Una gran catástrofe aérea sacudió ayer el aeropuerto de Barajas. Un avión MD82 de la compañía Spanair con 173 personas a bordo que cubría el trayecto Madrid-Las Palmas se salió de la pista ayer tarde en plena operación de despegue tras incendiarse uno de sus motores y acabó envuelto en llamas hasta prácticamente desintegrarse en un descampado próximo. A pesar de su rápida actuación, los servicios de emergencia sólo pudieron rescatar con vida a 28 personas, mientras el resto pereció calcinado entre los restos del aparato. A última hora de la noche la cifra de fallecidos se elevaba a 153. En Madrid se activó un protocolo de emergencias con esa denominación y un pabellón de Ifema volvió a ser habilitado como morgue para las identificaciones de cadáveres y la atención a los familiares.
Horas después del siniestro, no se podía dar un balance definitivo de fallecidos. La Comunidad de Madrid informaba a las 21.30 de 151 fallecidos y 20 personas ingresadas en distintos centros hospitalarios. Entre los supervivientes se encuentran tres niños de 11, 8 y 6 años, y también una joven que sólo sufrió contusiones porque pudo saltar de los restos del avión a tiempo de no perecer entre las llamas.
Eran las 14.45 horas cuando se produjo el accidente. El avión de Spanair, un MD82 con número de vuelo JJKK5022 y ruta Madrid-Las Palmas, en el que viajaban 175 personas, aceleraba a fondo en la pista de despegue cuando, según las primeras hipótesis, registró un incendio en su motor izquierdo, se salió de la pista y acabó explotando envuelto en llamas.
El avión siniestrado salió de Barcelona en dirección a Madrid completando el vuelo sin incidencias. Sin embargo, sólo unas horas después, justo antes de iniciar el viaje con destino a Las Palmas, que tenía la salida prevista a las 13.00 horas, el avión retrasaba su despegue por un problema de indicación de temperatura, según explicó un comandante de Air Europa a la cadena Ser. Finalmente este problema fue subsanado rápidamente en los servicios de mantenimiento del aeropuerto por lo que el aparato se dirigió de nuevo a cabecera de pista para emprender su viaje.
Fue entonces cuando, en plena operación de despegue, -lo que en el argot se denomina 'punto de no retorno debido a la gran velocidad que alcanza el aparato'-, éste se salió súbitamente de pista. Según las primeras hipótesis, uno de los motores se incendió durante la maniobra lo que provocó acabara desplazándose sin control por una zona de pasto hasta quedar envuelto en llamas en una zona arbolada surcada por un arroyo. El fuego se propagó rápidamente ya que sus tanques de combustible iban repletos de queroseno provocando una alta columna de humo.
Según relató Pablo Albella, un miembro del SAMMUR a RNE, en unas declaraciones recogidas por otr/press, tras el siniestro el aparato dejó un «rastro de un kilómetro de tierra quemada tras de sí». «He visto la cola del avión totalmente separado del resto, de lo que es el centro neurálgico del suceso y lo poco que se ve son amasijos de hierro» comentó preguntado sobre la primera impresión tras acudir en ayuda de los fallecidos.
En el aparato viajaban 175 personas, incluyendo 164 viajeros con asiento propio, dos bebés y los nueve miembros de la tripulación. Según el jefe del dispositivo de emergencias habilitado en el aeropuerto, Ervigio Corral, nada más llegar al lugar del siniestro se logró evacuar con vida del aparato a 28 personas, varias de ellas en estado crítico, que fueron trasladadas a diferentes hospitales de la capital, si bien al menos una falleció. En este sentido destacó que a su equipo le llamó la atención la «dispersión de cadáveres» como consecuencia del impacto y puntualizó que los heridos estaban concentrados en una pequeña zona por la que cruza el arroyo. También destacó la gran cantidad de niños que había entre los muertos. Conscientes de la magnitud del accidente, algunas autoridades no ahorraban calificativos para describirlo. El juez ha prohibido la difusión de las imágenes del accidente que captaron miembros de equipos de emergencia.