Papá Noel llega puntual a su cita con Periódico de Ibiza y Formentera a pesar de que tiene por delante unos días tremendamente intensos. Es lo que tiene ser la persona más buscada y más solicitada por los niños de todo el mundo cuando llega la primera parte de la Navidad, hasta que celebramos fin de año. Después será turno de Gaspar, Melchor y Baltasar, los Reyes Magos, con los que asegura «no hay rivalidad».
Tras dejar aparcado su espectacular trineo en la entrada del edificio del Grupo Prensa Pitiusa, y a su fiel Rudolf bebiendo agua junto al resto de renos que tiran de su trineo, nuestro aspirante a Sardina Negra de esta semana entra en las instalaciones con su traje tradicional, rojo y blanco, con su enorme barba y derrochando sentido del humor. Se hace varios selfies con algunos trabajadores de la empresa y entra decidido a completar una divertida sesión de fotos en el plató de la Televisió d'Eivissa i Formentera (TEF). Un lugar que ha escogido porque «viene con muchas ganas de dar buenas noticias a niños y mayores de las Pitiüses».
Lo cierto es que a pesar de sus años o siglos de vida – se niega a desvelar su edad exacta «por coquetería y por el que dirán» – a Papá Noel no parece sentarle mal sus innumerables viajes desde Laponia, en Finlandia, donde tiene su hogar. Eso sí, asegura con una gran sonrisa que, sufre de algunos achaques que prefiere no desvelar, «otra vez por coquetería». Lo cierto es que Papá Noel se muestra como una persona cercana, divertida, que adora a los niños, y que nunca pierde la sonrisa. Una tras otra va respondiendo a nuestras preguntas, sin rechazar ninguna, y cuando termina, tras algo más de una hora con nosotros, vuelve a hacerse selfies, se despide de todos, sale por la puerta, recoge a Rudolf y al resto de renos, y envuelto en una misteriosa y preciosa nube desaparece para volver por donde ha venido.
—Bienvenido. Gracias por su tiempo porque sabemos que está muy liado y que tiene que preparar muchísimos regalos para repartirlos el día 24 por la noche. ¿Una duda, cómo quiere que le llamemos, usted que tiene tantos nombres?
—Bueno como quiera. Me llaman de tantas maneras que ya siempre respondo cuando los niños se dirigen a mí como Papá Noel, Santa Claus, San Nicolás e incluso, Viejito pascuero. Lo importante es que a uno le conozcan por hacer algo bueno.
—Hombre, en eso usted juega con ventaja. Repartir regalos y felicidad siempre da puntos a favor...
—(risas). Por supuesto. Pero a veces también he recibido cartas de niños que se han enfadado un poquito porque me dicen que no les ha llegado el regalo que pidieron en su primera carta. Es lo que tiene trabajar con millones de pedidos cada año.
—¿Y a esos niños que les dice?
—Que intenten ser pacientes y comprensivos. Que piensen que por lo menos ellos tienen regalo y que se pongan en el lugar de otros muchos niños que, desgraciadamente, no tienen la misma suerte que ellos. Fundamentalmente que aprendan a valorar lo que tienen.
—¿Cómo cree que se podría conseguir que todos los niños tuvieran su regalo?
—Es un tema complicado en el que tenemos que ayudar todos poniendo nuestro granito de arena. Las guerras, los niños refugiados y los que mueren de hambre no pueden ser olvidados por los niños del llamado Primer Mundo. Y porque no, apoyar campañas en las que se compra un juguete para que ninguno se quede sin él. ¿Os apuntáis?
—Una cosa. Creo que es pregunta del millón y no se si me la va a contestar ¿Cuántos años tiene?
—(risas). Claro que sí. No tengo problemas en decir mi edad... Eso sí, aproximada que uno siempre tiene su coquetería... Tengo más de 2000 años.
—¿Y cuál es su secreto para mantenerse igual que siempre? Por usted no pasan los años...
—Gracias. Intento cuidarme. Hago algo de ejercicio, como bien y por supuesto, ser feliz y hacer feliz a los niños del mundo. Esos dos son mis mejores reconstituyentes.
—¿Y alguna vez le han dicho que tiene algo de barriguita?
—(risas). Alguna que otra. Incluso mi médico y Mamá Noel me dan la lata para que deje los postres y haga running pero me da pereza. Además, los gimnasios no me van mucho, prefiero estar con mis elfos preparando regalos en la oficina.
—El caso es que lleva muchísimos años viajando desde Laponia cuando llegan estas fechas. ¿No se cansa?
—(risas) Pues la verdad que no. He perdido la cuenta de los años que llevo recorriendo el mundo pero sigo con la misma ilusión que siempre. No le voy a negar que tengo algún achaque pero con ilusión se cura todo.
—¿Y cómo hace para no perderse y llegar siempre a tiempo?
—Bueno antes tiraba más de cabeza y llevaba apuntadas todas las direcciones en una gran libreta pero ahora antes de salir de Laponia meto en un GPS de última generación las direcciones de todos los niños buenos del mundo. Y si me pierdo con alguno siempre puedo tirar de teléfono móvil y llamar a mis ayudantes en casa. Lo importante es que, en la medida de los posible, todos los niños sean felices el día 25 cuando vean sus regalos.
