Cuando entras en el negocio de Pilar Gea te da la sensación de ser uno de esos lugares que albergan muchas historias, seguramente debido a que S'espardenya pasa por ser una de las tiendas más antiguas en Dalt Vila. Un negocio que abrió con su marido en el año 1984 y por el que han pasado infinidad de personajes populares, incluida la realeza. Claro que nada de eso se esperaba Pilar cuando llegó a la isla, con apenas 16 años, desde su Teruel natal. «Llevo aquí 47 años porque mi marido vino a Eivissa a hacer la mili y le gustó. Luego vine yo también y ya nos quedamos aquí por temas de trabajo». Ahora reconoce que es el lugar que más le gusta y que es donde ha decidido quedarse para siempre, a pesar de que nada más llegar no conocía a nadie y se sentía «sola y triste porque estaba acostumbrada a trabajar y a tener una rutina».
Por eso, un buen día salió de su casa para comprarse un capazo y unas alpargatas ibicencas, un acto casi premonitorio de lo que le depararía su futuro. Comenzó a integrarse, a conocer gente y hacer amigos, «enseguida me sentí có- moda». Acostumbrada ya a su nueva vida empezó a trabajar y fue entonces cuando la familia de su marido, propietaria de una tienda de alpargatas en Barcelona, les convencieron para que también abrieran un local en Eivissa. «Pero yo me negué rotundamente, no quería trabajar aquí porque no tenía ni idea de cómo se hacían», era un negocio que desconocía por completo; hasta tal punto llegó su negativa que, aunque la terminaron abriendo, al principio contrataron a una dependienta porque Pilar continuó en la empresa que trabajaba hasta que cerró. «Una vez que me decidí a trabajar en la tienda me propuse a aprender a confeccionarlas, porque decidí que si vendía alpargatas aprendería también a hacerlas, adicionales hasta las más sofisticadas de lentejuelas, puntillas... Por eso, reconoce que «si alguien viene buscando una alpargata o menorquina y se va descalzo es porque quiere», ya que tiene cubiertos todos los números desde el 16 al 47 y todas ellas llevan su toque personal. «Todas llevan mi sello, aunque ya compro muchas que están hechas», las sabe hacer todas, pero ya le cuesta mucho esfuerzo. «Las suelas, por ejemplo, se hacen a mano, pero las saben hacer artesanos mayores y cuando mueran ¿quién se pondrá a hacerlas?», se pregunta.
Nos enseña una de las agujas de acero que usa para encintar, y lo doblada que esta tras unas horas de trabajo, «esta labor requiere de fuerza y con la edad es más complicado». Después de más de treinta años a cargo del negocio mira atrás y se da cuenta de todas las anécdotas que tiene para contar pues por su tienda han pasado todo tipo de personas y personajes populares, entre ellos, Smilja Mihailovich, más conocida como ‘la princesa Adlib', o la reina Sofía. También han vendido a actores y actrices conocidas e, incluso, desde la tienda de Barcelona le enviaban alpargatas al Papa Juan Pablo II, «luego salió en todas las revistas de moda y la gente venía preguntando por ellas». Pero también tiene a sus clientes de toda la vida, a los que ha visto crecer generación a generación, «me encanta estar aquí, me gusta la gente de este barrio y, aunque soy muy tímida, gracias a la tienda y a estar de cara al público he hecho muchos amigos, porque ya son más que clientes. A mí me da vida y me mantiene activa», por eso, a corto plazo Pilar se ve ilusionada con seguir al frente de su alpargatería, una de las más famosas y antiguas de la isla.