Ana López (Lugo, 1981) encadenó anteayer su tercera medalla continental consecutiva con la selección española sub 20. La fisioterapeuta, que ejerce como tal en las instalaciones deportivas de Santa Eulària y ha estado vinculada esta temporada al primer equipo de fútbol de la Peña Deportiva, suma ya seis metales europeos –anteriormente consiguió dos bronces y un oro en la categoría sub 18–. La gallega residente en Ibiza aterrizó ayer en la isla procedente de Portugal, donde la Roja se paseó ante sus rivales y venció a Eslovenia por 73-63 en la final.
—¿Cómo vivió la final?
—La viví saltando. Estaba inquieta, nerviosa, como toca en una final de este tipo, siendo consciente de lo que estábamos viviendo. El pabellón estaba superlleno, con todas las selecciones viendo el partido y mucha afición de España. Estoy orgullosa de poder haber estado ahí en primera fila.
—¿Esperaba el oro?
—No, esperarlo no. Los oros se desean y anhelan. Sí es verdad que sabíamos que teníamos un gran grupo, que teníamos posibilidades y debíamos aspirar al podio. Lo que pasa es que, una vez llegas a semifinales, no hay rival fácil y puede pasar de todo.
—¿Cuándo vio que era posible?
—Realmente sabíamos que teníamos un buen grupo, pero, cuando empezamos a trabajar en la concentración de Valladolid, nos llevamos una sorpresa aun más grata porque vimos que era un grupo muy entrenable, con mucha capacidad de trabajo. Durante la preparación sabíamos que debíamos esperar todo. Aun así, en las finales puede pasar de todo. De hecho, la final no fue un partido fácil, sino duro. No conseguimos irnos en el marcador hasta el último cuarto y no fue hasta los últimos tres minutos cuando en el banquillo ya empezamos a hacer comentarios de que no se nos podía ir y comenzamos a agarrarnos de las manos por la felicidad.
—¿De quién fue la primera felicitación que recibió?
—Entre la maravillosa vorágine que se forma después del partido, el primer mensaje era de mi hermana. Me emocioné porque extrapolaba un poco el éxito del partido a toda mi carrera profesional. En un momento en el que las emociones están aún a flor de piel hizo que se me saltaran las lágrimas. El chat de la familia echaba humo y el de mis amigos más cercanos, mi otra familia, también. Por suerte, un montón de conocidos y demás amigos también se acordaron. Fue una noche inolvidable.
—¿A quién llamó usted primero?
—Solamente devolví una llamada y no podía ser a otras personas que mis padres.
—Estará contenta con su sexta medalla.
—Sí, y las tres últimas de manera consecutiva y con el mismo cuerpo técnico. Algo bien se hará.
—¿Cuál es su próximo objetivo?
—Un próximo objetivo no hay de forma clara. Llevo años trabajando con la Federación Española de Baloncesto y es un placer trabajar en esas condiciones, así que ojalá esté muchos años más colaborando con ella. Por mi parte, estoy a su entera disposición para cualquier proyecto en el que crea que encajo.
—¿Por dónde pasa ahora su futuro?
—A corto plazo, lo que deseo es ver a mi gente en Ibiza, celebrarlo y descansar un poquito. Aunque esto es maravilloso, necesito unos días de desconexión. El lunes vuelvo al trabajo, a la consulta de las instalaciones deportivas de Santa Eulària, y lo haré con ganas de ver a mis pacientes e intercambiar experiencias de este mes. No tengo ningún proyecto más a corto plazo ni intención de embarcarme en otro, pero nunca se sabe porque, al final, soy culo inquieto y esta droga del deporte suele poder conmigo.