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Accidente de tren en Galicia

El maquinista: "La lacra que me va a acarrear para toda la vida es tremenda"

El maquinista que conducía el tren accidentado en Santiago de Compostela en un siniestro en el que murieron 79 personas, Francisco José Garzón Amo (c), saliendo de los juzgados de Santiago. | Lavandeira jr

| Santiago de Compostela |

Francisco José Garzón Amo, ferroviario de 52 años, divorciado y al cuidado de su madre enferma, ha señalado ante el fiscal Antonio Roma que no sabe qué iba pensando justo antes de llegar al barrio de Angrois, donde el 24 de julio se produjo un accidente con el saldo de 79 muertos y más de 150 heridos.

Preguntado el pasado domingo por ello, responde que lo desconoce, «si lo supiera... la lacra que me va a acarrear para toda la vida es tremenda».

El periódico El País publica en su edición de hoy la transcripción del interrogatorio judicial, y en ella se ve que se le pide al maquinista un esfuerzo para intentar entender lo ocurrido, un intento que resulta infructuoso: «Le digo sinceramente que no lo sé, no estoy tan loco como para no frenar».

Sí activó el freno en el último momento, «el neumático, etcétera, todos», pero la tragedia «era inevitable», «es que en la curva ya veo, ya veo que no la paso, veo que no la paso», «antes de que se me venza el tren ya llevo todo activado, y veo que no, que no paso».

Tras descarrilar, llamó al servicio de incidencias de Renfe, una comunicación en la que habría reconocido su exceso de velocidad: «Tras volcar, lo primero que tiene que hacer cualquier maquinista o trabajador es llamar. Dije que había muchísimos muertos porque era inevitable».

Prosigue: «A la velocidad que iba, aunque no pudiera ver hacia atrás, yo sé lo que llevo entre manos y sé que ahí tenía que haber desgracia (...) Es que todo va en que yo debo saber que en ese punto debo ponerme a esa velocidad (80 kilómetros por hora), nada más».

A una consulta del Ministerio Público, acerca de si durante todo el trayecto mantuvo una conversación con la torre de control, indica: «No, no lo recuerdo».

Al juez Luis Aláez le cuenta que «cuando fue el golpe andaría entre 180 y 190, no me dio tiempo a nada». ¿Por qué no redujo? «Es que no le doy explicación, no lo comprendo cómo no lo vi».

El magistrado le hace una observación, que circula cuatro kilómetros a una velocidad muy superior a la conveniente, y Garzón Amo concreta que casi a 200 kilómetros por hora cuatro kilómetros «pasan muy deprisa» y que al entrar en los túneles no se da cuenta de que está en ese tramo y no reduce.

Afirma que no bebió, extremo que corroboraron las pruebas practicadas -"lo único, café"-, que en el último reconocimiento médico solo tuvo una pega, «estaba demasiado delgado», y que el Ipad en el trabajo lo utiliza para sus labores profesionales, no para consultar Facebook ni el correo electrónico.

En la cabina, como siempre, lleva su Ipad con el libro de órdenes «descargado de una página de Renfe» y la ruta. Además está a bordo el documento en papel, como es reglamentario, pero prefiere verlo en la pantalla «con la lupa que permite ampliar el mapa».

Garzón Amo responde a todas las preguntas y solo de vez en cuando pide alguna aclaración. El instructor centra todas sus dudas en cómo Garzón Amo no pudo saber dónde estaba, en esa confusión y en el frenazo.

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