Hablar de Rodinei Luiz de Andrade (Sao Paulo, 1971), conocido deportivamente como Nino, es hacerlo de samba futsalera. El brasileño dejó en su día muestras de una tremenda calidad técnica en las Pitiusas, donde ha defendido la camiseta del Formentera, el Gasifred, el Atlético Isleño y la Peña Deportiva. El sudamericano llegó con la vitola de estrella después de haber brillado anteriormente en Primera División, especialmente con el
Barça.
Nino se formó deportivamente en el Palmeiras de su país natal, donde permaneció desde los 12 hasta los 20 años. Fue entonces cuando la llamada de un amigo cambió su vida para siempre. «¿Quieres jugar en el Barça?», preguntaba desde el otro lado del teléfono Renato Dobra, «uno de los pioneros en jugar al fútbol sala como extranjero en España», como le describió Rodinei Luiz de Andrade. Por aquel entonces, ese brasileño que
acabó deslumbrando en las Pitiusas se encontraba «preparando el Carnaval». «Me impresionó un poco la llamada. En aquella época no era muy común que salieran jugadores tan jóvenes a Europa, pero cuando se trata del Barça no puedes decir que no. El club era muy conocido. Un directivo también llamó a casa para transmitir tranquilidad y decidí venir solo», explicó el exjugador.
Nino era un pívot de los de antigua usanza, de esos que cuando fijan su posición al borde del área te hacen un descosido. Su facilidad pasar pisar la pelota y desmontar defensas en un metro cuadrado eran dignas de alabar. El brasileño, como buen atacante brasileño, vivía su particular idilio con el gol, si bien recuerda que su principal virtud era «dar asistencias».
Su adaptación a la Ciudad Condal fue rápida y fácil: «El trato que recibí es digno de más que un club, como ellos mismos dicen. Me trataron bastante bien y me enseñaron catalán. Fue una adaptación buena y los compañeros me ayudaron bastante cuando llegué». Rodinei Luiz de Andrade permaneció seis temporadas en el equipo azulgrana, que no fue el único que defendió en España. El Cartagena, el Valencia y el Muebles Lety y el A Estrada fueron otros de los conjuntos en los que militó, sin olvidar su salida a otros países como Holanda y Bélgica. «Me convertí en un trotamundos», indica al respecto.
En tierras pitiusas dejó su sello... y éstas también la dejaron en él. No en vano, ha fijado su residencia en Ibiza. Con el Formentera ganó la liga de Tercera y con el Gasifred ascendió a Segunda División. La vida le llevó también a empezar como entrenador en la Peña Deportiva y acabar la temporada como jugador en el mismo equipo.
Ahora, se ha involucrado con el Penya Independent de fútbol sala, donde echa una mano en los entrenamientos y hace también de directivo. Además, este amante del running uno de los técnicos de las categorías inferiores del Sant Jordi de fútbol. Nino, por tanto, no de ha desvinculado del mundo del balón. Lo lleva en la sangre, al igual que esa samba futsalera que exhibió en su etapa profesional sobre la pista.