El pulso para la historia que deparó la final de Roland Garros se saldó con victoria la victoria de Rafael Nadal sobre Roger Federer por 7-5, 7-6 (3), 5-7 y 6-1 tras tres horas y 40 minutos de final. Los dos dominadores de la ATP en la última década brindaron un tenis de muchos quilates con el permiso de una climatología que se aventuraba adversa y que apenas provocó un paréntesis de diez minutos. El mallorquín rindió a un excelente nivel y lo hizo con mayor regularidad que su adversario, que por momentos también fue un vendaval de juego.
Tantos duelos han protagonizado que la final deparó tácticas previsibles, pero un juego espectacular, ya que ambos ofrecieron lo mejor de sí para imponer sus armas. Federer quería imponer su agresividad, apoyarse en su servicio y acortar los puntos ante Nadal, que pretendía un juego más lento y hacer valer el bote de su bola para castigar el revés a una mano del suizo. El ejercicio de sacrificio del mallorquín se vio completado por sus mejores golpes de la edición de 2011 y, sobre todo, por su capacidad para superar los momentos de más presión. El mallorquín volvió a ir a más durante el torneo y en el propio partido.
Imparable
Con un cielo parisino con nubes y claros, el inicio del primer set comenzó con Federer imparable. Su derecha marcaba la pauta mientras Nadal trataba de defenderse del aluvión de golpes del suizo, que ejecutó su plan a la perfección con la confianza que le confería el triunfo sobre Djokovic. El mallorquín le buscaba el revés , pero la agresividad del suizo y su porcentaje de primeros servicios resultaba incontenible. Llegó a disponer de un punto de set al resto con 2-5, pero el número uno del mundo volvió a dar un paso al frente en el momento clave. Salvó la situación y logró un break en el siguiente juego (4-5). Nadal iba a más y el juego de Federer se impregnó de dudas. El mallorquín consiguió el break en el primer juego en el que tuvo opciones de lograro (6-5) y remató la primera manga al servicio con una derecha ganadora (7-5).
Federer acusó el golpe y Nadal creyó aún más en la victoria consciente de que arrancar por delante era crucial. El balear logró un nuevo break en el primer juego de la segunda manga y completó una serie de ocho juegos seguidos para tomar la delantera (2-0). No obstante, el suizo se rehizo brindando lo mejor de su repertorio para conseguir la igualdad con una ruptura en el octavo juego (4-4). No obstante, no pudo consolidarla y Nadal volvió a romperle el saque. Se disponía a servir para llevarse el segundo set cuando la lluvia apareció con 5-4 y 40-40. Se temía lo pero porque las previsiones apuntaban al 80% de posibilidades precipitación, pero fue un mero nubarrón.
El breve paréntesis de diez minutos le sentó mejor al suizo, cuyo talento no precisa la regularidad que hace temible a Nadal. Federer logró el break y el partido se encaminó hacia la muerte súbita, donde Nadal marcó las diferencias. En otro momento de máxima exigencia su aplomo y su derecha completaron un parcial de 4-0 que le permitió encarar el tie break con un margen que no iba a desaprovechar para cerrar el set 7-6 (3) en una hora y 12 minutos.
Nadal nunca ha perdido en tierra un partido a cinco sets y no iba a ser la primera vez, pero Federer se reencontró con el juego desplegado en la primera manga y se convirtió en un vendaval ante el que poco pudo hacer Nadal más que ser consciente que el partido volvía a complicarse. El jugador helvético explotó todos sus recursos, en especial las dejadas y el cortado, para llevar el choque hasta el quinto set gracias a un 5-7 que añadía emoción a la final.
El número uno del mundo elevó una vez más el listón y exprimió a Federer, que ya avanzaba con el depósito en reserva. Nadal iba a más y su rival a menos ante la imposibilidad de competir con la intensidad del manacorí, que cerró el partido con la autoridad que delata el 6-1.