La misa y posterior procesión hasta el mar de la pequeña Virgen del Carmen de Es Cubells volvió a dejar ayer por la mañana dos cosas claras. La primera que se trata de una de las celebraciones en honor a la patrona de los marineros más bonitas que hay en la isla y la segunda que hay que estar en muy buena forma física para aguantar el recorrido, sobre todo la subida, bajo el intenso calor.
Y eso que la pequeña localidad costera del municipio de Sant Josep volvió a ser la más madrugadora de las tres celebraciones que tuvieron lugar ayer para honrar a esta Virgen. La homilía comenzó en torno a las 10.00 horas y en algo más de media hora un centenar de vecinos salían ya del pequeño templo, dedicado precisamente a Nuestra Señora del Carmen, y se congregaban en la plaza protegidos con gorras y sombreros para recorrer el sinuoso y pedregoso camino que conduce hasta la cala.
Afortunadamente este año no hubo que lamentar los resbalones que en alguna ocasión han provocado más de una herida. El que más o el que menos superó la prueba con dignidad y en apenas 20 minutos la amplia comitiva estaba ya junto al varadero donde tradicionalmente embarca esta pequeña talla de la Virgen del Carmen, que sólo sale una vez al año de la capilla del Seminario de La Carmelitas Misioneras de Francisco Palau. Allí, entre las rocas y sin importar la edad ni la condición física, todos subieron al barco pesquero José Antonia y a otros llaüts rumbo hacia alta mar.
Este momento volvió a demostrar que estamos ante una celebración de la Virgen del Carmen totalmente diferente. Allí, al pie del agua y en la pequeña pasarela de madera, la implicación es absoluta. Todo el mundo ayuda a todo el mundo, sobre todo a aquellos que no tienen más problemas para subir a bordo. Y después, cuando se llega al centro de la bahía, los pasajeros cantan, tiran sus ramos de flores en recuerdos de los fallecidos en el mar, aplauden y regresan con la satisfacción de haber cumplido con la patrona que tanto quieren. Eso sí, tras regresar a tierra, toca coger fuerzas y desandar el camino con el sol aún más alto.