—Pero... ¿cuánto tiempo ha tardado en llegar a Eivissa?
—(risas) En realidad muy pocos segundos. Tenga en cuenta que tengo un trineo mágico tirados por mis estupendos renos.
—Entonces, ¿cómo funciona el trineo?
—(risas) Éste es un secreto amigos. Nunca lo he desvelado a pesar de que he tenido ofertas suculentas por parte de programas de televisión. Pero bueno, por ser tu, y porque me gusta mucho vuestra sección solo te diré una cosa. Es Rudolf el que guía al resto de renos encendiendo su nariz roja.
—Por cierto. ¿Y el resto de renos como se llaman?
—Buf tengo muchos. A ver si me acuerdo del nombre de todos y no me gustaría dejarme ninguno porque todos son muy importantes... están Donner, Blitcher, Cometa, Cupido, Brillante, Danzante, Centella y Zorro. Y ahora últimamente se nos ha unido uno de origen español que se llama Rumbo. Es genial, es un bromista y un showman de cuidado. Siempre está alborotando a los demás.
—Hablando del tiempo que lleva trabajando. ¿Recuerda como fue el primer año?
—(risas). Por supuesto, un debut nunca se olvida. Eso sí, recuerdo que fue un poco caos. Rudolf era la primera vez que salía, no nos conocíamos el trabajo, nos liamos con algunos regalos e, incluso, en una casa encontramos una chimenea encendida cuando iba a bajar por ella. Menos mal que me di cuenta a tiempo y solo me quemé un poco los pantalones. Desde aquel día, lo primero que hago es ver como está la chimenea y si no, entrar por la ventana o la puerta.
—¿Y es cierto que no siempre vistió de rojo y blanco?
—(risas). Vaya. Ahí puede que descubras uno de mis secretos. Pero bueno no importa. Mi uniforme actual se debe a una conocida marca de bebidas refrescantes que decidió comprármelo en 1931 porque hasta entonces me había aparecido a los niños con distintas imágenes y trajes, como túnicas o chaquetones de piel. Lo cierto es que me ha venido bien porque así no tengo que pensar que me tengo que poner cada día. Es como los niños que van a un colegio en el que llevan uniforme. Es un alivio.
—¿Y cuántos tiene?
—Muchísimos. Tengo la manía de estrenar un traje cada Nochebuena y después, mis ayudantes, lo deshacen y lo convierten en ropa para los niños más desfavorecidos del planeta.Así que si veis mucho color rojo entre los niños... pensad un poquito en mí (risas)
—¿Ya ha conocido al Olentzero de Euskadi y Navarra o el Alpalpador de Galicia?
—Por supuesto. Son geniales, sobre todo el Olentzero, es un carbonero bonachón que baja de los montes con un saco lleno de regalos. Es un poco bruto pero muy cercano y fuerte como él solo (risas)
—Y con los Reyes Magos, ¿Qué tal se lleva?
—Fenómenal. Son tres tipos magníficos.
—¿No hay competencia por el tema de repartir regalos?
—Que vá. Nunca la habido. Ellos y nosotros sabemos cual es nuestro espacio y cual es nuestro tiempo. E, incluso, sabemos en que lugares del mundo gustamos más o menos.
—¿Y cómo se coordinan para no repetir regalos?
—Esa es una buena pregunta. Tenemos un grupo de WatssApp en el que estamos en contacto y nos gastamos bromas y nos mandamos fotografías de nosotros en familia. Y cuando llegan estas fechas nos juntamos para cenar, cada año en una casa, y decidimos como lo hacemos. Y este año ha tocado en casa de Baltasar.
—¿Y nunca echó de menos acompañar a Gaspar, Melchor y Baltasar en un Belén?
—(risas). No, por favor. Yo desgraciadamente no tuve la suerte de vivir personalmente el día del nacimiento de Jesús así que, entiendo, que ahí pinto poco.
LA PREGUNTA
—Todoel mundo viene a Eivissa y Formentera¿A Papá Noel no le ha picado el gusanillo de dejarse caer de incógnito y pasar unos días con nosotros?
—Me han hablado muy bien de vuestras islas, sobre todo en primavera y otoño, así que no descarto escaparme unos días cuando pueda coger unas vacaciones. Y si no, como me han hablado muy bien de algunos postres como el flaó o la greixonera me podríais mandar algunos para que los probara porque cuando viajo a veros desgraciadamente solo estoy unos segundos. Ah, y una botellita de hierbas tampoco vendría mal.
EL TEST
Un libro
¡Cómo el Grinch robó la Navidad! de Dr. Seuss
Una película
¡Vaya Santa Claus!
Una serie
Verano Azul
Un cantante o un grupo
Raphael y su canción El tamborilero
Una persona a la que admira
Los niños que viven en conflictos bélicos
Un color
El rojo
Un plato de cocina
Cualquier postre
Un deporte
Ninguno. Soy más de ir en trineo.
Un lugar de la isla donde perderse
No conozco mucho Eivissa así que tendré que venir
Un viaje que nunca olvidará
Mi primer viaje para dar regalos
Un objeto fetiche
Mis gafas
Una manía
Revisar bien todo para que no falte nada cuando salgo
Un defecto
Soy perezoso
Una virtud
Bonachón
Un sueño por cumplir
Que todos los niños del mundo tengan su regalo