Los ruidos a altas horas de la madrugada, provocados por parte de personas en muchas ocasiones menores, aseguran los vecinos, que salen de la discoteca a altas horas de la madrugada y cuya embriaguez parece hacerles olvidar que cerca de donde ellos gritan y beben reside gente. Una gente que ha entrado en contacto con Periódico de Ibiza y Formentera porque está muy harta ya no solo de esos ruidos sino de las múltiples situaciones conflictivas que la presencia de un local de ocio nocturno genera en la zona de Cala de Bou, desde peleas, a vómitos en las aceras, hasta insultos a los vecinos.
Pero la gota que ha colmado el vaso para la paciencia de estos vecinos llegó este pasado sábado. Eran en torno a las seis de la mañana cuando un chico joven, de entre 19 y 20 años, caía desde un pequeño muro de la zona donde estos jóvenes se sitúan para beber o cuando salen del local. La caída fue muy pronunciada, desde una altura superior a los cinco metros. Acudieron al lugar la Policía Local de Sant Josep y el servicio de Emergencias, que trasladaron al joven, que sigue ingresado en la UCI, tal y como cuentan los vecinos. La Guardia Civil también acudió, para tratar de esclarecer los hechos.
La historia de este local de ocio nocturno viene de atrás. Ya en el 2022, la Policía Local de Sant Josep y la Guardia Civil intervinieron en el local a través de la Unidad de Menores, en una redada en la que fueron identificados más de 130 menores.
Según informó en su momento la Policía Local de Sant Josep a través de sus redes sociales, se llevó a cabo un dispositivo conjunto «detectándose numerosas infracciones y deficiencias. Entre otras, se ha constatado la venta de alcohol a menores, la presencia de menores de 16 años en el interior de la discoteca o incidencias en materia de seguridad, como una salida de emergencia bloqueada o un exceso de aforo sobrepasado».
A raíz de este suceso, y mediante la presión vecinal, dicho local perdió la licencia. Sin embargo, la historia no terminaría ahí ya que el propietario adquirió un nuevo local de ocio, de lo que siempre había sido una discoteca de electrónica para, nuevamente, establecer la misma marca, a apenas unos cientos de metros, también en Cala de Bou.
Luís, uno de los vecinos de la zona donde se produjo la nueva apertura, indignado con la situación, fue a hablar con el alcalde josepí, incapaz de entender por qué se permitía la apertura a un local que había perdido la licencia. «Me dijo que como se trataba de un traspaso, y que el negocio anterior ya tenía esa licencia, esa valía y no tenía que sacarse una nueva», explica Luis. «Me dijeron que los vecinos llamaran las veces que haga falta a la Policía Local para que lo tengan en cuenta como punto crítico», añade Luis.
Poco convencidos con estas explicaciones, los vecinos están ya hartos de todos los problemas que derivan de esta discoteca. No lo achacan a la música del propio local, pues éste aseguran que está bien insonorizado sino a su público. Un público que los vecinos definen como «local, no se trata de turistas» pero, sobre todo, muy joven «hay chavales que seguramente tengan entre 14 y 15 años», comentan algunos vecinos.
Aunque no todos quieran dar su nombre, son muchos los que claman en contra de este lugar. Eva, otra vecina de la zona, sale muy pronto a trabajar, y se encuentra con la calle «llena de vómitos, y chavales que todavía siguen de fiesta, que alguna vez han llegado a increparme», asegura. Un testimonio que comparte Raquel, una mujer que sale a primera hora a pasear a sus perros y que cuenta como «hace poco me rodearon entre tres en plena madrugada».
Si bien las calles son limpiadas por parte de los operarios de limpieza, y lo cierto es que durante el día apenas queda rastro, los vecinos están hartos de convivir con los restos de los excesos de la noche anterior. Las quejas van, además, mucho más allá: aseguran que han llegado a romper mobiliario, contenedores de basura, papeleras...
Los comercios de la zona tampoco se salvan. El restaurante que hay algo más abajo de este local de ocio nocturno es lugar habitual donde se sitúan estos jóvenes para beber antes de entrar en la discoteca. Y es que aunque este se cierre por las noches, la zona exterior queda abierta, y los propietarios del restaurante se encuentran con los restos del ‘botellón’.
Algo que sucede en otros tantos puntos de las calles aledañas. De hecho, según cuenta Luís, la misma noche que se produjo la caída del joven, se produjo otra a escasos metros, aunque mucho menos grave, desde uno de los bancos donde los jóvenes se ponen a beber.
Pese a lo variado de las quejas, en lo que todos coinciden en que la privación del descanso es uno de los más graves. Juan Carlos asegura que «desde mi casa se oye todo». El local, explican, abre durante los meses de temporada, las noches del jueves, viernes y sábado, y durante esas noches el descanso es prácticamente imposible en las viviendas cercanas a la discoteca.
Tal y como se les pidió desde el Ayuntamiento, en estas ocasiones llaman a la Policía Local para que vaya hasta la zona. «Sin embargo, estas patrullas nunca llegan, por mucho que llamemos», claman los vecinos, casi al unísono.
Además, aseguran que cuando han tratado de hablar con los jóvenes para tratar de que redujeran estos ruidos, las contestaciones han sido las peores posibles. «Te dicen: ‘cállate, viejo de mierda’, o cosas del estilo», concuerdan Luís y Juan Carlos.
Es por ello que estos vecinos de Cala de Bou están hartos de la situación que genera este local, y piden ayuda al Consistorio.
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¿Eing?los que se gastan el dinero publico en put@s y perico no son precisamente la ultraderecha