Familiares de las víctimas del avión que se estrelló el pasado martes en los Alpes franceses, esencialmente españoles y alemanes, visitaron este jueves la montaña en la que permanecen los restos de sus seres queridos y recibieron de primera mano los detalles de la investigación.
Venían buscando consuelo y encontraron más motivos para la rabia y el dolor cuando el fiscal de Marsella, Brice Robin, les reveló que el accidente que costó la vida a sus allegados había sido provocado de forma aparentemente deliberada por el copiloto del avión.
«Un mazazo», según describió una persona presente en ese momento, que tuvo lugar en el aeropuerto de Marsella poco antes de que el fiscal compareciera ante los medios de comunicación para comunicar la noticia.
El secretario de Estado de Fomento de España, Julio Gómez-Pomar, afirmó que fue como si «revivieran» la tragedia que les dejó sin sus seres queridos.
Hubo lágrimas, lamentos, gritos, pero sobre todo coraje y respeto. «Las familias han sido extraordinarias», indicó el portavoz del Ministerio francés de Interior, Pierre-Henri Brandet.
Fue el momento más duro de un día largo, intenso, en el que casi 300 familiares, de ellos 77 españoles, quisieron acercarse lo más posible al macizo de los Trois-Évêchés, donde reposan ya los cuerpos sin vida de sus familiares.
La compañía Lufthansa, propietaria de Germanwings, fletó un avión desde Barcelona y otro desde Düsseldorf, inicio y destino del vuelo que acabó con las vidas de 150 pasajeros al estrellarse en los Alpes franceses.
Trece allegados fueron en autobús desde Barcelona y todos se juntaron en Marsella, donde el fiscal les contó los detalles de la investigación.
«Se lo debíamos a las víctimas antes que al resto del mundo. No queríamos que se enteraran por rumores», aseguró el portavoz del Ministerio de Interior.
«No daban crédito a lo que escuchaban», contó una persona que asistió junto a los familiares al relato de Robin.
El fiscal respondió paciente a sus dudas: querían saber cómo funcionaba la puerta de la cabina de pilotaje, se interesaron por detalles de la normativa internacional y cuestionaron el hecho de que el comandante se ausentara.
Entre los presentes estaban también los familiares del copiloto Andreas Lubitz, a quien los investigadores franceses reprochan haber querido estrellar el avión de forma deliberada.
A partir de ahí se bifurcaron los caminos, por un lado los familiares de la tripulación y por el otro los de los pasajeros, por un motivo que nadie quiso aclarar. «Se hizo de forma natural», dijo el portavoz de Interior.
Tres horas de trayecto en autobús les llevaron hasta el pie de la montaña donde todavía reposan los restos de sus seres queridos.
En Le Vernet, el pueblo más cercano al lugar de la tragedia, hubo una ceremonia civil y en Seyne-les-Alpes, que alberga la capilla ardiente, otra de carácter multiconfesional.
La mayoría de ellos decidieron posteriormente hacer el camino adverso y regresar a sus países y solo un pequeño grupo quiso aprovechar la solidaridad de Francia y de los habitantes del lugar para permanecer un poco más cerca de sus seres queridos.
Es lo más próximo que van a poder estar de ellos porque las autoridades no les han permitido sobrevolar el lugar del accidente en helicóptero.
«La prioridad es la investigación y rescatar los cuerpos», dijo el portavoz de Interior.
Labores que continuaron este jueves, cuando siguieron descendiendo restos humanos que están siendo analizados en un puesto avanzado montado en Seyne-les-Alpes. Los familiares dejaron su ADN para facilitar las labores de identificación de las víctimas.
La segunda caja negra del avión, que contiene los parámetros técnicos del vuelo, no ha aparecido, y el rastreo de la zona seguirá «varias semanas», según Brandet, que describió el lugar como «la escena del crimen».
Como el luto en la región, que se apresta a seguir recibiendo a familiares que deseen despedir a sus muertos cerca de la montaña donde reposan.