Silvio Berlusconi celebró este domingo sus veinte años de carrera política con unas fotografías publicadas en el «Sunday Times», en las que aparece sin trampa ni cartón, como un anciano de 77 años, lejos de la imagen artificial con la que se muestra habitualmente, excesivamente maquillado y con el pelo reimplantado teñido de oscuro.
Su partido, Forza Italia, ha recordado públicamente a quien califica de «genio del pueblo. El protagonista de ayer, de hoy y de mañana» y le ha deseado «felicidades por los veinte años al servicio exclusivo del país».
Y ha rescatado el discurso del 26 de enero de 1994 que pronunció el exprimer ministro de Italia, «Por mi país», en el que anunció su entrada en política y que le ha llevado en tres períodos a ser jefe del Ejecutivo.
Fotografiado por Paul Stuart, se presenta con chaqueta y camiseta oscura, sin corbata que disimule la piel que pende de sus cuello y la cara limpia de maquillaje, lo que deja al descubierto un rostro con arrugas y surcos, más auténtico que el que ha lucido hasta ahora.
Las imágenes del líder del centroderecha han sido recogidas del británico «Sunday Times» por su diario afín en Italia, «Il Giornale».
Esta reaparición, para algunos analistas, esconde una nueva treta de quien ha sobrevivido a diferentes embates de la justicia, la política y la vida misma.
A pesar del último golpe que lo dejó fuera del Parlamento italiano, Berlusconi promete seguir plantando batalla en la vida pública de Italia, como ha demostrado su último acuerdo con el secretario del Partido Demócrata (PD) Matteo Renzi, sobre la reforma de la ley electoral, cuando todo el mundo creía que estaba acabado.
Tras dos décadas de gran enemistad expresa y para indignación de muchos compañeros e italianos, el pasado fin de semana Renzi invitó a Silvio Berlusconi por primera vez a la sede del PD en Roma y pactó con él la reforma de la ley electoral.
Dos días después, la dirección del PD aprobaba ese acuerdo sin votos en contra, aunque con la salida de la reunión y finalmente del partido de Gianni Cuperlo, que había sido el principal rival de Renzi en las primarias.
Ni siquiera la retirada de su escaño del Senado el pasado 27 de noviembre, en aplicación de la llamada «ley Severino» por su condena en firme a 4 años de prisión por fraude fiscal y su inhabilitación política han podido con él.
Los epitafios que sus enemigos tanto gustan de escribir, por tanto, caen hasta ahora uno tras otro.
El último de esos epitafios políticos fue escrito el pasado 2 de octubre, cuando terminó volviéndose en su contra la iniciativa que había perpetrado días antes junto a los radicales de su partido abriendo una crisis de Gobierno destinada a presionar al Partido Demócrata (PD) del primer ministro, Enrico Letta.
Berlusconi quería evitar que continuara el proceso para su expulsión del Senado, pero todo se volvió en su contra cuando su «delfín político» y viceprimer ministro, Angelino Alfano, se reincorporó al Gobierno tras la dimisión a la que fueron «invitados» él y otros cuatro ministros, y mostró su apoyo a Letta.
Entonces, «il Cavaliere» quedó en evidencia y tuvo que dar marcha atrás para evitar una ruptura en directo de su partido, pero días después supo retomar el timón como presidente de la formación, anunciando su disolución para refundarse en Forza Italia y obligar así a Alfano y a los moderados a la escisión.
Letta incluso dio por acabada «la era Berlusconi» en la política italiana el pasado 6 de octubre, pero lo cierto es que hoy el magnate sigue condicionando la vida pública de Italia, como líder, aunque desde fuera del Parlamento, de Forza Italia.
Tras el acuerdo con Renzi hasta sus enemigos reconocen que Berlusconi ha revalidado su condición de político incombustible y que el hombre de arranques, impetuoso, bromista y que actuaba con la soberbia y seguridad que le otorgaba el saberse poderoso y de los más ricos de Italia, parece haber cambiado de táctica.