La decisión judicial se ha basado en la imposibilidad de afirmar categóricamente que los objetos motivo de litigio fueran no sólo robados sino también que procedieran de una tienda de Cala de Bou que en abril fue asaltada por desconocidos. Hasta 17 objetos de arte africano -máscaras, figuras y timbales- fueron reconocidos como suyos por el senegalés que regentaba el citado comercio después de que los descubriera en poder de un compatriota. Todo ello ocurrió un mes después del robo.
Éste, a su vez, aseguró, que se los había vendido un hombre que tenía un puesto en el mercadillo de Sant Jordi después de que le entregara 300 euros.
La denuncia ante la Guardia Civil motivó finalmente un proceso contra el vendedor del hipódromo, quien finalmente fue acusado de un presunto delito de receptación.
El sospechoso no llegó a sentarse materialmente en el banquillo el pasado día 10 de octubre. Su abogado justificó su ausencia porque estaba «muy deprimido». Ello no le impidió sustraerse de una acusación fiscal en la que se le pedía una pena de hasta 20 meses de prisión.
La defensa del acusado, el abogado Vicente Máñez, argumentó en la vista que era muy difícil precisar con seguridad la procedencia de muchos objetos que eran puestos a la venta en el mercadillo de Sant Jordi y más aún identificar piezas de arte africano que en su ejecución eran muy similares. El acusado, al respecto, señaló durante la causa que él mismo había comprado con toda legalidad, al parecer en Àfrica mismo, las cinco máscaras, cuatro timbales, cinco bolsos de mujer, dos figuras femeninas y una talla de elefante que motivaron el proceso, pero que, sin embargo, no podía aportar las facturas porque desconocía donde las tenía.
Al respecto, su abogado recordó que su condición de alcohólico crónico influía en su comportamiento. La Guardia Civil, de hecho, halló contradicciones en las declaraciones del acusado.