociación de Comerciantes del municipio apuntan que, aunque la temporada está siendo un poco baja en comparación con otros años, pero no la califican como catastrófica. Señalan que los visitantes han reducido sus estancias a dos o tres días y que acuden a lugares más concretos. Además, explican que algunos hoteles han tenido que bajar precios y lanzar ofertas para atraer clientes, ya que no están llenándose como antes.
En definitiva, la temporada de verano en Sant Antoni se está comportando de una manera poco habitual, con una mezcla de buenos momentos iniciales y un mes de julio que genera preocupación entre quienes viven del turismo y el comercio local.
Poco habitual? Si la isla es un destino para ricachos, esperáis que estos compren el imán para la nevera de recuerdo? O vayan al restaurante sin ningún glamour de la plaza de ses fonts?... Será que ya es un destino decadente?