La decisión judicial ha sido adoptada después de que la responsable de la sentencia, la magistrada Martina Rodríguez, tuviera en cuenta que la mujer aseguró en el juicio no sólo que no tenía miedo de su pareja sino que en ningún caso se sintió coaccionada cuando éste le telefoneó a su móvil y le pidió que tirara de la cadena del servicio para demostrar que estaba en su casa. Dicho ruego motivó que ella llamara a la policía pidiendo protección.
En la causa también se ha valorado que la afectada dijo tener graves problemas con el alcohol. Justificó la acción de su compañero como una manera de saber si estaba en su vivienda o si bien, como sospechaba él, se estaba gastando el poco dinero de que disponían en un bar cercano a su domicilio. «La verdad es que me pilló en el bar. No tenemos dinero ni para comer y yo me lo estaba gastando en bebida y eso, para él, era un gran motivo de preocupación», comentó días atrás la mujer en la vista oral, celebrada el pasado 8 de febrero en el juzgado de lo Penal número 2 de Eivissa.
El acusado, sin embargo, un hombre que un mes antes había sido condenado también precisamente por un delito de maltrato, tuvo que sentarse en el banquillo enfrentándose a una condena de ocho meses de prisión, pena que requirió por su caso el ministerio público. Su detención tuvo lugar después de que su propia compañera pidiera ayuda a la policía. «No sé por qué lo hice. Me dio por llamarla sin pensar en lo que luego se lió», añadió dicha persona para precisar su conducta. Dentro de esta misma línea de defensa, la compañera del sospechoso relató al tribunal que había firmado todos los papeles precipitadamente «sin haberlos leído» y que una vez que se inició el proceso pudo darse cuenta de que la policía había «confundido» sus declaraciones mezclando hechos ocurridos en diciembre (ya juzgados y por los que fue condenado su pareja) con lo que en realidad había pasado en esta ocasión.