Han pasado más de seis décadas y ya quedan pocos testigos de cuando se pagaban dos reales por un vaso de vino y tres pesetas por una copa de coñac en el bar de Ramonet.
Era 1964 cuando Toni Ramon, ‘Ramonet’, abrió junto a Vicent Riera, ‘Riereta’, su propio negocio: una tienda y un bar que, en sus inicios, se llamó Copa Cabana.
Ambos surgieron en el Camí de sa Vorera, en un terreno que Ramonet compró a ‘Figueretes’, mucho antes de que se convirtiera en carretera. El lugar no tardó en transformarse en centro neurálgico de una zona rural con casas dispersas en los alrededores.
Con el tiempo, Riereta emprendió su camino en Cala Salada y el negocio adoptó el nombre por el que se le conoce desde entonces: Can Ramonet. Fue allí donde Toni conoció a Margalida Ribas, ‘Xiquet’, con quien formó familia y tuvo cuatro hijos: Toni, Vicent, Esperança y Juan Carlos.
Vida rural
Durante las primeras décadas, el local era «un porche con la tienda enfrente y el bar a la izquierda», recuerda José Prats, vecino de la zona. «Tenían un almacén donde todos los payeses guardaban las algarrobas o almendras para después vender en la Península».
El establecimiento cumplía una función de servicio público: había un teléfono disponible para todos y también funcionaba como oficina postal. «Las cartas de todo el vecindario llegaban aquí y cuando alguien iba a la tienda, Toni o Margalida le daban la suya».
«Donde ahora está la cocina, antes había una puerta y un pasillo que conectaba bar y tienda, con una campana que sonaba al entrar», explica Prats, hoy responsable de compras del grupo IRG, actual gestor del local.
De la tienda conserva la imagen de «la báscula antigua, cajones de sardinas de casco, cajas de arenques y todo lo necesario: chocolate, azúcar, legumbres…». Del bar recuerda «un espacio oscuro, con chimenea donde torrábamos sobrasada, vecinos jugando a cartas, humo de tabaco ‘pota’ y niños corriendo bajo el porche». Allí también disfrutaban de un helado, un Tab o una Mirinda mientras los mayores bebían en la barra.
Fiestas y rifas
En sus inicios apenas se servían bocadillos, pero las celebraciones eran habituales. La noche de Sant Joan se organizaba una gran fiesta con ‘fogueró’ y Toni llegó a gastar una broma «invitando a todo el mundo» a un bautizo que se le fue de las manos. El cliente al que le hizo el comentario trabajaba en la radio y lo comunicó en antena, de manera que el día del bautizo acudieron cientos de personas. También eran populares las rifas semanales, con premios que podían ser un cordero o un cerdito.
Segunda generación
Con el paso de los años fue Vicent, hijo de Ramonet, quien tomó las riendas acompañado siempre de su madre. «Él empezó a hacer algo más de cocina: montaditos, tapas…», recuerda Prats. Junto a su madre, Vicent siguió manteniendo vivo el espíritu de Can Ramonet y popularizó la mítica ‘frita de polp’ que aprendió de Margalida.
Cambios
La tienda cerró en 2006 tras la llegada de las grandes superficies, pero el porche se mantuvo como lugar de reunión juvenil. Con futbolines y bebidas previas a las noches en Sa Raval, seguía siendo punto de encuentro.
La etapa de Vicent y Marga, junto al equipo formado por Lina, Luis, Anaás y Yolanda, se cerró en 2024. Desde 2025, el grupo IRG —responsable de Pikes o 528— gestiona Can Ramonet con el compromiso de «mantener el mismo espíritu de siempre».
Continuidad
«Más allá de los beneficios económicos lo importante es la relación con la comunidad», afirman desde IRG. El local mantiene carta, precios populares —un café cuesta 1,30 euros— y buena parte del personal de siempre. Lina y Yolanda siguen la estela de Vicent en la cocina, preparando la ‘frita de polp’ con idéntico sabor.
Clientes fieles
Toni Sala, ‘Benet’, cliente desde los años 60, recuerda que «al principio se llamaba Copa Cabana, antes de cambiar el nombre» y que «Toni y Puig, ayudante suyo, acabaron casándose con las hermanas de Can Xiquet». También rememora las etapas en que lo llevaron Pep y Joan de Can Miqueleta o Catalina d’en Pinya.
José Luis, de Santa Gertrudis, asegura que «cada vez que paso cerca me paro a tomar algo» y celebra que «todavía queden lugares como este». César, cliente desde hace medio siglo, se proclama «teniente de alcalde de Can Ramonet»: «Es más fácil encontrarme aquí que en mi casa».
Nito ‘Talaies’, por su parte, se define como «parte del mobiliario» y destaca que «ya vienen las nuevas generaciones», como su hija Lara, cuarta generación de clientes de su familia en Can Ramoney.
Espíritu
Toni de Can Torres resume: «Eivissa ya no es Eivissa, Can Ramonet sí».
Y Lara replica con la frase que resume todo: «Ibiza sí que sigue siendo bonita. Can Ramonet lo demuestra».
Me parece que con "la nueva gestión del pikes o 528" al espíritu de este bar le quedan 2 telediarios... Igual que con los precios... Y pasará como con todo, vendido al mejor postor. Una pena lo que están haciendo estos depredadores de negocios... Y una pena que se vendan.