Pablo Penalva Hortal es un joven natural de Eivissa que está a punto de cumplir 30 años. Licenciado en Ciencias Ambientales, actualmente trabaja en el recién abierto Centre de Interpretació del Parc Natural de ses Salines, y desde hace unos días puede presumir de haber sido uno de los pocos privilegiados en conquistar la cima del mítico pico Mont Blanc, en los Alpes.
Una cima considerada la cuna del alpinismo al ser el punto más elevado de la Unión Europea gracias a su altura oficial de 4.810,06 metros, que Penalva, acompañado de su primo Eduardo Núñez, policía nacional y judoka murciano, y Antonio Sierra, también judoka murciano y empresario-docente informático, conquistó en cinco días.
«La decisión de realizar la ascensión al Mont Blanc fue sencilla pues es la cumbre por excelencia del alpinismo y todo un símbolo para los amantes de la montaña, y llegar hasta arriba era un sueño y un objetivo por cumplir», explicó ayer a PERIÓDICO de IBIZA Y FORMENTERA este joven ibicenco que ya tenía la experiencia de haber coronado con éxito el Mulhacen, pico más alto de la Península Ibérica con una altitud de 3.478 metros, y el Toubkal en la cordillera del Atlas con una altura 4.167 metros.
Según el propio Penalva, la expedición, en la que Eduardo Núñez hizo de guía por ser el más experto en alta montaña, se llevó a cabo por la ruta de Gouter, «una de las menos peligrosas por su dificultad técnica». Aún así el trío tuvo que hacer frente a los inconvenientes «de encontrarse con los teleféricos cerrados y los refugios en servicios mínimos, con apenas una pequeña sala donde tirar los sacos al suelo y poco más».
Todo ello, unido a otras vicisitudes más, ha hecho que, según este licenciado en Ciencias Ambientales, la aventura fuera «una experiencia única e irrepetible». No en vano, durante los cinco días la expedición vio avalanchas, un rescate en helicóptero, un mar de nubes espectacular y, sobre todo, «fue casi una semana rodeados de una belleza natural sin igual, de superación y compañerismo».
Un accidente le animó
Un compañerismo que quedó reflejado en el apoyo que prestaron tanto Pablo Penalva como Eduardo Núñez a Antonio Sierra. «Para él subir al Mont Blanc siempre fue un gran sueño y reto pero por motivos laborales, de dinero y respeto a esta cima nos dijo que no podría venir. Un par de días antes de comenzar la aventura, cuando iba de de camino al trabajo en bicicleta, un coche se saltó un stop y le atropellaron. No le pasó nada, pero la bici quedó destrozada. Y eso le hizo darse cuenta de que la vida está para cumplir los sueños, buscar la felicidad y disfrutarla al cien por cien porque es muy corta».
Para llevar a cabo esta dura ascensión, el joven ibicenco asegura que no realizó «una preparación muy específica», ya que siempre ha sido muy deportista gracias a la influencia de sus padres, quienes le animaron a probar varios deportes hasta encontrar los que le gustaban de verdad.
Fuerza mental
Eso sí, Pablo Penalva asegura que desde pequeñito le encantaba hacer actividades al aire libre y que su pasión por estas actividades creció de forma paulatina según iba realizando la Licenciatura en Ciencias Ambientales. Actualmente, «no hay día que no salga a disfrutar de nuestros increíbles paisajes ibicencos, ya sea corriendo, en bici, andando con amigos o incluso nadando por sus aguas».
A pesar de todo ello, el trabajador del Parc Natural de ses Salines, asegura que es muy importante para hacer cima en el Mont Blanc «ir bien equipado y acompañado por algún experto en alta montaña y sobre todo tener una buena preparación física y mental, porque en apenas cinco días tienes que poner el cuerpo al límite y pedirle un esfuerzo más al pasar por penurias como el frío, el hambre, la falta de oxígeno o el dolor de piernas y brazos».
Algo que no le ha importado lo más mínimo. «Supongo que a los deportistas nos gusta sufrir un poco y si todo ese sacrificio, esfuerzo y superación personal lo haces rodeado de inmensos paisajes, viviendo de la naturaleza, bebiendo agua de los ríos, calentándote con las rocas al sol y sintiendo su energía, la sensación de felicidad es máxima», afirma con una sonrisa. Y además, añadimos nosotros, si el resultado es la conquista del Mont Blanc, la satisfacción es incluso mayúscula.