Algunos centros de buceo de Eivissa achacan la mala racha de fallecidos mientras practicaban este deporte a la temeridad de algunos buceadores sumada a la gran cantidad de aficionados que bucean en las Pitiüses en verano. Se calcula que hay en Eivissa más de 10.000 personas que, en un momento u otro, realizan una inmersión con botella, a los que hay que sumar los apneístas. «En la isla hay unos 24 centros de buceo y cada uno tiene entre 300 y 600 buceadores, es mucha gente... Es un negocio enorme, de unos 8.000 buceadores», calcula Reinir Klingnir, responsable del centro de buceo de San Miguel, en el Port de Sant Miquel. «Yo creo que al menos otros tantos están buceando por su cuenta. Teniendo esto en cuenta llevamos pocos muertos», apuntó.
Esta temporada han fallecido once personas por ahogamiento, diez en el mar y una en piscina. De estas once, personas cuatro eran buceadores, tres con botella y un apneísta. El último fallecido lo recogió del mar, el martes por la tarde, el propio Klingnir. Se trata del joven de 27 años Bartolomé Ribas Bonet, natural de Sant Antoni, que deja esposa embarazada de ocho meses. Falleció mientras practicaba la pesca submarina a pulmón porque descendió demasiado. Ayer, uno de los dos amigos que le acompañaban mientras buceaba recordaba lo sucedido: «Subió y nos dijo que tenía un mero clavado, y bajó a por él». Descendió entre 25 y 30 metros a por el mero pescado y cuando le faltaban tres escasos metros para emerger, sufrió un desvanecimiento a causa por falta de oxígeno en el cerebro y comenzó a hundirse. Según relató ayer su compañero, vieron la situación y se lanzaron al mar para sacarlo pero no lo lograron y murió por ahogamiento. Bajó en solitario a por el mero porque sus compañeros ya se habían quitado los plomos. Otro de los fallecidos mientras buceaba, éste con botella, murió el pasado diez de agosto en la zona de es Vedrà. Al parecer, buceaba acompañado pero cuando su compañero emergió comprobó que estaba solo.
Cuando avisaron a los equipos de rescate y se encontró el cuerpo sin vida se llegó a la conclusión de que podía haber fallecido por no realizar la descompresión respetando los tiempos de forma adecuada, tal vez porque se quedó sin aire en su botella. «En es Vedrá las paredes bajan a 100 metros y las corrientes son muy fuertes», explica Antonio Fernández, del Club de Buceo Sirena. Fernández considera que se cometen demasiadas temeridades, como la de quedarse sin el aire para la descompresión. «Bucean por su cuenta, no conocen la zona y se meten en lugares sin informarse bien de cómo son», advierte Fernández.