El Tenerife, que firmó hoy su primer triunfo a domicilio de la temporada, se llevó una merecida victoria de El Molinón ante el peor Sporting de esta campaña y que, desde que logró una diferencia superior a los diez puntos con respecto a las posiciones de descenso, ha entrado en una enorme relajación que se está traduciendo en pésimo juego y peores resultados, lo que motivó una enorme bronca de los aficionados.
Aunque en el seno del Sporting se vendió este partido como decisivo para lograr los puntos necesarios para asegurarse la permanencia, quien realmente llegó presionado fue el Tenerife, que necesitaba la victoria para seguir teniendo mínimas oportunidades de seguir en Primera una temporada más.
El partido suponía un enfrentamiento entre dos entrenadores, Manolo Preciado y José Luis Oltra, que son amigos desde que coincidieron en las filas del Levante, y que incluso hablan regularmente. Pero el sportinguista ya advirtió a su colega de que hoy, entre las ocho y las diez de la noche, no le conocía de nada y que iba a buscar los tres puntos dejando al margen esa amistad.
Sin embargo los locales jugaron la peor primera parte de la temporada e hicieron recordar campañas pasadas en Segunda División, cuando era imposible ver una jugada en todo el encuentro. Enfrente tenía un equipo que demostró por qué está en posiciones de descenso y que llegó a Gijón sin haber ganado un solo partido fuera de su casa.
Tras unos minutos iniciales en los que el Sporting rondó el área de Aragoneses y en los que Barral volvió a pecar de individualismo en sendos balones que le llegaron, los tinerfeños se fueron adueñando de la posesión del esférico ante un equipo gijonés muy relajado, que apenas presionaba y que perdía los balones con suma facilidad.
En el minuto 10 el centro del campo del Sporting perdió un balón que llegó a Nino. Este ganó por velocidad al centro de la defensa y se plantó ante Juan Pablo, quien le cerró muy bien los espacios y acabó despejando y provocando los primeros silbidos en las gradas que recriminaban la apatía de su equipo. El Sporting no sólo no daba una a derechas, sino que además perdía balones en la parcela central que se convertían en ocasiones para los canarios.
Y en esa tesitura, con el Tenerife intentándolo y el Sporting achicando balones y buscando un contraataque, transcurrieron muchos minutos. Hasta que otro fallo en la entrega, éste de Gregory, volvió a dejar al peligroso Nino sólo ante Juan Pablo. Pero esta vez su. tiro, tras superar al portero rojiblanco, se estrelló en un poste Momento en el que la bronca desde la grada ya era de consideración.
Rivera trataba de poner orden en el centro del campo pero sus compañeros no le secundaban y los despropósitos en el juego local se sucedían hasta el punto de que Aragoneses pasó una primera parte de lo más plácida, en la que se limitó a atajar los pocos centros que desde los extremos trataron de meter los gijoneses.
Al descanso se llegó con la sensación de que el Tenerife había sido merecedor de ir por delante en el marcador y con la esperanza de los aficionados de que los jugadores del Sporting no podían repetir una actuación tan mala como la que habían tenido durante los 45 primeros minutos.
El Sporting salió con un poco más de intensidad del vestuario y en los primeros minutos creó más peligro que en toda la primera mitad, en especial una internada de De las Cuevas que despejó como pudo Aragoneses. Pero sólo fue un espejismo porque de nuevo los gijoneses se diluyeron en su ímpetu y el Tenerife comenzó a dominar.
Si la ocasión de De las Cuevas fue clara, no menos lo fue una de Román. Pero se encontró con un inspirado Juan Pablo que desvió su remate, aunque poco después tuvo que conformarse con mirar como un nuevo disparo de Nino salía rozando un poste.
Tanto lo intentaron los canarios que acabaron llevándose el premio. Fue en una jugada en la que la defensa sportinguista pareció que tenía toda la ventaja. Apareció Román y, con un suave toque, superó a Juan Pablo entre la euforia canaria y una nueva bronca de los aficionados locales, hartos ya del pésimo juego de su equipo.
Ambos entrenadores entraron en un rosario de cambios. Unos para defender el resultado y otros para tratar de lograr al menos un empate. Cambios que no vieron muchos de los espectadores que decidieron no aguantar más y también el segundo gol tinerfeño, obra de Alfaro tras una gran jugada de Héctor, lo que ya terminó por despoblar las gradas.
El Sporting parece condenado a hacer sufrir a sus aficionados porque los de abajo lo siguen intentando y el calendario que le queda a los gijoneses no es precisamente fácil.