Cinco hombres de entre 59 y 75 años que en abril de 2015 desvalijaron una cámara acorazada en Londres con 19 millones de euros en joyas, el que está considerado el mayor robo en la historia de Inglaterra, fueron condenados este miércoles a entre seis y siete años de cárcel.
El cabecilla del grupo, un pensionista de 77 años que ha sufrido dos derrames cerebrales desde que fue cazado por la policía, no asistió al tribunal y queda pendiente su sentencia, mientras que otro de los implicados fue puesto en libertad condicional y un octavo hombre está en paradero desconocido.
El núcleo duro de la banda, con antecedentes policiales que se remontan a décadas atrás, planeó el que iba a ser el golpe de su vida durante sus habituales encuentros de los viernes en el pub The Castle, en el barrio de Islington, al norte de Londres.
El robo, que tardó tres años en tomar forma, comenzó la noche del Viernes Santo, el 2 abril, cuando los primeros ladrones entraron por una puerta lateral al edificio del depósito de seguridad, ubicado en una calle repleta de joyerías de lujo, en el distrito londinense de Holborn.
Su presencia hizo saltar las alarmas, por lo que la compañía de seguridad privada que vigilaba las instalaciones se puso en contacto con la policía, que trató el incidente como un falso aviso y no movilizó a sus agentes.
Con la suerte de cara, la banda contaba con cuatro días festivos por delante, hasta el 7 de abril, para saquear sin urgencias las decenas de pequeñas cajas blindadas en las que los joyeros de la zona guardaban oro, diamantes, zafiros y otras piedras preciosas.
Tras deslizarse por el hueco del ascensor hasta el sótano del edificio, los experimentados ladrones utilizaron herramientas pesadas para horadar el grueso muro de hormigón que protegía la cámara acorazada de Hatton Garden.
Cuando el martes por la mañana llegó el primer empleado al depósito de seguridad, descubrió que uno de los lugares más impenetrables de la capital británica había sido minuciosamente expoliado durante el fin de semana.
Scotland Yard, humillada por su falta de reacción ante la primera llamada, dedicó todos los recursos disponibles a dar caza a los culpables, que estuvieron huidos cerca de seis semanas.
A pesar de su amplia experiencia en el mundo del hampa, los ladrones, de avanzada edad, no modificaron sus costumbres tras el robo y apenas un mes después volvían a estar sentados alrededor de una mesa de The Castle, ante varias pintas de cerveza, comentando su éxito.
La policía grabó algunas de esas conversaciones, lo que sirvió para justificar su detención y su condena, junto con información de las matrículas de sus vehículos y registros de teléfonos móviles.
En lo que sí se afanó la banda fue en esconder las joyas robadas, dos tercios de las cuales todavía no se han recuperado, lo que puede provocar que en el futuro se inicien nuevos procesos legales contra ellos derivados de las denuncias de los propietarios legítimos del botín.
El juez que este miércoles dictó sentencia en la Corte de Woolwich, al sur de Londres, aseguró que no puede demostrar que este sea el mayor robo de la historia de Inglaterra, como han afirmado los medios británicos y algunos de los abogados que han participado en el proceso, si bien subraya que no se recuerda otro similar.
«Está claro que el robo que centra este caso es único en su especie por la escala de su ambición, el detalle con el que se planeó, el nivel de preparación y la organización del equipo que lo perpetró, así como por el valor de la propiedad sustraída», afirmó el magistrado Christopher Kinch.