Damián, nombre del joven ibicenco que fue detenido el pasado verano en el aeropuerto de Lisboa con cinco kilos de cocaína, viajó hasta Isla Margarita sabiendo desde el principio que iba a tener que llevar a cabo un «trabajo» que le iba a costar caro.
Un hombre se ganó su confianza en julio del año pasado después de frecuentar su casa, lugar donde él ocupaba la mayor parte de su tiempo en sus aficiones favoritas: pintar, modelar barro y fabricar tambores que luego vendía. Tras dos semanas de contactos le incitó a hacer un viaje para traer un cargamento de droga, una propuesta que Damián de primeras no rechazó de plano por la difícil situación anímica y personal que atravesaba.
Luego cambió de parecer. «Después de que me comentó la movida, estuve pensando mucho. Nunca antes había hecho algo así. No me hacía gracia todo esto y decidí no hacerlo», explica en la carta enviada a este periódico.
Su negativa no convenció al traficante. Es más, le visitó con los billetes de avión que debía aceptar después de «decirme que me podía pasar algo a mí a mi familia». Esa misma tarde, y sin despedirse por nadie, se dejó llevar al aeropuerto donde embarcó en un vuelo con escalas en Barcelona, Inglaterra y Caracas hasta llegar a su destino final: Isla Margarita, al sur del Caribe.